Un lugar donde confluyeran el arte y la poesÃa, el diseño de autor, la gastronomÃa saludable y la espiritualidad holÃstica: el proyecto que estaban desarrollando los cuatro amigos y socios no era sencillo de albergar. "Llevábamos meses buscando el lugar", cuenta Mario, licenciado en Administración y aficionado a la poesÃa. Un dÃa, inventaron el nombre: Espiria, toponÃmico ficticio de una mÃtica república perdida donde aún no se habÃa separado el espÃritu de la materia. Y el lugar apareció.
Desde fines del año pasado hasta mayo de este, en que lo inauguraron, Mario, Alejandro (licenciado en Administración y fotógrafo), Maximiliano (master en Administración de Negocios cum laude del IAE, experto en té) y Daniel (arquitecto y diseñador) se dedicaron a potenciar la belleza original de esa mansión ecléctica ubicada en Montevideo 2124 (frente a los Tribunales y al Museo Castagnino), y el nombre de cuyo autor Daniel aún está buscando. Sà sabe que perteneció al matrimonio Ortiz. Un arquitecto consultado situó hipotéticamente la fecha del proyecto con toda precisión en 1923, justo un año antes de la muerte del mecenas que da su nombre al Museo. Aquel proyecto de un sector de la burguesÃa rosarina de infundir un alma a la ciudad fenicia parece renacer aquÃ.
Con apenas un mes de vida, el lugar convoca. Ya funciona en el patio de invierno el taller de poesÃa y expresión corporal "Habemus Corpus", que coordinan Fabricio Simeoni y Janina Caplan los lunes de 18.30 a 20. "Estamos armando una carta donde figuren las obras de arte en venta expuestas en el primer y segundo piso y los objetos de diseño de autor. El 4 de julio lanzaremos una nueva muestra de arte y diseño", anuncia Mario.
"Arte Contemporáneo Espiria" está coordinado por Gabriela Gabelich, Florencia Laorden y Gisela Cortese, y hasta el 1 de julio presenta en el primer piso de la casa la muestra colectiva En domingo, con obras de artistas jóvenes de tres provincias de la región. Se pueden ver obras en papel calado de la serie Derrumbes, por Gisela Cortese (Armstrong, Santa Fe, 1982), dibujos en tinta sobre piedra por Maximiliano Rossini (Leones, Córdoba, 1978, radicado en Rosario desde 1998) y pinturas al óleo en diversos papeles, vegetal o de revistas, por el bonaerense JoaquÃn Boz (Rojas, 1986). "Ambos se proponen medir el tiempo y la labor del amor parece su destino", dice acerca de sus dibujos y fotografÃas Rossini, quien acostumbra hurgar cantos rodados de una cantera en la periferia urbana hasta encontrar "dos que encajen". La forma en que parecen abrazarse las piedras tatuadas por la rotring en sus instalaciones evoca los abrazos humanos de sus fotos instantáneas. Una de las cuales, en la trastienda del segundo piso, subvierte los cánones turÃsticos sobre qué ver y fotografiar en el Museo del Louvre.
La sala de diseño que coordina Mauro Guzmán también desborda creatividad, desde las lámparas modulares de jean por Romina Lampert (marca Erre) hasta los platos narrativos de la ilustradora Nana González, la gallina andador de MarÃa Gabriela Di Franco (Attenti'L Cane) y las cajas de leyendas aborÃgenes argentinas para contar a los chicos con sombras chinescas que crearon Luciana Dittamo y Marina Baima (Oh Pacha). Todo es sustentable en sus técnicas y materiales. Y una foto por Lila Siegrist se integra a la sala, ominosa y amable.
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