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Martes, 30 de julio de 2013
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PLASTICA. Exposición de Ana María Erra de Guevara Lynch en El Cairo

Artista por derecho propio

Nacida y formada en Buenos Aires, la artista se exilió en La Habana junto al padre del Che, con quien vivió durante 23 años. Invitada por el ciclo "Arte por la paz" expondrá una obra figurativa surrealista donde plasma un mundo onírico personal.

Por Beatriz Vignoli
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Ana María Erra de Guevara Lynch junto a algunas de las obras que expondrá en Rosario

Hoy a las 19.30, en el bar El Cairo (Santa Fe esquina Sarmiento) se inaugura una muestra de Ana María Erra de Guevara Lynch. Organiza la exposición Bernardo Conde de Narváez junto a El Cairo, en el marco del ciclo "Arte por la paz". Ana Erra es una artista argentina de trayectoria internacional, radicada en Cuba desde su exilio junto a Ernesto Guevara Lynch. Además posee una vasta obra figurativa surrealista donde plasma un mundo onírico muy personal.

Grabadora, pintora, ceramista, ilustradora y poeta, Ana Erra nació en Buenos Aires. Expone desde 1964. En 1977 fundó en La Habana el laboratorio de Libre Expresión Plástica Infantil. Dirigió 20 años el Taller Psicoterapéutico de Creatividad en la Sala de Psiquiatría infantil del Hospital William Soler. Integró las comisiones organizadoras del "Universo Audiovisual del Niño Latinoamericano" (Unicef/Unesco) y del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Pertenece a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).

"Son cinco obras en papel, una pequeña muestra de mi trabajo", contó Erra a Rosario/12. "Yo tengo una relación de amistad con 'Arte por la paz'. Con Bernardo Conde de Narváez nos conocimos hace dos años cuando vine por última vez y él me sugirió hacer esta exposición. Son pinturas en acrílico, pastel y óleo sobre papel. En general yo trabajo sobre lienzo. La temática de las obras es un poco variopinta: personajes de tango, El flautista, La alfarera, una naturaleza muerta. La armé pensando en un lugar abierto con mucho público. En general yo trabajo al óleo y en series de 25 a 30 obras: el Laberinto del hombre deshabitado, el Ojo de la cerradura... hago variaciones sobre un tema, como los músicos".

El cambio de soporte y de formato responde a las necesidades del traslado de las obras, que llegaron con su autora en avión. "Vengo de La Habana, donde resido habitualmente", cuenta, y aclara que la capital cubana "es mi sitio de residencia permanente desde 1974, con viajes, ya que expongo casi siempre en Europa".

"Mi arte es introspectivo y surrealista, con mucho de onírico. Mis imágenes a cada espectador le traen un mensaje distinto; cada uno puede hacer una lectura. En este caso seleccioné cosas diversas, que no se relacionan unas con otras. Estas obras son más realistas, con temas casi de afiche, para una lectura más directa. Hay distintas técnicas: tinta, collage y pintura de distintos períodos".

Sobre sus comienzos, dice: "Antes de aprender a escribir yo ya pintaba y dibujaba. Me gusta escribir pero mi manera de expresión ha sido siempre la imagen. Estudié Bellas Artes a finales de los '50 y principios de los '60, y continué en MEBA, la Mutualidad de Egresados de Bellas Artes. Tuve de maestros a Juan Battle Planas y a Pompeyo Audivert (en grabado), a Demetrio Urruchúa y a Víctor Rebuffo. Estudié cerámica con Ana Mercedes Bournichon. Mi formación es clásica en cuanto a la técnica. Lo demás es lo mío. Yo me inspiro para adentro. Cuando estoy en Cuba los colores se vuelven más brillantes por la luz, la vegetación. Hace poco estuve en una colonia de artistas en Eslovenia, donde todos pintaban abstracto y nevado; a mí me salían verdes, rojos, naranjas... los colores del trópico".

Ana Erra se dedicó diez años al dibujo y al grabado. En Cuba hizo tintas collage, por influida por los collages surrealistas de Max Ernst. "Para grabar necesitas taller, prensas... en Cuba no lo teníamos a eso, y teníamos los niños chicos", recuerda y reflexiona: "En lo bueno, en lo malo, en lo poco o en lo mucho, yo tengo una vida y una obra. Además, el padre del Che era mi esposo. Estuvimos juntos 23 años y tenemos tres hijos. Fueron los años más importantes de mi vida, y de la vida de él, los años más difíciles: su hijo, el exilio nuestro, tener que irnos del país, con una niña que no llegaba a los dos años y un bebé recién nacido. Una vida azarosa, pero plena. El tercero, Ramiro, nace en Cuba. Cuando llegamos, ya el Che había muerto. Ernesto, mi marido, escribió dos biografías: Mi hijo el Che y Aquí va un soldado de América. La primera le llevó diez años y la segunda, seis. Así que 16 años de su vida fui trabajando al lado de él, codo a codo, con las cartas, los documentos y las fotos. Ernesto falleció en 1987. Ahí me toco a mí ponerme los pantalones. No conocí al Che personalmente, pero siempre fui una conocedora de su vida y su obra. Realmente la figura del Che no necesita apología externa. Es un hombre que se hizo a sí mismo. El fue el verdadero modelo del hombre nuevo del cual él tanto hablaba. Su voluntad férrea para sobreponerse a la enfermedad que él sufría, que era el asma, para la juventud es un modelo a seguir".

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