"La historia es la de una mujer que seduce hombres en el subte B de Buenos Aires, tiene sexo con ellos y luego los mata, hasta que se encuentra con una vÃctima que la va a sorprender", dice Tamae Garateguy de Mujer lobo, que mañana proyecta Bafici Rosario a las 20.30 en El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120), con presencia de la realizadora.
- ¡Cuántas escenas calientes tiene tu pelÃcula!
- Tiene muchas, ¿viste? VeÃa que el cine independiente argentino carecÃa de la temática o de situaciones que tuvieran que ver con lo erótico. Empecé con esa inquietud. Y con Diego Fleischer, el guionista, acordamos que serÃa bueno mezclar aquellos personajes femeninos de los '60, aquellas mujeres criminales, con algo un poco más erótico; finalmente salió la idea de meternos en la mente de la mujerlobo, alguien que tiene "problemitas" con sus diferentes personalidades. La hicimos en blanco y negro porque querÃamos coquetear un poco con Repulsión, de Polanski. Mujer lobo es como un cuento, un cuento un poco sádico.
- Un cuento con tradición en el cine, donde hay mujeres felinas o lobunas, donde lo monstruoso es expresión de algo que sucede internamente.
- Cuando dirigà pensaba un poco en eso, en dar un trazo grueso que permitiera retratar la locura, una locura que estuviese plasmada desde temas que me interesan, como el sexo y la muerte. En un punto, es un cuento muy sencillo, pero con el fin de meternos en una psiquis muy compleja.
- Lo sexual aparece de manera desenfadada, desafiante, femenina. Lo digo por la predominancia que sobre el tema tiene la mirada masculina.
- Durante el rodaje tuve muy presente lo que decÃs. Cuando buscaba pelÃculas o referencias icónicas, como El imperio de los sentidos, siempre pensaba en que la cámara la habÃa puesto un hombre, con una mirada y un pensamiento determinados acerca de lo sexual. Las mujeres tenemos incorporadas esas imágenes, esa impronta cinematográfica. Para mà era un desafÃo pensar en dónde situar la cámara, de una manera acorde con los sentimientos del personaje, que es alguien sumamente estallado. QuerÃa ir al lÃmite, y teniendo en cuenta esa tensión les propuse a las actrices arriesgarnos para ver qué pasaba. Me metà más en una cuestión sexual agresiva, también como para investigar, porque no es que lo tuve tan claro, sino que iba viendo qué pasaba. TenÃa una intriga antes que algo resuelto.
- De todos modos, la sexualidad violenta de Mujer lobo no niega momentos de sensibilidad o de ternura. Por otra parte, el sexo no deja de ser un acto violento.
- Creo que siempre hay una violencia, una tensión, pero también algo más de la incerteza; a veces no se trata de la consumación del acto sexual sino de lo que pasa antes, de lo que pasa después, eso es algo que me interesaba mucho. Como se trata de un personaje muy extremo, era algo con lo que podÃa jugar.
- ¿Con qué reacciones te encontraste por parte del público?
- El público estaba sorprendido, pero gratamente. Un poco por el desenfado, el riesgo, y además porque exageré. Hay varias escenas de sexo, no dos o tres. Un poco como para marcar esa falta, como para decir "hablemos del tema, veámoslo". Más allá de si gusta más o menos, fue bienvenido, asà como el desparpajo, la energÃa arrojada que tienen el personaje y la pelÃcula.
- Tu concepción de la mujer-lobo coincidió con el de Mala, de Caetano.
- Cuando se me ocurre la idea de desdoblar el personaje para contar la complejidad desde varias actrices, me entero de que Caetano estaba haciendo lo mismo, a veces pasa. Pero Mónica Lairana, mi actriz, me dio ánimos, porque lo que estábamos haciendo era diferente.
- Son diferentes. Lo que noto coincidente es el desenfado, el desprejuicio. Mujer lobo y Mala son pelÃculas descarnadas.
- Yo tenÃa ganas de hacer algo visceral, que no estuviese tan mediado por la razón, por una perfección técnica sin alma; que fuera algo más de trazo grueso y expresivo, antes que pensado, medido y calculado. Que fuese acorde con una mente estallada, con una fuerza destructiva, muy potente. Hay muchas pelÃculas y series donde los asesinos seriales son calculadores, inteligentes, donde arman sus crÃmenes perfectos o asà lo pretenden, pero yo tenÃa la idea de algo más carnal, inestable, y mi manera como directora era no dejar que el pensamiento, la lógica, la invadieran.
- Es algo que se nota y se disfruta. Asà como la confianza ganada con las actrices, que son quienes están expuestas.
- Luján Ariza, Guadalupe Docampo y Mónica Lairana se brindaron completamente, confiaron en mà de una manera plena. SabÃan que las iba a cuidar, y asà fue cómo se brindaron. Dar ese tipo de actuación de una manera tan expuesta -a nivel emocional y fÃsico, ya que estuvieron desnudas en el set- fue un lujo para mÃ. Es difÃcil esa confianza.
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