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Martes, 4 de febrero de 2014
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PLASTICA. Muestra colectiva de jóvenes artistas en el Macro

El posible umbral de un arte mutante

﷓Oh, James, eres tan inteligente. ﷓No creas, es que tengo amigos en todas partes es el título de la exposición curada por Florencia Caterina, que escribió: "Esta muestra es un tour por la fuerza de los niños prodigios de hoy".

Por Beatriz Vignoli
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Vista general de una de las salas que alojan a la muestra colectiva en el Macro

"El incremento de las comunicaciones", escribe Reinaldo Laddaga en Estética de la emergencia (2006), "induce una conciencia incrementada de interdependencia". El crítico y teórico rosarino destaca como un efecto importante de este estado de cosas la "invención" de "formas de socialidad que se producen menos en torno a los focos clásicos de identificación... que en unidades más pequeñas, de membresías menos definidas, más variables". Es posible tomarse de este mínimo marco para pensar el sentido de nuevas prácticas en el arte contemporáneo, tendientes a una suerte de formación no formal indisolublemente ligada a la creación de vínculos, más o menos fluidos, más o menos inestables. En la vanguardia de estos fenómenos se hallaría lo que Laddaga en otra parte del libro designa como "la práctica artística como práctica de producción de vínculos" y cuyo comienzo en Argentina sitúa él en unas respuestas muy creativas ante la crisis de 2001, como el Proyecto Venus iniciado por Roberto Jacoby.

A partir de entonces, en esta primera casi década y media del siglo han surgido y proliferado (desde lo independiente, desde lo institucional y mucho más comúnmente en un marco de cooperación entre ambos tipos de instancias) espacios de intercambio transterritoriales no jerárquicos tales como talleres abiertos, clínicas de obra "horizontales", "clínicas de pares" o residencias de artistas: ámbitos todos que constituyen no tanto lugares fijos como nodos de una red que se teje sin cesar, amigando "en presencia" a quienes primero se conectaron "a distancia" a través de páginas web y redes sociales.

Hoy cabe preguntar, tras los pasos de Gregory Bateson y sus seguidores, si no estará mutando el arte hacia la transformación de sus inteligencias individuales en una gran inteligencia colectiva.

Estas últimas dos líneas ya entran en la ciencia ficción. Pero sirven para comprender por qué Florencia Caterina (1986﷓2013) tituló a su último proyecto curatorial de exposición con un diálogo tomado de Moonraker (1979), una película de la saga James Bond: ﷓Oh, James, eres tan inteligente. ﷓No creas, es que tengo amigos en todas partes.

El concepto curatorial de esta muestra colectiva, que puede visitarse de jueves a domingo hasta marzo de este año en los pisos 6 y 7 y la explanada e ingreso del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Oroño y el río), es incomprensible sin la ayuda del gráfico que viene en la página central de la guía de visita que se puede pedir en la mesa de entradas, en la planta baja. Allí, la curadora dibujó nodos y líneas de conexión, trazando una red. En el círculo externo, recuadrados en rectángulos, se encuentran los nombres de los artistas expositores: Flor Caterina, Sol Pipkin, Juan Killian, Constanza Giuliani, Toto Dirti, Josefina Labourt, Joaquín Boz, Aurora Rosales y Mimi Laquidara. Siguiendo las líneas hacia adentro se hallan los nombres de los proyectos en los que participaron conjuntamente, y de las instituciones y espacios de exposición donde convergieron o a través de los que se conectaron. Es mucho más sencillo y creativo que escribir nueve CV pero además hay algo de artístico en el gesto mismo.

"Estos ocho autores elegidos tienen fuerza de trabajo y oficio", escribió Caterina. "Han participado en muy diversos proyectos: Constanza Giuliani en Costado Galería, Juan Matías Killian en el Sendero del Espíritu Libre y Bonjour, Mimi Laquidara, Joaquín Boz y Aurora Rosales cercanamente a La Herrmana Favorita, Toto Dirty (Tobías Martín García) en Isla Flotante y Sol Pipkin y Jovi Labur (Josefina Labourt), en las actividades experimentales de la Di Tella. Esta muestra es un tour por la fuerza de los niños prodigios de hoy".

La muestra propiamente dicha reúne un grupo de obras muy similares y donde esa "fuerza" se manifiesta en gestos pictóricos cuyo lenguaje abreva en un tardío expresionismo abstracto. Individualmente, los Wunderkinder no asombran y tampoco ayuda la ausencia de cartelas. Lo triste en realidad es no poder tener una conversación como la que sí fue posible tener con Flor con motivo de una muestra anterior, donde desde un celular prestado que se estaba quedando sin batería la curadora adivinaba los nombres de los autores a partir de las descripciones de las obras hechas mirando fotos tomadas por la cronista con una Kodak Easyshare berreta (no había señal en la sala).

Florencia Caterina era Licenciada y Profesora en Bellas Artes por la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario, donde fue ayudante de la cátedra de Teoría del Color. Desde el año 2008, junto a Matías Pepe y Angeles Ascúa, integró el colectivo de creación y gestión La Herrmana Favorita, que organizó el "Seminario de Profesionalización de Artistas SPA", clínicas de pares y residencias de verano, exposiciones y ferias. Florencia formó parte de los proyectos SUB escuela, Casa de Construcción con Maxi Rossini y En el piso de arriba junto a Sol Pipkin. Florencia fue una de las víctimas fatales del trágico derrumbe de calle Salta, ocurrido el 6 de agosto pasado.

Recordándola con afecto, Rafael Cippolini cuenta que Florencia tenía un proyecto por minuto. El editor francés independiente Alexis Didieu, quien la conoció en Buenos Aires y volvió a verla en Rosario, escribió en su blog: "Recuerdo lo poco que conocí de Florencia Caterina como el signo propio de cualquier pensamiento nómade". Es una pérdida inconmensurable que ella ya no esté y queden soplando en el viento todas las preguntas que hubiera sido tan necesario hacerle. Es por otra parte una bendición que al menos una cartografía de su intensa trayectoria artística, vital y social haya quedado dibujada. Y dibujada así: abierta, en conexión, como parte de una red neuronal donde las otras neuronas viven. Gregory Bateson en los años 50 mostraba a sus alumnos de arte un caracol y preguntaba qué prueba hallaban ahí de que eso había sido parte de un ser vivo. Y la huella de la vida era la espiral: forma óptima y necesaria de lo que crece.

A arrojar pues al viento (o a las demás neuronas de la red, o a los lectores, o quien desee hacerse eco) la inquietud de por qué se sigue optando por las técnicas tradicionales y prefiriendo dejar individualmente el rastro de un arte sintomático, que supera por muy poco el estatuto de la huella, cuando como artista joven se forma parte de un activo entramado estético y social, tecnológico y comunicacional, que sería capaz de producir modalidades artísticas enteramente nuevas, más allá inclusive de alguna imperceptible intervención o de la performance, que ya son géneros del siglo pasado.

Volviendo a Bateson, él escribía en Espíritu y naturaleza (1979) que la construcción de un mundo por un ser vivo siempre es estética.

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