La obra de la pintora rosarina Liliana Jones es romántica en el mejor sentido de la palabra. Sus raÃces abrevan en la tradición del romanticismo, aquel movimiento artÃstico del siglo diecinueve que trazó el horizonte de libertad creativa del que goza el arte de hoy. Los pintores románticos, como Turner y Delacroix, buscaban plasmar en sus cuadros al óleo la "atmósfera", es decir, un clima anÃmico a la vez que material. Como lo formuló Kandinsky casi un siglo después, en pintura es el color liberado de su función de imitar el aspecto externo de las cosas el que logra, al igual que la armonÃa en la música, expresar los estados del alma.
Liliana Jones lo logra. Los diez acrÃlicos suyos, de un metro cuadrado aproximadamente cada uno, que pueden disfrutarse hasta mediados de julio en la sala Trillas del Teatro El CÃrculo (Mendoza y Laprida) demuestran aquel axioma romántico de Kandinsky: cuanto menos reconocibles son las formas, cuanto más abstractas las manchas, más tienta el espacio pictórico a demorarse en la contemplación de su mundo singular. No es extraño que las más bellas de estas obras sean las que presentan una dominante de azules, que remiten al ensueño de la hora crepuscular. Aquà el color, como en los cielos profundos de la escuela veneciana o en las tempestades de Turner, es radiante; el color constituye su propia luz, y también su propio espacio. Se trata de un espacio interno y sin tiempo, como el que surge al evocar las esperanzas de la adolescencia ("Adolescencia" es el tÃtulo de uno de los cuadros) o al pintar de memoria un paisaje visto en la infancia. Que Liliana Jones pueda tomar esta especie de fotos Kirlian de sus sueños es un pequeño milagro.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.