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Jueves, 6 de marzo de 2014
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LITERATURA. Lo gris en el canto de las hojas, de Beatriz Vignoli

Una obra en permanente construcción

Baltasara editora presentará hoy, en Bienvenida Casandra, el nuevo libro de la escritora y crítica rosarina, que agrega otra loza a su obra poética, sin apartarse de la intensidad y la belleza que caracterizaron a sus piezas anteriores.

Por Marcelo Britos
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La escritora, poeta y crítica de Rosario/12 Beatriz Vignoli con su nuevo libro de poemas

Cuando era chico falleció un tío de un infarto, solo en su habitación. Vivía en el galpón en donde mi abuelo tenía un depósito de harina; allí trabajábamos los tres. Yo tuve que retirar sus pertenencias de un viejo ropero. Esa experiencia, lacerante y confusa, parece revelarse en la lectura de Lo gris en el canto de las hojas (Baltasara, 2013), y en el poema del mismo nombre: "(...) Antes de matar, tengan piedad/ de quien sea que vaya a abrir ese ropero/ la mañana después".

La poesía de Beatriz Vignoli (Rosario, 1965), entre las incontables virtudes que rezuma, tiene la de llevar a una dimensión poética, casi exclusiva, el devenir sensorial de una sociedad, cualquiera sea su punto de vista: ya sea íntimo o colectivo, histórico o cotidiano. No es novedoso que esto se diga aquí en referencia a este nuevo libro. La obra de Vignoli se complementa, se funde en una espina que atraviesa, con la misma fuerza y sensibilidad, el tiempo y lo que hace el tiempo con nosotros y con la poesía. Desde su primer libro, Almagro, pasando por esa bella pieza, incomparable e inolvidable que es Viernes, hasta este trabajo, se consuma una obra íntegra y coherente que no hace más que confirmar una presunción, la de una voz singular, extremadamente sensitiva y punzante.

"La clave de que salga el poema es un equilibrio delicadísimo entre control consciente y automatismo, que le permita al inconsciente expresarse de un modo inteligible, extraño pero inteligible para un tercero. Este equilibrio depende, en cada poema, de toda mi escritura poética anterior", supo decir la autora en una entrevista. Como el Duomo de Milán, una de las grandes beldades hechas por el hombre, la obra de Vignoli está en permanente construcción, se supera y se sostiene, sin repeticiones, sin cansancio.

En la dualidad que sugiere el título, Lo gris en el canto de las hojas, antes de llegar al poema que deja ver cierta certeza en el nombre, hubiera preferido sin duda concentrarme en la palabra gris, es decir, en la metáfora. Los poemas de Vignoli son tersamente grises. En la primera parte, "Albada", la existencia del yo poético sufre, y elije la sombra de una segunda persona, un sujeto que en el transcurrir del texto se torna esquivo, fantasmal, y por momentos desdeñoso. Provocadora de estragos, de inevitable perdición, la segunda persona poética, por llamarla de alguna manera, habilita en los versos una dulce soledad, un reverso de lo amoroso. "La muerte nos bendice. Hay en ella futuro/ Al calor de tu infierno, escribo estas palabras".

En la segunda sección, sin alejarse del estilo general del corpus, "Refinería" parece remitir a cierto dejo nostálgico, pero no cae en el lugar común. Ese pasado tiene su presencia, una estética arrabalera que nos devuelve a lo mejor del tango, o de la poesía ultraísta de Borges, pero aquí ese pasado no está ausente, "lo que falta es el futuro", dice un verso, y reclama el poeta una máquina del tiempo, pero no para volver, sino para salir. Vignoli reconstruye la poesía a partir de otras dimensiones y de nuevos vocabularios. Palabras que acercan al lector a la poética de un mundo aprehendido, y no sólo el mundo que rodea a todo poeta, por momentos trillado y repetido. Autopistas, carreteras (términos que remiten a los beatniks, un espacio que Vignoli suele visitar), Darth Vader, el tsunami.

Hablando de los Beats, la última sección, "Jironada", comienza con la furia rítmica al estilo de Howl, para luego amainar hasta el tono general del libro. "Se la dimos al que nos la chupaba./ pagamos la caricia de su lengua./ Un videogame de carne,/ un hoyo prieto más donde abrigarse". Sin duda son jirones de poesía esparcida en varios años de producción (lo advierte la autora en el proemio), pero integrados en el texto toman la forma total de la propuesta.

Hay cosas que escapan a un análisis crítico, a una recensión, si es que este sencillo texto puede considerarse alguna de las dos opciones. Y es el cóctel intenso de regresiones, angustia y estímulos que genera la poesía de Vignoli, algo que va de la lectura y la cognición directamente a nuestra piel.

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