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Lunes, 31 de marzo de 2014
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El cine y la estética de la mal llamada "justicia por mano propia"

Cuando la pantalla festeja la muerte

A cuento del linchamiento de David Moreyra, hubo films como El secreto de sus ojos, Furia, o La jauría humana que escenificaron la supresión del juicio crítico y el desprecio de la norma jurídica, al amparo de la ley del Talión.

Por Emilio A. Bellon
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Un mensaje posible de El secreto de sus ojos sugiere que eludir la ley vale. Exito popular.

En los dos últimos días, a través de diversos medios periodísticos, hemos podido escuchar, ver y leer toda una serie de notas referidas al trágico hecho ocurrido en barrio Azcuénaga. Desde los lugares de conducción de orden municipal y provincial, numerosos funcionarios se han expresado categóricamente en contra de la llamada justicia por mano propia; situación que, ciertamente, nos retrotrae a considerar, para quienes promovieron esta acción colectiva, la ausencia de un Estado de Derecho. Algunas voces han ido mucho más allá: han considerado ese acto de linchamiento, de desatada violencia y de mutilación, como un siniestro homicidio. Acusado de haber arrebatado una cartera junto a un cómplice, David Moreyra, de dieciocho años, fue sorprendido por un grupo que lo tomó como blanco de una progresiva manifestación de actos de extrema crueldad, que llevó a que uno de los que estaban allí lo aplastara con su moto en marcha, que lo sometieran a los más despiadados actos que podamos soportar con sólo nombrarlos. Allí, tendido, refiere el periodista de Rosario/12, José Maggi, en la edición de ayer, quedó en la calle, más de una hora, antes de que llegara la policía, "para luego dejar de existir en el Hospital de Emergencias Clemente Alvárez".

Los hechos se siguen investigando, familiares y amigos de la víctima reclaman se esclarezcan y se haga justicia. Frente a Tribunales y en el mismo barrio, a partir de la reconstrucción que realizó este diario, "se impone el silencio".

Frente a este lamentable y condenable hecho, que vuelve a escenificar el vocablo linchamiento como en los tiempos del Far West, en territorios en los que se desconoce la presencia de la ley, vuelvo a traer a la memoria al lector aquel film del cual se enorgullece un gran sector de la sociedad, de la industria y obviamente sus protagonistas y hacedores. Me refiero a El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, uno de los más exitosos realizadores, ganador del Oscar por este, para quien firma esta nota, un film inmoral.

Corría agosto del 2009 y en la segunda semana, luego de una sostenida batería publicitaria, se estrenaba esta coproducción hispano-argentina de Telefé basada en la novela de Eduardo Sacheri, La pregunta de sus ojos, quien aceptó, sin problema alguno, modificar una situación clave respecto del hecho de la acción de tortura, que en el film se patentiza en la visita que hace el personaje que interpreta Ricardo Darín a una perdida finca, en la que mora quien lleva adelante estos actos, a quien en un momento del pasado cometió un acto de violación, delictivo, a la mujer amada. Esto en el film se nos presenta a partir de estridentes y golpeantes flashbacks que pierden todo tono de pudor, tal como la situación lo merecía.

Lejos de denunciar este alarmante y criminal hecho, el personaje central que en el film adopta el nombre de Benjamín Espósito, ex agente judicial, y que desde el rostro y ropaje de Ricardo Darín marca una particular empatía con gran parte del público, se aleja del lugar en dirección a la Capital, no ya con miras a tratar de poner fin a ese hecho, de manera legal; sino a tratar de resolver las cuestiones pendientes de su corazón. Su ingreso a Tribunales lo lleva sólo a reencontrarse, en ese último capítulo de esa novela, con quien para él es el amor de su vida, la doctora Irene Menéndez-Hastings; cerrando las puertas al pasado, silenciando, él también, los atroces actos de tortura que pudo ver. Y al mismo tiempo, desde esta velada complicidad, reafirmar la validez de la justicia por mano propia.

Recordemos que El secreto de sus ojos fue uno de los films más taquilleros y premiados de las últimas décadas. Y aún tengo presentes algunas conversaciones, mucho tiempo después, sobre este tema central y por parte de algunos, la justificación de esos condenables hechos. Qué es lo que llevó a un gran sector del público, me sigo preguntando, a aplaudir este film ( actitud por otra parte inusual en la sala) sobre el desenlace?.

En 1936, y tras su paso por Francia donde había rodado Liliom, luego de haberse exiliado de Alemania, de manera imprevista y alarmante, en el primer momento del nazismo, el gran cineasta Fritz Lang, ahora en Estados Unidos, llevó adelante un proyecto en el que tuvo como uno de los temas centrales el de la violencia reprimida, la culpa, la justicia. Nos referimos a Furia, film basado en el relato Mob Rule, de Norman Krasna, que el director de Las tres luces y M filmó para la Metro Goldwyn Mayer.

El film, que hoy es todo un clásico y paradigma en el tema que nos ocupa, se centra en la vida de un respetable ciudadano que, de paso por una pequeña ciudad, es acusado injustamente de haber secuestrado a una niña. El personaje, Joe Wheeler, interpretado por el gran actor de carácter Spencer Tracy, es encarcelado y los rumores sobre este hecho comienzan a expandirse y provocar reacciones cada vez más enardecidas por parte de los lugareños, marcada por ataques en masa, hechos incendiarios, hasta que, aparentemente, provocan su muerte.

Admirable film-alegato, pese a su desenlace conciliador exigido por los productores con romance incluido, que deja al descubierto el horror de ese sentimiento colectivo de venganza ante ciertos hechos, como lo representaba el excelente film danés que pudimos ver el año pasado La cacería de Thomas Vinterberg, que narra las dramáticas situaciones por las que debe pasar un maestro de una escuela de provincia ante el malicioso comentario sobre una situación de acoso, hacia una de sus pequeñas alumnas. Rumor que irá en crescendo, que se irá reafirmando, minuto a minuto.

A mediados de los '60, Arthur Penn, con guión de la tan perseguida escritora Lillian Hellman, hizo The Chase. Conocida en nuestro país como La jauría humana, este admirable y más que recomendable film de aquellos años, nos lleva a una pequeña localidad del sur de Estados Unidos en la que sus pobladores se lanzan tras un prófugo, condenado injustamente, (rol que compone Robert Redford) volcando sobre él sus más execrables miserias, su desatada e irrefrenable violencia. Olvidado film que merece ser visto a la luz de los recientes hechos, en el que Marlon Brando es el sheriff de este pueblo del territorio de Texas, acompañado en el cartel actoral por Angie Dickinson, Robert Duvall, Jane Fonda, E.G. Marshall, Miriam Hopkins, James Fox, Martha Hyer, entre otros.

Desde mediados de los setenta, de manera cada vez protagónica, el cine estadounidense nos ha presentado una galería de atractivos y heroicos personajes que vienen llevando a cabo "situaciones justicieras" por mano propia. Y desde entonces, desde aquellos films con Charles Bronson y el primer Clint Eastwood, sin contar los corruptos policías y detectives que pueblan tantas historias barriendo a mansalva a sus opositores, la pantalla pasa a ser el espacio en el que se borra toda posibilidad de reflexión, de juicio crítico. Mucho más aún, cuando ese héroe pasa a ser colectivo, despreciando toda instancia legal y jurídica, asumiendo el viejo precepto de "ojo por ojo, diente por diente", despertando las más feroces confrontaciones que ingresan en un espiral de estigmatización, odio y aniquilamiento.

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