La disponibilidad fÃlmica que ofrece la plataforma virtual de Cine El Cairo -www.elcairocinepublico.gob.ar- continúa una tarea que se posiciona de manera prácticamente inédita: PelÃculas de estreno reciente, con disponibilidad gratuita para el visionado por parte de cualquier usuario y espectador del paÃs. Más de quince tÃtulos se suman hasta la fecha, con una cadencia de estreno (acumulativo, las pelÃculas siguen on-line) quincenal. El ciclo más reciente es "Operas Primas Argentinas", compuesto por los films: Franzie (2010, Alejandra Marino), El cielo elegido (2010, VÃctor González), El décimo infierno (2010, Mempo Giardinelli y Juan Pablo Méndez), Las mujeres llegan tarde (2012, Marcela Balza).
El recorrido por los tÃtulos permite un buen ejercicio de cine desde el nudo vital que es el logro del primer largometraje (excepción hecha con González, cuyo primer film fuera Ciudad de Dios, de 2003). Las dos pelÃculas que merecen una mejor atención, que las desampare del maltrato o mirada desafectada que gran parte de la crÃtica tuvo en su momento, son El décimo infierno y El cielo elegido.
El primero de estos films lleva a la pantalla la novela homónima de Giardinelli, con guión del propio autor. Ambientada en Resistencia, la pelÃcula de Giardinelli y Méndez no sólo comparte el espÃritu B de tantas producciones norteamericanas de tono noir, sino que es una pelÃcula serie B de hecho. Tal distinción resulta esencial para un film que no necesita de meros guiños cinéfilos, sino que asume su discurso modelo. Porque es una pelÃcula de bajo presupuesto, El décimo infierno puede ser el relato negro que pretende.
La simpatÃa por tanta novela y cine negros, donde el crimen anuda el mundo que se describe, traza un vÃnculo obligado con el análisis que Giardinelli desarrollara en su libro emblema: El género negro, recientemente rescatado por Capital Intelectual. Por otra parte, y por ser una pelÃcula negra, El décimo infierno es un comentario feroz, sarcástico, sobre las relaciones sociales. Y porque es un noir latinoamericano, la semántica que desprende no puede menos que ser tan cÃnica como cercanos son los personajes que por allà desfilan. El décimo infierno combina pareja fugitiva (Patricio Contreras y Aymará Rovera), voz en off, femme fatale, cigarrillos lyncheanos, y una Peyton Place de cuño chaqueño. Todo un hallazgo.
El caso de El cielo elegido, por su parte, resulta extraordinario. Hay una delectación evidente en el retrato que de sus personajes y mundo religiosos el realizador, VÃctor González, lleva adelante. PodrÃa decirse, entre tanto más, que se trata de un triángulo amoroso entre tres sacerdotes. El más joven (Juan MinujÃn) oscila como péndulo, como lugar de desencuentro entre tantos cielos e infiernos como se puedan conjurar: las palabras o la Palabra, el vino o la sangre, la comida o la antropofagia, el alma o el cuerpo.
Las secuencias de inicio y desenlace de El cielo elegido son brillantes, crueles, demenciales. En lugar de tanta preocupación por qué significa qué cosa en la pelÃcula de González, mejor serÃa atenerse a qué cuerdas o fibras sociales se tensan. Porque cuando se ve lo que se ve, no importa tanto qué es lo que le pasa al joven cura como sà la perturbación que emanan del rostro lacerado, de la carne muerta, del cuerpo cremado, del fuego, del sexo, del dinero. ¿Para qué saber quién hizo qué y por qué? Mejor quedarse con el ánimo intenso, con la preocupación no resuelta, con los secretos inconfesados. Por todo eso, El cielo elegido es notable.
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