Una poética del fragmento pone en serie la obra literaria y la obra gráfica de Florencia Gutman, quien inauguró el verano pasado la editorial rosarina Danke con un primer libro: Adonde van las nubes. "Sus textos (escribe Daniel Gigena en su reseña) comparten con sus diseños e ilustraciones algunos procedimientos formales". Gigena describe a los poemas de Gutman como "collages verbales", certera definición que lleva a preguntarse por la materia a la que tajean y reagrupan. Esta proviene de la cultura del siglo XX y fue (¿antes?) procesada por los sueños (¿o ficciones de sueños?) que Gutman anota y reescribe con admirable fluidez: los poemas recortan y la prosa une.
Hay una afinidad de origen entre el collage, el diseño y los sueños, materia narrativa de los hermosos textos en prosa poética que la autora alterna con eficaces poemas de corto aliento y desencantados epigramas. De esa Ãntima hermandad algo saben, en arte, la ilustradora Grete Stern, con sus fotomontajes basados en pesadillas de mujeres; o el filósofo Walter Benjamin cuando en Onirokitsch vislumbró, en los sueños de los surrealistas, chispas del diseño de interiores de 1900.
Desde los diamantes del tÃtulo hasta las gafas de Givenchy con que Audrey Hepburn contradice la sencillez de Holly (su personaje en la pelÃcula), la protagonista del film basado en Desayuno en Tiffany's de Truman Capote encarna no sólo una versión femenina y neoyorquina de la modernidad que reúne diseño de alta gama, belleza, independencia y soledad, sino la intraducibilidad entre imagen y texto. Su respuesta a la declaración de amor del señor Bell ("Never love a wild thing", algo asà como: nunca ames a un ser que no esté domesticado) es traducida por Gutman casi literalmente como "No te enamores nunca de una cosa salvaje", rematando una bella secuencia de montaje en prosa donde esa figura casi mÃtica obsesiona y hace de doble al yo: "Espero el subte; Holly enfrente balancea las piernas. Suena el teléfono; Holly arriba, en la terraza, toma un trago y sonrÃe. Café en el bar; Holly apurada lleva unas bolsas. Pienso: '¿Se puede escribir Desayuno en Tiffany's como un cuento?'. 'SÃ, pero perderÃas a Holly', contesta el abecé".
En este primer libro, con la literatura como isla de edición entre imágenes (imágenes tan artificiales como verdaderas), Gutman se prueba diversas voces, propias o ajenas; el yo se fragmenta en tantas esquirlas y en tantos niveles de realidad y fantasÃa como lo que se recuerda o escucha. No es Holly, pero podrÃa serlo, la que resucita en los años setenta como la pareja de Malcolm McLaren (sÃ, los genios detrás de esas letritas recortadas en las tapas de discos punk como Never Mind the Bollocks) en el relato de un sueño gozoso: "DecÃa Atari, Atari, Atari, y me volvÃa a casa en un barco con el ancla más grande que habÃa visto en mi vida. (...) Coleccionábamos discos y me hacÃa amiga de Viviente Westwood en un viaje a Londres. VestÃamos a los Sex Pistols con retazos de encaje y alfileres. (...) Lo tenÃa todo; un amante que me amaba, uno que me deseaba, uno que me extrañaba y otro que me despreciaba. Y todos juntos eran él, el hombre de mi vida, un marinero del sur de Italia borracho y con olor a sal. (...) Eramos felices: pinos, arena y viento. (...) Luego fundábamos una lÃnea aérea donde yo era azafata con borceguÃes de caña alta, y el logo de la lÃnea era una nube, porque ¿adónde van las nubes cuando volamos?".
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