Moluscos, primer libro de Rosina Lozeco, se inscribe de lleno en la tendencia antilÃrica y narrativa de la poesÃa de las últimas tres décadas que los crÃticos dan en llamar "nueva poesÃa argentina", ya que ha envejecido veinte años el rótulo de "poesÃa de los noventa" y decirle "poesÃa contemporánea" serÃa una pura obviedad. Imágenes que cobran valor por sà solas sin casi ningún ornamento del lenguaje más que una voz constantemente malhumorada, irritante y monótona; pasajes autobiográficos que con modales desmañados y humorismo reo dan cuenta de formas de ser mujer y joven bien propias de la época (es decir, una chica que fuma, bebe, anda sola y es dueña de su vida); una narración minimalista en verso que enhebra en un preciso montaje novelesco el campo y la ciudad, el trabajo y el ocio, el amor y la separación; poco más hace falta para escribir un primer libro cohesivo y sólido pero sin sorpresas, sin picos ni valles de emoción: una poesÃa de llanura.
Las anécdotas están a fuego mÃnimo, lo mismo que los recursos. Algunas de las escasas metáforas surgen, al igual que toda figura no literaria del argot callejero, por la necesidad de disimular ante la ley: "le das mecha/ arriba de un vagón abandonado" ("Vagón"); "En otro momento/ estarÃa sentada en la vÃa/ o volviendo del rÃo/ encendiendo la calle con los amigos" ("Voladora"). La construcción comparativa no abre lÃneas de fuga sino que mantiene el vuelo rasante de la viñeta realista: "Los techos probablemente brillen/ como las calzas de las putas de la esquina" ("Cojejipis"). La filosofÃa se reduce a lo básico: "La vida es una voladora en la nuca" ("Voladora"). Y hasta la nostalgia es de corto alcance: "Te olvidaste de cómo era/ ser joven o estar borracho?// (...) bailamos y cantamos/ como cuando tenÃamos dieciocho/ esa época fue corta, pasó rápido" ("Reencuentro"). A veces, una feliz pincelada de ingenio imprime una composición dinámica a la chata postal: "Ahora me acuesto en el pasto/ y mi cuerpo está suspendido/ en el horizonte de alguien/ que está más lejos" ("Orión").
Este estilo de cuidada pobreza no sólo es coherente con las costumbres y los ambientes descriptos, sino que mantiene el control sobre una poesÃa que avanza con las riendas tensas, sin desbocarse hacia ningún exceso literario; lo excesivo está puesto en la acción, en la vida que se exhibe, en los impulsos que cuesta contener y en la pasión supuesta por defecto, a cuyo escenario el poema llega tarde. Un correlato objetivo de la pasión en extinción es la hediondez de los animales muertos, un perro o una rana librados a la podredumbre en el arrabal. La virtud de semejante austeridad es que hace resaltar gestos Ãnfimos de la mirada o la palabra: "Hay solo una nube en el cielo/ un poco desvanecida/ como transparente. (...) La miro, ella está quieta,/ inmóvil, como una señal,/ como un cartel luminoso que no es".
Rosina Lozeco nació en 1989 en Santa Fe, donde estudia AbogacÃa y sube poemas de Arthur Rimbaud en sus ratos libres. En 2010 y 2012 ganó en la disciplina Letras de la Bienal de Arte Joven de la Universidad Nacional del Litoral. Poemas suyos fueron antologados en 30:30. PoesÃa argentina del siglo XXI (Editorial Municipal de Rosario, 2013). Presentado en Rosario a fines de mayo en el marco de un recital colectivo de poesÃa organizado por sus editores, Moluscos es el octavo tÃtulo que integra la Colección Brillo de PoesÃa Joven de Iván Rosado.
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