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Domingo, 23 de julio de 2006
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El festival de Rafaela ya quiere ser internacional

El intendente Omar Perotti aceptó el desafío de proyectar el
Festival de Teatro de Rafaela -que en esta edición reunió a más
de 10 mil espectadores- del interior del interior, al exterior.

Por Julio Cejas
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En "Antígona" resaltó el hilo dramático marcado por Carlos Ianni. Ana Yovino se cargó en sus espaldas a cinco de los personajes.

Desde Rafaela

Cuando el grupo Los Macocos con La Fabulosa Historia de los inolvidables Marrapodi, corra hoy el telón del Festival de Teatro 2006, la ciudad de Rafaela volverá a escribir otra página memorable de su "fabulosa historia" dentro del espectro de las capitales del teatro argentino. Prueba de esto son las cifras que rondarían aproximadamente más de 10 mil espectadores a lo largo de las cinco jornadas que duró la movida, con un promedio de 2000 espectáculos por noche más los que se desarrollaron en las plazas. Pero este Festival que nació al calor de otro sueño, el de la gente del Instituto Nacional del Teatro INT), que veía en esta ciudad el primer intento por trasladar la fiesta "al interior del interior", tendrá en el futuro un desafío mayor.

En la noche de la inauguración, con un marco imponente de público y autoridades; el director del INT, Raúl Brambilla les tiró la pelota al intendente y al secretario de Cultura de la Provincia para que, a partir del año que viene, el festival forme parte del circuito de festivales internacionales. El intendente rafaelino Omar Perotti volvió a recoger el guante: "Tratar de convertir este festival en un evento internacional es algo que nos motiva y se transforma en un nuevo desafío para nosotros; ésta es una ciudad acostumbrada a vincularse y a proyectarse hacia lo internacional", respondió.

A nivel de programación esta edición mostró un protagonismo del teatro porteño que, según uno de los responsables, el director teatral Marcelo Allasino, "obedece a que la ciudad de Buenos Aires sigue siendo una de las plazas teatrales más fuertes del país, tanto a nivel de calidad como a cantidad de espectáculos". En este sentido en la noche inaugural pudo confirmarse este fenómeno a partir de la versión libre de Antígona de Sófocles, realizada por el poeta peruano José Watanabe y recreada por la actriz Ana Yovino, bajo la dirección de Carlos Ianni.

Esta relectura de uno de los textos paradigmáticos del teatro universal, recupera una historia que se proyecta a partir de esa otra terrible tragedia que nos toca de cerca y donde el cadáver de los insepultos sigue hablando desde el lugar de una memoria que se resiste a ser enterrada sin nombrar a los sepultureros que todavía aguardan un ajuste de cuentas por parte de las sociedades sitiadas por las dictaduras.

Por su parte, y siempre dentro de los espectáculos llegados de Buenos Aires, la noche del miércoles cerró con Mi propio niño Dios, obra escrita y dirigida por el reconocido actor Julio Chávez. Una extraña historia con ribetes fantásticos que se filtra a partir de una propuesta de marcado contexto naturalista y que retoma el tema de lo siniestro vinculado a las relaciones de una modista con su hija y un repartidor de telas que quedará atrapado en el "campo visual" de la familia.

El grupo rosarino La Comedia de Hacer Arte con la obra Patagonia y olvido fue el responsable de la apertura del Festival y demostró el nivel alcanzado por uno de los elencos que prioriza su contacto con el espectador a partir de recuperar un lenguaje teatral coherente con su propuesta ideológica y estética. A pocos días de haber sido presentados por el propio Osvaldo Bayer en la sala porteña del Centro Cultural de la Cooperación, el grupo recala con la única versión teatral de La Patagonia rebelde adaptada por el director Pablo Felitti. El trabajo sorprendió por la capacidad de los actores Ramiro Lollo y Cielo Pignatta para remontar las dificultades de una puesta pensada para espacios no convencionales y generar el aplauso final de los espectadores que de pie ovacionaron un trabajo de reivindicación del más genuino teatro político.

El jueves abrió la programación uno de los espectáculos de mayor contundencia tanto a nivel estético, actoral y de contacto con el espectador: Fotos de infancias de Jorge Goldenberg, bajo la dirección compartida de Berta Goldenberg y Juan Parodi. Jorge Goldenberg, reconocido entre tantos aportes al cine nacional por ser el responsable del guión de La película del Rey, vuelve sobre un tema siempre visitado por el teatro: la infancia y su relación con el mundo de los adultos.

También de Buenos Aires y con el atractivo para el público masivo de la inclusión en el elenco de la actriz Julieta Díaz (Locas de amor), se presentó Emma Bovary, una adaptación del clásico de Flaubert Madame Bovary, realizada por Ana María Bovo, quien también fue responsable de la dirección. Una apuesta difícil por el peso del relato que por momentos eclipsa la estrategia teatral, en un cruce entre la actuación y la narración que se potencia por la puesta de luces del talentoso Gonzalo Córdova.

Finalmente pudo verse Guarania Mía, un espectáculo de danza-teatro concebido por figuras de cierta trayectoria en este rubro como Carlos Casella; Leticia Mazur, Mabel Salerno y Rodolfo Prantte. Un producto demasiado pretencioso que trabajó intentando evocar el universo indígena a partir de músicas del Paraguay, con supuestas transgresiones en el lenguaje estético que no aportaron la profundidad que el tema requería.

Como si fuera una tendencia que podría destacarse a lo largo del Festival, este cruce entre el relato y la actuación volvió a verse en Paraísos olvidados de Rodolfo Roca con dirección del porteño Luciano Cáceres.

Por su parte en uno de los típicos productos generados a partir de la llamada "dramaturgia del actor", se pudo ver El 52, un drama de mujeres atrapadas por el juego del azahar, dirigido por Valeria Correa.

El otro elenco rosarino dirigido por Claudia Cantero, tuvo que readaptar su puesta De nuevo la furia a un espacio totalmente diferente al que estaba concebida una obra que como tantas tiene al espacio escénico como protagonista fundamental.

Otros platos fuertes provenientes de Buenos Aires fueron sin dudas No me dejes así, dirigida por Enrique Federman; Open House con dramaturgia y dirección de Daniel Veronese y La fabulosa historia de los inolvidables Marrapodi del Grupo Los Macocos.

Uno de los espacios vitales para el crecimiento del Festival fueron las charlas organizadas por periodistas de CRITEA, quienes intercambiaron con los realizadores y el público en general aspectos relacionados no sólo con las obras presentadas sino con el rol del teatro como disparador de la crítica y una mirada perturbadora de la sociedad que lo genera.

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