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Domingo, 5 de octubre de 2014
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Gandolfo a razón de un poema por día para completar un gran libro

Un muy esperado regreso con gloria

Elvio Gandolfo leyó en el Festival de Poesía su nuevo libro en ese género, editado por Iván Rosado. Su fórmula: "poner máquina para que lo que te viene que es lo real, el mundo, entre en un formato". Uno de los grandes escritores latinoamericanos.

Por Beatriz Vignoli
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Elvio Gandolfo durante la lectura de sus obras en el reciente Festival de Poesía

Elvio Gandolfo no usa celular. No tiene auto. Nació en 1947 en la provincia de Mendoza y formó parte en Rosario de la revista El lagrimal trifurca, que dirigía su padre, el poeta Francisco Gandolfo, cuyo legado él editó en sus últimos años. Vive en Montevideo y fue el mejor amigo de Mario Levrero. Coordinador hasta marzo de este año del extinto suplemento El País Cultural (Montevideo) y colaborador del Diario de Poesía (Buenos Aires); considerado el mejor periodista del Uruguay (hoy sin empleo); autor de algunos de los mejores cuentos del castellano rioplatense; cronista, traductor literario, ensayista y crítico tanto de literatura como de cine, Elvio Gandolfo ha descubierto que su actividad literaria clave es mantener algo que él llama "un estado de disponibilidad". Así viene escribiendo un poema por día después de no haber escrito casi ninguno en casi veinte años.

El resultado de ese trabajo (o al menos su primer 25 por ciento) puede apreciarse en El año de Stevenson. Primer trimestre, su libro de poemas editado por Iván Rosado en agosto de este año, con arte de tapa de Maxi Masuelli. El libro tiene 192 páginas y un formato de 25x17 cm, algo insólito para un libro de poesía. Y su alta calidad no decae. La novedad coincidió con su presencia como invitado a la vigésimo segunda edición del Festival Internacional de Poesía de Rosario: una impecable lectura de lo que él anunció como un "retorno a la poesía". (Gandolfo editó sus primeras dos décadas de poemas, desde 1968 hasta los 80, en una obra poética reunida aún inédita, que él tituló Ferdydurke).

El año pasado, Caballo Negro Editora le publicó en Córdoba un libro de cuentos, Cada vez más cerca ("Estaba por suerte en la Feria del libro, me gustó mucho la feria de este año, enorme", comentó). Por el mismo sello había salido en 2010 The book of writers, su libro de semblanzas de escritores reales a quienes no nombra, lo que hace del compilado un experimento: crear literatura como si fuera de ficción. Hay que seguir la obra de Gandolfo para pescar la conexión con El libro de los géneros (Norma, 2007), cuyos ensayos plantean la vigencia de la ciencia ficción, el terror, el policial y el género fantástico.

En la literatura de Gandolfo hay una voz, gracias al estilo coloquial en que escribe; al hablar, habla en períodos, abriendo y cerrando guiones sin perder el hilo. "El arte es un quilombo que imita al quilombo que es la realidad --declara--. Yo soy un tipo que observa mucho y por eso soy escritor. Mi actividad es pensar en lo que voy viendo, todo el tiempo, sin darme cuenta. Ahora, por ejemplo. ¿Viste que en el libro hay varios poemas dedicados a las palomas, contra...?".

La "guerra trivial" de Gandolfo contra aquellas mezquinas e injustamente idealizadas aves puntúa el diario poético que constituye El año de Stevenson como un interludio cómico al modo de los dibujos animados de gato y ratón: "palomas/ adultas, volantes/ ratas gordas" ("Balcón"); "Cultora como todas las de su raza/ de la tautología:/ somos bellas aves/ emblemas de la paz; no puedes tocarnos" ("Tenaces y tenazas"); "Me invade el arrebato/ panfletario, guerrero:/ una paloma que mata/ sin misericordia/ una miga de pan" ("Informe de avistaje").

"Salgo de la pieza recién --continúa--, y había dos tipos hablando: 'Viste que está lleno de palomas este edificio', dice uno; 'no', dice el otro, 'yo me conseguí un veneno contra palomas'. Anoche mi hermana me dice: 'no leíste ninguno de palomas', y ahora salgo del cuarto, que había subido a dejar un libro... y oigo ese fragmento de diálogo. Si yo estuviera en ese momento pensando: 'Tengo que llegar a pagar rápido la patente del auto...', no hubiera oído eso", reflexiona.

-Un permanente estado de atención flotante...

-Exacto. Y no es que me lo proponga. Es como me gusta vivir.

-¿Cómo ve la diferencia entre lo autobiográfico y lo literario?

-"Filial", que es un cuento sobre mi padre, es todo cierto. Pero es un cuento. Porque tiene ritmo, tiene estructura. Hay una mecánica donde hay cosas que van y vuelven. Y tiene una forma. Tiene un final que es un final literario: "Y ahí voy, en el ómnibus, con un original de mi padre, rumbo a lo desconocido". Eso no lo ponés en una autobiografía. Cuando es autobiográfico de verdad es otro tono.

La intimidad familiar es un tema recurrente en El año de Stevenson, sobre todo en las series dedicadas al padre ("El día antes" y "El día después"), quien recibe su homenaje filosófico en un gran poema: "Del cosmos como camión de sandías". Con su rotunda forma, con su cadencia cautivante, los poemas mantienen la frescura de apuntes del natural que dan cuenta de edades y muertes; afloran fulgurantes epifanías, un asombro lúcido ante "lo que existe/ minuto a minuto sólo/ en el presente,/ en el maná inagotable que acompaña/ a cualquiera mientras esté vivo" ("Inquisitivo"). También los colegas, en especial los que terminaron marginados, viviendo una vejez indigna, reaparecen en este libro; en uno de los poemas se atisba la figura de la poeta Juana de Ibarbourou. "Sobre todo la reconocen en Uruguay, todo el tema de la decadencia de ella final, biográfica y material, digamos, lo conoce todo el mundo. Y es un ejemplo de los tantos creadores uruguayos que terminan como el culo. Con cero ayuda del gobierno, de la gente. ¿Sabés qué te ofrece siempre la sociedad uruguaya? Un laburo que no te va a gustar nada hacer y que vas a tener que cumplirlo. Nunca te dan una guita para que vos vivas", denuncia.

-¿El año de Stevenson es un proyecto, va a seguir?

-Sí, exacto. Nació hace unos años que se me juntaron tres o cuatro cosas, o sea, estaba enfermo mi viejo, ya medio terminal, que tuvo Alzheimer; mi hija se fue de casa con su novio, y un par de cosas más... Yo a la poesía no la escribo si no me viene. No es como el relato que por ahí lo podés empezar, lo vas laburando, viste... y la poesía en cambio la tengo que ver palabra por palabra. Me tiene que venir el poema. Entonces dije: voy a hacer una máquina que me obligue a escribir todos los días. Y en principio se llamaba El poema diario. O sea, yo escribía un poema cada día. Los treinta primeros poemas, que son de enero, están escritos día por día. Y el libro es exactamente el orden en que escribí los poemas. A mí siempre me gustó mucho Georges Perec, que se plantea cosas así, viste, poner máquina para que lo que te viene que es lo real, el mundo, entre en un formato. Y después a lo largo de dos años fui escribiendo el resto. Y llegué hasta el día 10 o 15 del segundo trimestre. Fue fantástico. Porque además otra cosa de la poesía en este momento, tal como yo la encaré, es que me resultó técnicamente más práctica que la narrativa. La narración, viste, la novela, el boom fue en el siglo XX, de la experimentación, etcétera. Ahora está medio ahí, no es que vaya a morir, hay muy buenas novelas, pero no vas ahí. Es como la plástica, que desapareció. Fue reemplazada por esa especie de conjunto de actividades que ahora se le llaman artes plásticas que no es lo mismo, para mi gusto. Entonces, cuando leés el libro, nunca sabés qué forma va a tener el poema que viene. Viene un poema largo, viene un poema corto, viene un poema que es una línea de palabras, algo que obviamente yo me basé en algo fonético, no en el contenido, etcétera. Y fue muy placentero hacerlo y me dio vuelta cómo lo editaron acá los chicos de Iván Rosado, que quedó de puta madre. Porque además se jugaron, ¡es un libro enorme!

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