El trayecto en ómnibus desde la zona sur de Rosario hasta Fisherton es tan largo como una larga novela. La antigua estación convertida en coqueto centro comercial abre paso, ya de a pie, a un barrio arbolado con casas de una planta en hermosos terrenos llenos de vegetación, perros alertas y vecinos también, silenciosamente alertas.
Hasta que el tintineo penetrante de una alarma astilla esa paz sólo aparente, y todos comienzan a cruzarse de vereda preguntándose unos a otros quién la detonó. Los perros aúllan de dolor de oÃdos, el sonido no cesa y la cronista (la intrusa) descubre que la numeración de la calle es tan incoherente como una pesadilla. Hay que hablar con una de esas personas asustadas para descubrir finalmente el cerco de hiedras con el número pintado y tocar timbre. Daniel GarcÃa, artista plástico, sale con una sonrisa y una cachorra bastante grandecita de sabueso gris, que manifiesta su cariño con efusión demoledora.
Es una weimaraner, según averiguará la cronista dos meses después; "perro cobrador", apunta Wikipedia. Por suerte, no se le debe nada. Entonces esperará en la cocina, mientras la cronista accede a lo que vino a buscar: un taller de verdad, un taller de pintor, con olor a barnices al óleo, con las paredes marcadas por un palimpsesto multicolor de lÃneas en ángulo y la obra más reciente a la vista.
Daniel GarcÃa nació en 1958. Vive desde 1998 en esta casa que pudo comprarse con su trabajo profesional como artista. En su blog (daniel garcia.blogspot.com) cuenta que en 1981 estudió teorÃa del color con Eduardo Serón y que durante 1991 y 1992 asistió en Buenos Aires a un taller coordinado por Guillermo Kuitca (en 1990 habÃa comenzado su serie de pinturas objetuales titulada Camillas, que expuso ese año en la Biblioteca Argentina de Rosario y en 1991, con éxito de crÃtica, en el Centro Cultural Recoleta de esa ciudad; volvió a mostrarlas en 2012 en la ex ESMA). Que tras una tupida cosecha de premios en los años '90, obtuvo el Konex de Platino en el año 2002.
El blog de GarcÃa funciona como un diario de artista abierto al público, donde cuelga imágenes de su obra y exposiciones desde 2006: la del Centro Cultural Parque de España en 2009; las del Espacio Cultural Universitario de Rosario y el Centro Cultural Haroldo Conti de Buenos Aires en 2012, por subrayar sólo algunas. También pintó un mural para el Museo de la Memoria de Rosario, inaugurado en 2010. Ese mismo año participó como dibujante en la expedición Paraná Ra'Anga, organizada por el CCPE. Además de exponer sus dibujos y pinturas en galerÃas y otros espacios, de ilustrar y diseñar todas las tapas de la editorial Beatriz Viterbo y de varios libros publicados propios, Daniel GarcÃa elabora música experimental y singulares videos musicales, también experimentales, aplicando técnicas de collage a materiales de dominio público encontrados en Internet. Como es un artista de verdad, su obra se despliega en un rizoma de temas recurrentes, a partir de fuentes que previamente investiga: series potencialmente infinitas de frontales rostros anónimos, por ejemplo, captados por los dispositivos del poder policial o cientÃfico, nutren sus retratos y videos, previa modificación digital de la semejanza.
Lo monstruoso, tanto moral como fÃsico (asesinos famosos; fenómenos hallados en antiguos manuales de medicina), recorre su pintura de tonos melancólicos y superficie deliberadamente envejecida, que traza con los años una galerÃa de encuentros surrealistas entre anacronismos ricos en humor nostálgico, donde no faltan ni la belleza pop de una actriz picante de los años '50, ni los dibujos animados de diversas épocas. Una figura que se reitera con muchas variaciones y sentidos es el fantasmita de aquel videojuego primitivo, el Pacman. En su estudio tiene una máscara aborigen muy parecida, que también pintó.
¿Tus comienzos fueron con Serón o venÃas trabajando de antes?
VenÃa trabajando de antes. Y ya iba a un taller de plástica cuando chico, viste, como muchos chicos que les gusta dibujar, me mandaban a un taller en el barrio. Yo era de barrio Echesortu. Primero fui a uno, a los 6 años. Estaba por Castellanos, creo que entre Rioja y San Luis. Recuerdo muy poco del profesor excepto que usaba un guardapolvo largo y fumaba en pipa. Y me hacÃa copiar dibujos de Mickey y del Pato Donald. Y él fumaba y miraba lo que yo hacÃa sin decirme nada, nada más que eso. Creo que estuve ahà un mes y me aburrà porque lo podÃa hacer en casa a eso, yo querÃa dibujar mis cosas.
¿Y después?
Y después, nada, después continué siempre dibujando, la secundaria la hice en el Politécnico (NdR: de donde egresó con el tÃtulo de Técnico QuÃmico) y a partir de ahà en un momento es como que en el hobby de dibujar se fue haciendo cada vez más acentuado, y en un momento, no recuerdo bien, creo que debe haber sido en el último año del Poli, serÃa en el '77, unos amigos me convencieron para ir a un taller, que no prosperó. Después yo empecé la colimba, y cuando terminé la colimba me habÃa quedado como esa inquietud de ver algo más acerca del dibujo y de la pintura. Y empecé a estudiar dibujo con Liliana Depetris. Dos meses, con varias ausencias de Liliana. En realidad deben haber sido cuatro clases. Fui una vez y se habÃa ido de viaje, o no sé qué, sin avisar. TenÃa esas cosas Liliana. Y no volvà más. Y ahà los conocÃ, porque tenÃan juntos con ella el taller, a Manuel Uranga y a Daniel Scheimberg. Entonces empecé a ir a ver muestras, empecé a comprarme libros... a realmente entender cómo era el mundo del arte, del que no conocÃa nada. VenÃa más bien del lado de la ilustración. Me gustaban las tapas de los discos, tenÃa unos posters de Roger Dean en mi casa y dibujaba en ese estilo.
Eran las tapas de Yes. Te gustarÃa esa música...
SÃ, me gustaba Yes; escuchaba a Emerson, Lake & Palmer, o sea que conocÃa también a Gigier, que hacÃa las tapas de ellos. Entonces, eso era como mi introducción al arte. Y empecé a conocer a otra gente.
¿Cuándo fue eso?
Fin del '79, principio del '80. A principios del '81 fui al taller con Serón. Y me presenté por primera vez a un salón, al Salón de artistas rosarinos (del Museo Castagnino) y gané. Para mi sorpresa, gané el segundo premio.
¿Qué obra era?
Una que está en la colección del Museo. Un dibujo a tinta, con Rotring; está en el catálogo que hicieron de Papeles reencontrados.
En 1994, el crÃtico Ed Shaw escribió que "Daniel GarcÃa, después de disfrutar el Premio Günther en Europa, va a exponer en Miami en la galerÃa Fred Snitzer en julio y en Soho en la primavera", en el catálogo de la muestra La pasión de pintar (Ruth Benzacar, Buenos Aires).
No vi la muestra porque estaba de viaje --recuerda GarcÃa--. HabÃa llevado obra para hacer otra muestra en Miami, que dejé toda la muestra instalada pero tampoco vi la inauguración y me fui a una residencia en Pontoise, cerca de ParÃs. En ese momento cuando se hizo la muestra yo estaba en Europa por éso, por el premio Günther, que era un viaje a ParÃs. Y ahà conseguà una residencia en un pueblito, Pontoise, que tenÃa un centro de arte y un lugar para residencia de artistas, y estuve dos meses y pico ahÃ, trabajando. Asà que en ese momento ya estaba exponiendo internacionalmente, empezando a exponer en Buenos Aires, asà como en la galerÃa importante... de hecho en esta muestra (en Ruth Benzacar) yo presenté tres obras y las tres obras se vendieron y fueron lo único que se vendió en la muestra. Entonces al año siguiente me hicieron una individual. Y después ahà en ParÃs yo me encontré con Günther y me estuvo preguntando acerca de qué proyectos tenÃa, qué pensaba hacer de mi vida... Günther era Edgar Günther. Un coleccionista, creo que de origen alemán, pero que vivÃa en Estados Unidos. Y Günther hizo un trato conmigo para comprarme 12 cuadros, un cuadro por mes durante un año. Y eso fue para mà muy importante porque significó una entrada fija de dinero. Y en esos años empecé a exponer afuera. Después expuse en Houston, en Nueva York, en México, hasta fines de los '90. Y después me encontré en un camino que no era el que yo querÃa hacer. QuerÃa seguir viviendo en Rosario, querÃa estar con mi hijo. Ahora trabajo dibujo y cosas chiquitas con la galerÃa Mar Dulce (Buenos Aires). Son Ral Veroni y su mujer, Linda. Por un lado tal vez perdà posibilidades de haber escalado a otros lugares en mi carrera. Por otro, estoy pintando lo que tengo ganas de pintar. Y logro sobrevivir.
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