Este sábado, dÃa del escritor, Guillermo Bacchini (nacido en Rosario en 1967) presenta la tercera edición de su "texto de discusión polilógica" titulado El ducto. También presentará dos libros nuevos: El escalofrÃo y El naipe carbónico. La cita es a partir de la 18.30 en la Biblioteca Argentina (Roca 731). Participarán como oradores de la triple presentación otros siete rosarinos, entre ellos Roberto Retamoso, Gustavo Freiberg, Andrea Ocampo, Waldo Bode y Manuel DÃaz.
Con El ducto, que tuvo sus dos primeras ediciones en 1996 y 1999, Bacchini creó su propio género literario. Por entonces, leÃa en vivo sus propios textos en performances que tenÃan la intensidad rÃtmica del rock en vivo, si bien el autor (y lector de sà mismo) se pretendÃa muerto parlante, enmascarado por una quijada de caballo; no casualmente la quijada es el instrumento articulatorio de la palabra.
El goce de articular la propia voz es lo que cohesiona y da sentido a su literatura de vanguardia. En ella fluye una discursividad que sólo se pretende mÃmesis de una voz, renunciando a cualquier otro tipo de escena o representación: cuando surge algún atisbo de descripción o anécdota, Bacchini lo disuelve de nuevo en el mar de la lengua en acto, en un páramo de pura exterioridad sin interior, renuente a cerrarse en ensayo, novela o cualquier género. Teatro de la enunciación, su texto es un acontecimiento en el que se enfrentan dos exterioridades: lo real sin nombre versus la palabra sin referente. Lo singular en Bacchini es esta topologÃa. No se narra pero algo sucede.
"Todos perderán el ritmo", comienza El ducto, al pie de un epÃgrafe por James Joyce: "Para eso son los ritmos y equilibrios, para que se pierdan". Cuando escribió El ducto, Guillermo Bacchini tenÃa presentes como influencias a Samuel Beckett y a Joyce. Lleva años leyendo traducciones en sus performances de estos dos autores irlandeses; sumó luego al austrÃaco Thomas Bernhard. En obras posteriores como El tejido de ilusión (2001) o La palabra pneumática (2009) incorporó la influencia de lecturas filosóficas, tanto desde la metafÃsica aristotélica como desde la filosofÃa del lenguaje. Otra influencia es la del psicoanálisis lacaniano, sobre todo en su ética. No simular realidad ni disimular que el sentido es puro goce, y ubicar al ser sólo del lado de la palabra, son decisiones éticas, propias del pacto contra el realismo que Bacchini entabla con su lector.
"Bacchini es, también y casi ante todo, un humorista", escribió DÃaz en un ensayo hoy inhallable subido en 2013 al sitio PoesÃa Argentina, "y el chiste en él reside en dar por tierra con toda intención de trascendencia". Bacchini escribe, según DÃaz, "como alguien que no se ha recuperado y que jamás se recuperará de lo que la institución de la lengua le ha impuesto, como quien se ha visto inmerso en el pantano de la significación y ha decidido salirse...".
El disparador es una escucha atenta al habla coloquial local y sus equÃvocos: "¿Existe esta madera?, o es un enchapado -dijo, raspando la pintura que saltaba de la puerta por la que filtraba el frÃo aire del macizo invierno - sÃ, le contesté, es una madera que existe. ¿Cómo se llama esta madera?, continuaba. No sé, le dije, mi abuelo lo sabrÃa, reconocÃa a todos los árboles", escribe en "El escalofrÃo".
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