Hasta el 5 de julio, de martes a domingos de 15 a 20, la primera galerÃa y el corredor transversal del Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el rÃo) funcionan como un verdadero túnel del tiempo. Con fotos y videos, con curadurÃa de Rodolfo Perassi y Rubén Echagüe, realizada con una calidez tan necesaria en este invierno y que hasta se permite el chiste amistoso del tÃtulo, Manuel Uranga & CÃa. reúne y rescata dibujos a todo color y otros materiales de diversos artistas plásticos que reinventaron el surrealismo en Rosario hacia 1980.
El portal de entrada al agujero de gusano que opera el salto retrospectivo se encuentra en un documental en video digital que es copia de un original en formato Súper 8: el comienzo de Savoy (1980), del realizador rosarino Mario Piazza y su grupo de talleristas, parece trasladar a la tradicional esquina de San Lorenzo y San MartÃn la secuencia de apertura de Taxi Driver. Es una rapsodia urbana de jazz y luces nocturnas que de a poco se aproxima a unas cortinas de tul sintético o voile (muchos bares tenÃan, en esa época) y al viejo letrero de neón. Y entonces la materia de otro tiempo golpea la conciencia: vemos pulcras camisas blancas, poses y peinados enrulados que ya no existen; una jovencÃsima Gladis Nistor (escultora rosarina hoy radicada en ParÃs) sacando la lengua en inocente gesto punk, junto a Carlos Capella; un elocuente Rubén Baldemar (escultor y pintor rosarino fallecido en 2005), y la mismÃsima Elbia Rosbaco, viuda de Leopoldo Marechal y escritora ella misma, de visita en Rosario para la Feria del Libro y para el estreno de su obra teatral La cacique.
"No es propiamente una pelÃcula mÃa", evoca Piazza. "Convoqué a un taller de realización de Súper 8 llamado Filmic 80. La idea era una ficción como trabajo final pero una de las participantes, Noemà Torregino, propuso hacer un documental sobre el Savoy. Están los participantes del taller, mi hermana Silvana, Mariano Suárez", cuenta.
La pregunta fuera de cámara, cortada en la edición, serÃa: ¿Por qué venÃs acá? Abundan respuestas de una parquedad nihilista. El único capaz de dar la talla de estrella es el pintor Manuel Uranga, que dice: "Acá están todos mis amigos". Como si presentara la muestra.
En ella expone él mismo, junto a Arturo Uranga, y junto a su maestro Julián Usandizaga y a compañeros del taller de Usandizaga, como Juan Carlos Elechosa; o Carlos Grimi, o aquella supernova fugaz que fue Liliana Depetris. También se ve obra de artistas de Rosario que siguen produciendo, como los curadores mismos, o el refinadÃsimo dibujante Aldo Ciccione Chacal y el genial pintor Daniel Scheimberg, actualmente radicado en Buenos Aires y respaldado por una trayectoria internacional. De él se muestra una pintura en acrÃlico perteneciente al Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, ex Bernardino Rivadavia, donde fue un baluarte de la resistencia cultural de esos años; su rostro joven aparece en un retrato a lápiz que le hizo Uranga en 1981. Salvo por la rigurosa investigación óptica de Scheimberg, prevalece un surrealismo de detalles a la vez fantasiosos y naturalistas, con una técnica virtuosa. Por Perassi hay un retrato de su hijo Juan, soñando en azules; de Depetris, el dibujo intimista de una mujer dormida.
"Nos afanábamos en bucear en nuestra irrepetible interioridad", escribe Echagüe en el texto de sala. Otra curiosidad es una antologÃa de poesÃa por Carla Borgonovo, Sergio Cueto, Eugenio Previgliano, MartÃn Prieto y Oscar Taborda, ilustrada con dibujos de Uranga.
Manuel Uranga nació el 9 de junio de 1957 en Isla Verde, Córdoba. Comenzó sus estudios en Rosario en 1975, en el taller de Julián Usandizaga. Dos años después, participó de una muestra del taller. Participó como ilustrador en revistas literarias y libros. Se destacaron su técnica y su singular poética, emparentada con el surrealismo de Dalà y de los grandes dibujantes de novela gráfica de la época. En 1982 emigró a Brasil con su compañera, Silvia Arce, con quien tuvo dos hijos, Micaela y Raphael. Allà trabajó en publicidad, ilustración, escenografÃas teatrales y dibujando para cine, televisión y estudios de arquitectura. Uranga murió el 12 de mayo de 2001 en Florianópolis, Brasil.
HabÃa logrado un sueño: vivir del arte. Y vivir bien, en una casa de ensueño. Su solvencia como retratista, paisajista y creador imaginativo se destaca en cada boceto, dibujo o pintura de la muestra, que también revela sus procesos creativos al presentar las fotos que inspiraron algunos de los trabajos, como Silvia en la ventana (1986).
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