Sábat siempre vuelve a Rosario. Hasta el domingo, con texto de catálogo por Rafael Ielpi, puede verse en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa una selección de más de cincuenta de sus dibujos: Pichuco y el Gato. El primero es el apodo de AnÃbal Troilo y el segundo el de Astor Piazzolla. Cuenta Horacio Ferrer que fue Troilo quien le puso Gato, cuando en 1940 lo incluyó siendo muy joven en su orquesta como bandoneonista y compositor de orquestaciones que revolucionarÃan la historia del tango. En un poético intento de traducir en palabras sus estilos, escribe Ferrer que "Astor toca como labrando joyas negras y melancólicas y Pichuco haciendo brillantes lágrimas de luz". Y asà los dibuja Sábat. Al bandoneón de Troilo le transforma el fueye en arco iris; el de Piazzolla garúa oro y tinta. Comparten retratos con otros reconocibles Ãdolos del tango: Edmundo Rivero, Discépolo, Tita Merello, Osvaldo Pugliese, Susana Rinaldi y Carlos Gardel.
Cronista gráfico y amante de la música, Sábat parece improvisar sobre los rasgos de un rostro conocido como el músico de jazz que también es (al clarinete, en sus ratos libres) sobre las armonÃas de un standard. "Cuando empiezo a hacer un trabajo, no sé cómo lo voy a terminar. No tengo una idea previa", dijo en 1999, cuando expuso en el entonces Bernardino Rivadavia los retratos musicales de Sábat se muestra. Aquella vez armó para la inauguración una súper banda de músicos locales (Fernando De la Riestra, Chivo González, Pau Ansaldi, Cuqui Polichiso y Baby ZacarÃas), donde su clarinete se le animó a un blues propio.
Hace cinco años trajo a las mismas salas los originales de su libro Héroes de la dependencia, galerÃa pictórica de oscurÃsimo y goyesco expresionismo que parecÃa preguntar: "¿Sabe usted lo que el tiempo es capaz de hacerle a una cara?". Sus dibujos de tango, si bien con el mismo estilo, tienen la precisa levedad del caligrama.
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