Auspiciada por Abuelas de Plaza de Mayo, la SecretarÃa de Derechos Humanos de la Nación y el Inadi, la obra El cauce, de MatÃas Bertiche, se presentará mañana, por primera vez, en Rosario. Dirigida por el propio Bertiche, y protagonizada por Natalia Pascale y Ernesto Falcke, la puesta se instala en un terreno difÃcil, focalizándose en la relación entre una joven abogada y un militar que se prepara para ser juzgado por los delitos cometidos durante la última dictadura militar.
La trama se desarrolla en una cárcel vip de un cuartel del Ejército, espacio en el que el coronel Rubén comienza a recibir las visitas de Carolina Vidal, hija de quien fuera su mejor amigo: un oficial retirado al que dejó de frecuentar dos décadas atrás.
En ese contexto, el reencuentro entre el militar y quien será su defensora va más allá del mero vÃnculo profesional. Cada encuentro significará una posibilidad de volver a mirar un pasado cargado de secretos. Y allà radica uno de los grandes desafÃos a los que debió enfrentarse Bertiche, quien asumió la siempre controversial misión de darle voz a un genocida. "Para mi generación, para los que nacimos entre 1976 y 1981, las dos grandes tragedias que nos pasaron fueron la dictadura y la guerra de Malvinas, temas sensibles para mà y mis compañeros. En mi familia siempre se conversó mucho sobre esto. De alguna manera, eso estaba dando vueltas y habÃa que canalizarlo", apuntó el autor y director a Rosario/12.
Sin embargo, para Bertiche el puntapié no estuvo dado por elementos de carácter histórico, sino por "una imagen disparadora". "Fue muy útil a la hora de construir todo el proceso, ya que fui detrás de una idea de lo que querÃa contar --detalló--. Partà de una imagen poética, que en este caso tenÃa que ver con un represor que estaba atrás de las rejas. La obra transcurre en 2007, cuando comenzaban los juicios a los represores. A todos nos hubiera gustado que los desaparecidos hubieran visto eso que estaba ocurriendo, que hay memoria, que hay justicia. A partir de eso empecé a escribir la obra".
Escrita entre 2012 y 2013 como parte del trabajo que Bertiche realizó en el taller de dramaturgia de Diego Ferrando, El cauce se nutre de hechos reales para aportarle contexto a una dramaturgia que, sin embargo, no se inspiró en personajes puntuales, concentrándose en cambio en profundizar en el vÃnculo entre los dos protagonistas de la ficción. "Lo que sucede en la obra es la relación de este coronel y la abogada que lo va a defender --remarcó--. Ellos se reencuentran después de veinte años, porque un muy buen amigo que tenÃa este coronel, un militar ya retirado, se termina distanciando del tipo. En estos encuentros lo que se empieza a develar es que Carolina empieza a resignificar toda la historia de sus padres con este hombre que alguna vez fue como su tÃo. En este lugar de encierro, ella resignifica bastante de su infancia, sobre todo de la relación con sus padres. Empieza a haber un vÃnculo entre ellos dos, que es bastante ambiguo. Ella es la única que lo visita, y hay algo de esa persona, del coronel, que la atrae".
A lo largo de los siete encuentros que la obra deja ver, las ambigüedades darán paso también a que comiencen a vislumbrarse verdades hasta entonces ocultas: "Hay un cabo suelto en la historia, una tÃa que está desvinculada de la familia pero que aparece con la causa del tipo que está detenido. Hay una noticia que empieza a estar en los periódicos y esta tÃa se contacta con la abogada para acercarse. Es la tÃa que sabe la verdad. A partir de ahà el coronel empieza a darse cuenta que esa mujer está dando vueltas y que Carolina se puede enterar de la verdad".
Para fortalecer la profundidad del relato, Bertiche decidió que el controversial personaje masculino no se anclara en estereotipos. "Humanicé al personaje del coronel porque me pareció lo más teatral a nivel de rédito dramatúrgico --explicó--. Mientras más hijo de puta lo hiciera, en términos literales, era menos conflictivo a nivel teatral. Más allá que tiene su perfil de hijo de puta, y está muy bien el personaje, hay un trato muy cotidiano que me parecÃa interesante desarrollar. AgustÃn Vanella, mi asistente de dirección, es abogado y trabaja en los juicios, con él siempre hablamos que entre los militares hay de todo: los que son muy hijos de puta y otros que los ves y no podés creer que hayan hecho lo que hicieron. Sin embargo Rubén no está en ninguno de los dos extremos".
Claro que, ante cada encuentro, frente a la inminencia de un juicio del que difÃcilmente podrá salir impune, el coronel irá develando facetas de su personalidad hasta entonces resguardadas en la firmeza y corrección propias de su formación militar. "El personaje se va corriendo, se va desarmando afectivamente a medida que pasan los encuentros --afirmó el autor--. Por otro lado, lo interesante es que Carolina, sin darse cuenta, va hablando de su vida. Hablan mucho del pasado. En ese contexto también hay una historia de él, que cuenta su infancia y su juventud, una historia personal sobre sus padres, que es efectiva porque escuchás la historia de ese represor. Algo que no justifica nada, pero a Carolina la sensibiliza. Y hace que ese vÃnculo entre ese supuesto tÃo, treinta años mayor, empiece a hacerse más ambiguo".
Aun sin tener presencia escénica, el tercer personaje de la obra es el que abre también hendijas por las cuales descubrir aquello que se ocultó décadas atrás. "Esta tÃa en su momento, cuando supo la verdad, quiso denunciarlo. Tengo ese imaginario respecto al personaje, una mujer a la que borraron de la familia y Carolina nunca más la vio. Hasta que la tÃa se vuelve a contactar con ella. La tÃa es el único personaje que podrÃa reflejar a la sociedad civil, para hablar de qué se enteraba durante la dictadura y qué no. Aunque todo eso pasa muy rápido en la obra", apuntó Bertiche, que concluyó: "Escribà sin saber a dónde iba a llegar. Asà trabajé, y después empecé a ordenar las escenas. No me propuse contar nada especÃfico".
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