El nombre de Jauretche despierta en principios dos sentimientos encontrados. Entre la militancia y los intelectuales del campo nacional-popular un cómplice entusiasmo. Haber acompañado con el cuerpo sus ideas (basta recordar que su primer libro "Paso de los libres" proviene de una incursión carcelaria), haber sacudido el terreno cultural en momentos en que las clases dominantes maltrataban al paÃs le granjeó leales simpatÃas y convoca al gesto emulante.
Es más, no serÃa impropio a esta altura señalar que si bien dentro de este linaje polÃtico se computan las destacables producciones de Juan José Hernández Arregui, John William Cooke o Rodolfo Puiggrós, el hombre nacido en Lincoln lleva claramente la delantera en el escalafón del procerato intelectual. Tal vez colabore con ello cierta llaneza de su estilo, su fervor por el cruce polémico, su sistema de categorÃas abastecido por la picaresca criolla. Jauretche transmitÃa verdades en absoluto insustanciales en una retórica que puede transitar sin hermetismos en cualquier ámbito de discusión entre compañeros.
Por lo demás, resulta evidente que el peronismo se ha apoderado de su herencia, en parte porque el propio Jauretche entregó sus más prolÃficos años a predicar con esmero las consignas de ese movimiento, en parte porque el modelo de intelectual que supo encarnar coincidÃa a pleno con el clima cultural que partió a la Argentina a partir de 1945. Un clima drástico, de querellas entre la cultura de elites y la cultura plebeya, de campos ideológicos nÃtidamente enfrentados, de convulsiones sociales y nuevos sujetos históricos. SatÃrico con las oligarquÃas, receptivo de la vivencia popular y traductor eficaz de grandes verdades de la patria, calzó justo. Ni liberal ni marxista para más, en una marca de autoctonÃa doctrinaria de la que siempre hizo gala el mismÃsimo General Perón.
Sin embargo, esa lÃnea identificatoria nunca fue cristalina ni permaneció impertérrita. Antes de ser radical Jauretche fue conservador, antes de ser peronista fue radical y mientras fue peronista llegó a imaginar que por el bien de la patria el liderazgo de Perón debÃa ser reemplazado por el más preclaro talento de Arturo Frondizi.
¿Datos secundarios tal vez? De ninguna manera creemos, pues testimonian intrigas culturales y polÃticos bien interesantes. Por citar solo dos. En su primera versión de "Paso de los Libres" Jauretche elogia el triunfo del Ejército Grande en la Batalla de Caseros, para más tarde reconocer (al momento de la versión ya definitiva) que un más fino conocimiento de la historia nacional le habÃa permitido justipreciar las desgracias ocasionadas por la caÃda de Juan Manuel de Rosas. Peso claro de la tradición liberal en los primeros pasos de nuestro autor, que importa además para advertir las pendulantes relaciones entre la Unión CÃvica Radical y lo que luego se conoció como revisionismo histórico.
Siguiendo con los intrigas, y como ya quedó dicho, el entusiasmo por la figura de Frondizi fue efÃmero pero intenso, al punto que en alguna correspondencia Jauretche se atreve a afirmar que este promisorio dirigente estaba virtualmente en condiciones de sintetizar de la mejor manera los dramáticos clivajes instaurados por la mayor de nuestras zonceras, civilización o barbarie. Estadista en potencia entonces, apto para desplazar a un Conductor en el exilio que se muestra errático y lanza desatinados llamados a "kilombificar al paÃs".
En esa misma dirección, es bien habitual recordar uno de sus más consumidos textos, "El medio pelo en la sociedad argentina", como rigurosa amonestación hacia una clase media fatuamente veleidosa y polÃticamente confundida, siendo este un arsenal de dictámenes militantes que a cada momento el movimiento peronista aplica para comprender sus infortunios electorales. Mirada sesgada, sin embargo, pues en la última parte de ese mismo libro se entregan otras enseñanzas, orientadas a puntualizar como el desorbitado personalismo del lÃder o la proliferación de burocráticas torpezas habÃan obturado un factible acompañamiento de esas mismas franjas de la burguesÃa y pequeño burguesÃa; que no debÃan ser desperdiciadas en aras del robustecimiento del Frente Nacional de Liberación.
Intersticios entonces de un Jauretche menos conocido pero igualmente relevante, pliegues semiocultos de un pensamiento que en su meritoria combatividad ideológica albergó oscilaciones, grises y secretos que este volumen intenta reflejar desde su variedad de participantes.
Digamos también que esa condición de clásico no es fácilmente digerida por algunos segmentos de la intelectualidad argentina. Se lo acepta allà como polemista punzante, como ocurrente predicador de sus atendibles convicciones o como eficaz divulgador de una tradición cultural insoslayable, pero difÃcilmente como constructor de una trama conceptual que amerite transitar aulas universitarias, currÃculas prestigiosas o afianzados cenáculos del saber.
Era un hombre largamente instruido y ha dejado enseñanzas que no pueden estar ausentes de nuestra formación universitaria.
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