No tuvo estreno comercial, pero el DVD le ha dado cabida. De todos modos, qué pena que la pantalla grande no haya sido su cobijo. Se trata de la más reciente realización del danés Thomas Vinterberg, quien sumió a varios en una angustia al lÃmite tras La cacerÃa (2012), con Mads Mikkelsen acusado por una comunidad tan siniestra como la que protagoniza esa obra maestra que es La celebración (1998), film que fundara al movimiento conocido como Dogma. Entre una y otra, la comunidad aparece en su cine como un animal de celos predispuestos, a punto de saltar sobre quien deba con tal de mantener una apariencia funcional. En esa dirección también sucedÃan Todo es por amor, con sus muertos por tristeza tirados por las calles de un futuro cercano; y Dear Wendy, con guión de Lars von Trier -el otro creador del Dogma-, en la recreación del romance entre la sociedad estadounidense y la tenencia de armas, a través de la vida de una pandilla de pibes.
Es por esto que en cualquier pelÃcula de Vinterberg, no puede dejar de atenderse a la impronta de sospecha con la que delinea las relaciones humanas. Este es también el caso de Lejos del mundanal ruido. Se trata, efectivamente, de la novela de Thomas Hardy; también, por supuesto, de la pelÃcula homónima del inglés John Schlesinger. En todo caso, es una remake sorprendente, afÃn con el cine del director danés, capaz de releer aquella pelÃcula insigne.
El film de Schlesinger tuvo su estreno en 1967, y contó con los protagónicos de Julie Christie, Alan Bates, Peter Finch y Terence Stamp. Christe ya habÃa ganado el Oscar por un trabajo anterior con Schlesinger -la excepcional Darling-, y el director lo ganarÃa con su proyecto siguiente, Perdidos en la noche (1969).
La pelÃcula estuvo inscripta en la lÃnea de las grandes producciones de la época. Sus casi 170 minutos no se privaban de intervalo y música para la obertura y el entreacto. Schlesinger se volvÃa, a su vez, un realizador que daba un salto profesional más profundo -Hollywood era la siguiente parada-, luego de haber sido parte generacional, si bien sin identificación con este movimiento, del Free Cinema, la vanguardia del cine inglés de fines de los cincuenta y la década posterior.
La historia de Batsheba, la joven que gracias a una herencia será dueña de una granja, para asumir como capataz, disputar un lugar social de predominancia masculina, y de paso volverse mujer, tuvo guión de cine en las manos de Frederic Raphael -quien ganara el Oscar por Darling, futuro guionista de Kubrick en Ojos bien cerrados- y fotografÃa a cargo de Nicolas Roeg -quien venÃa de trabajar con Roger Corman para luego dirigir tÃtulos notables como Performance y Venecia Rojo Shocking-.
El resultado fue sublime, a partir del melodrama histriónico que Batsheba juega con los hombres que la rodean: el pastor Gabriel (Alan Bates), el venerable Boldwood (Peter Finch), y el sargento Troy (Terence Stamp). Gabriel es el hombre paciente, el que observa y sufre en silencio, mientras la fortuna lo deja en la ruina y trabaja para esta mujer indomable. Boldwood es el vecino venerado, aristócrata misógino que no ceja en su empeño por hacer para tener. Y Troy es el soldado que se engaña a sà mismo, que intenta escapar a un dolor que no sabe manejar mientras hiere el aire -y a quienes le rodean- con su espada. Los tres tienen en Batsheba su eje. Mientras, ella intenta mantener un equilibrio.
Julie Christie supo componer una figura inasible, de ánima volátil, rápida en sus acciones, imprevisible y preciosa. En la versión nueva, el rol cae en manos de la cada vez mejor Carey Mulligan, cuya picardÃa suspendida entre la adolescencia y madurez le hace encantadora. La reformulación propuesta por Vinterberg ofrecerá una Batsheba más decidida pero dubitativa, conciente de una independencia que la versión anterior componÃa en torno al clima de las conquistas sociales de la década de 1960.
En este sentido, la nueva Lejos del mundanal ruido ofrece un retrato femenino contemporáneo. Batsheba inicia el relato alertando sobre lo indómito de su carácter, y responde de manera perfecta al clima desorientado en el que se sitúan su corazón y el de sus pretendientes: "No puedo entender mis sentimientos con los mismos términos con que los hombres definen a los suyos". Lo que dice es magnÃfico, y da en el lugar central del film de Vinterberg, ya que es eso lo que su puesta en escena pretende filmar.
Batsheba provoca la desesperación. Sus réplicas a quienes la pretenden son evasivas, no permiten certezas. Ella misma no está segura de sà misma. Lo que no equivale a estar privada de decisiones que la lleven hacia un dolor que no quiere. Es más, aun cuando su intención sea la de evitar el vÃnculo con Troy (Tom Sturridge), será ella misma quien se traicione. La pulsión por él puede más, con él habrá de compartirse, y por él pondrá en suspenso su futuro y el de todos.
Las aguas de Lejos del mundanal ruido no ofrecen sostén seguro, mientras son atravesadas con el fin de hacer sentir al espectador un mismo desasosiego. Batsheba se pone iracunda, no soporta lo que le sucede, siente que entre razón y pasión no hay vÃnculo. La desesperación también atribula a Gabriel (Matthias Schoenaerts) y a Boldwood (Michael Sheen). El primero, desde un silencio cómplice, a la espera de esa mujer a la que decide cuidar, a pesar de todo. El segundo, porque ha caÃdo en manos de ella; él, orgulloso del dominio que tenÃa sobre sà mismo, ahora incapaz de dar un paso sin sentir pena. Cuando muestra a Batsheba todo lo que él es, la magnificencia de sus posesiones, sus tierras verdes y mansión, ella no muestra fascinación alguna. Batsheba también es propietaria. Pero de algo todavÃa más importante que todo eso.
Otro aspecto que el film de Vinterberg ofrece -a su vez presente en el original- es el amor necrófilo, traumático. Troy lo sufrirá de mayor manera, pero Batsheba tampoco quedará indemne. Schlesinger recrudecÃa más esta instancia, al depositar planos detalles en el empecinamiento de una tumba por desenterrarse. Más el hijo fallecido que surgÃa de una relación que habÃa sido, descansando ahora en un féretro. Este es uno de los momentos más ominosos de Lejos del mundanal ruido. Los muertos nunca lo están del todo. El clÃmax del film, justamente, será éste.
En esta lÃnea, la pelÃcula de Schlesinger se permitÃa una variación mayor al incluir un largo capÃtulo con el desaparecido Troy vuelto actor de circo. AllÃ, durante su caracterización de Dick Turpin, el Troy de Terence Stamp alardeaba con sus mascaradas ante Batsheba y Boldwood. Para el caso de Vinterberg, la resurrección de Troy será desde las sombras. En última instancia, lo que renace es el temor de Boldwood y el de Batsheba, cada uno por motivos diferentes.
Las tormentas, por otro lado, aportan desde su dramática la expresión mayúscula de las pasiones. Los dolores se exclaman en forma de tempestad. Cuando ésta suceda, tres instancias serán decisivas: el casamiento de Batsheba, el cuidado irrenunciable de uno de ellos, y la marginación del tercero, cuyo dolor tal vez sea el causal de los rugidos del cielo. De esta manera, podrÃa entenderse al trÃo masculino como una sola persona, cuyas caracterÃsticas sobresalientes resultaran emancipadas, distinguibles.
Por último, desde un desenlace que aporta cualidad formal, el film de Vinterberg resuelve el argumento desde el acento en los puntos suspensivos, con una Batsheba que no renunciará a su carácter tempestuoso ni a su humor huidizo. Lo que hubo de suceder de modo previo, en última instancia, es eso que hace raras a las personas, impelidas como lo están a vivir en conjunto.
Es ésta la temática que sobresale en los films del realizador danés. Un personaje será fusible, disparador del drama que sobrevendrá. Todo se le caerá encima, pero igualmente batallará. Sobre el final, quedará en estado alerta, con el problema resuelto pero el carácter afectado. Para siempre.
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