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Martes, 19 de septiembre de 2006
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Omar Henry y la pintura como un espacio para el pensamiento

El pintor nacido en Uruguay y radicado en la ciudad expone en la galería Stein. Define a la pintura como "un acto de reflexión permanente" y exagera con lo de "pintar siempre lo mismo".

Por Beatriz Vignoli
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"La corriente hace de nosotros cosas que pasan" (acrílico, 2006; medidas 100 x 150 cm).

"Si me apuran, puedo llegar a decir que siempre he pintado lo mismo", confiesa Omar Henry (Minas, Uruguay, 1949), cuya obra reciente puede verse hasta el 7 de octubre en la galería Stein (Santa Fe 2479). Este pintor, que define a la pintura como "un acto de reflexión permanente", vive y trabaja en la zona sur de Rosario desde 1984. Entre sus muestras colectivas se destacan: "Pintura Rosarina en Buenos Aires" (Fondo Nacional de las Artes, 1993); "Pintores Latinoamericanos" (Jesse & Raimond, Panamá, 1994); "Pintura Argentina Joven" (Ruán, Francia, 1995) y "Pintura de Rosario" (Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, 1998).

Con lo de pintar siempre lo mismo exagera, pero algo de eso hay. El de sus pinturas es un espacio interior al que Henry vuelve siempre, como si tomara fotos de un mismo lugar imaginario. Es como el espacio onírico de los sueños; o como el de un videojuego, al que se asemeja vagamente, como también a la imaginería metafísica en cierta pintura de los años ochenta. Y aunque sus lugares virtuales varíen, siempre de lo que se trata es de un espacio, abierto o cerrado, donde un vacío poderoso es interrumpido en ciertos puntos compositivamente estratégicos por repeticiones de objetos enigmáticos. Éstos tienen nombre. Por ejemplo, los cubos negros que se distribuyen en sus pisos ajedrezados son "cajas negras" por abrir: "símbolos de lo que el hombre debe develar", sintetiza Henry.

--¿La imagen pide un nombre?

--Sí, pero no siempre viene la palabra primero. A veces, la palabra me dispara imágenes. Otras, surge primero la imagen y luego la palabra que la justifica. Es una dialéctica entre la palabra y la imagen.

--En un sentido muy amplio de los términos, las pinturas de la muestra son interiores y paisajes. ¿Pertenecen unos y otros a períodos distintos?

--No. Son dos series simultáneas. Todas las obras son del 2006, menos la "Terraza", que es del 2005. La incluí como un elemento que hiciera las veces de fuelle entre los castillos y los paisajes. Las dos nuevas series nacen el año pasado, cuando hago una caja en un espacio. El espacio, en los castillos, es siempre una caja, un cubo. En los paisajes, en cambio, he buscado abrir el espacio; si no, el cubo encierra todo.

--Esto está enfatizado por la perspectiva central, subrayada por formas arquitectónicas donde son visibles las líneas que fugan hacia un mismo punto...

--Sí, la fuga es bien clara. La fuga es como un escape al infinito.

--Técnicamente, en estas obras, hay un espesor de tramas abiertas, que producen una mezcla óptica de grises de color. ¿Esto está logrado con enduido?

--No, con acrílico. Logro el espesor por una suma de capas, aplicadas con pincel, esponja de alambre, hisopo, o los dedos. Me interesa la acumulación. Rescato lo artesanal, la suma del tiempo. Mi pintura nueva es más abierta: cada capa previa se ve a través de la siguiente. Mi pintura anterior era impenetrable. Este cambio técnico traduce un cambio espiritual, una mayor apertura. Busco ver las cosas desde un lugar, si se quiere, más oriental.

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