El sótano es una mazmorra medieval que se esconde en los pliegues de una fachada palaciega. Manchas de humedad, paredes descascaradas, rincones lúgubres, conviven con largas escaleras de mármol, puertas majestuosas, pasillos interminables. En 1916, la fachada decÃa "Jefatura polÃtica". Allà residÃa y atendÃa el delegado polÃtico del gobierno provincial en Rosario, pero también funcionaban las policÃa provincial y los bomberos. Luego, se convirtió en Jefatura de PolicÃa. La fuerza de seguridad fue ganando espacio y preeminencia. Fue el gendarme AgustÃn Feced quien, en 1970, conquistó todo el edificio, al ocupar el ala de San Lorenzo con la Guardia de InfanterÃa. "Muchas veces, cuando vos decÃs que venÃs acá, la gente, toda la gente, dice que vas a la Jefatura de PolicÃa, y cuando vas a la Jefatura de PolicÃa (en Ovidio Lagos al 5200) te dicen que vas a la Fábrica Militar", describe Angel "Chichin" Ruani, ex detenido, hoy secretario de Seguridad Comunitaria, sobre cómo la historia se inscribe en la ciudad con marcas imposibles de borrar. ¿Cuánto dice un edificio? ¿Cuántas historias se pueden contar desde sus paredes, los recovecos, las inscripciones? La imponente construcción de la manzana de Santa Fe, San Lorenzo, Moreno y Dorrego concentra historias que podrÃan desplegarse durante horas. En una de sus esquinas funcionó el más importante centro clandestino de detención de la provincia de Santa Fe, donde pasaron unas 2000 personas, de las cuales muchas continúan desaparecidas. "Lo que este edificio tiene para contar", desliza Alejandra Buzaglo, la arquitecta que dirigió la remodelación del Servicio de Informaciones para convertirla en un sitio de memoria. Hay imágenes, muchas imágenes, de archivo y de cineastas que registraron en décadas pasadas. El documental "La arquitectura del crimen", dirigido por Federico Actis, con producción periodÃstica de Ricardo Robbins, Vanina Cánepa y Gabriel Zuzeck, recobra los sentidos que pasaron por ese edificio.
Durante por lo menos tres años, Actis se dedicó a convertir al edificio en el personaje central del film que se presentará el viernes 22, a las 20.30, justamente en la Plaza CÃvica de la actual sede de Gobierno (Santa Fe 1950), y también podrá verse el sábado 30, a las 20.30, en El Cairo Cine Público. Son dos horas de pelÃcula, con hallazgos como el capÃtulo sobre el que fuera interventor plenipotenciario de la PolicÃa Rosarina, AgustÃn Feced. Tanto escuchar sobre este represor que comandó a una temible patota y por primera vez se lo puede ver en una cinta fÃlmica, en imágenes de archivo rescatadas del secuestro del cónsul británico en Rosario y gerente del Swift, Stanley Silvester, el 23 de mayo de 1971 por el Ejército Revolucionario del Pueblo. En esos dÃas de búsqueda infructuosa -que terminó con una liberación a cambio del rescate sui generis, consistente en alimentos y frazadas para trabajadores y vecinos-, Feced cruzó por primera vez la lÃnea e implementó el terrorismo de Estado, al dejar de registrar el ingreso de detenidos de la División de Inteligencia. Lo justificó en su admiración por la escuela francesa que ideó la guerra no convencional en Argelia. Son diez minutos electrizantes sobre el personaje más mentado del terrorismo de estado en la región. Como al pasar, Actis desgrana una de las claves de este documental. "Estamos acostumbrados a ver imágenes de la dictadura en Buenos Aires, pero en este documental se puede ver a Feced, se puede ver una calle cerrada durante la dictadura en Rosario, se puede poner imágenes a cómo se vivió acá". Durante los años de la dictadura estaba prohibido circular por la vereda de Dorrego. En la esquina con San Lorenzo, el que se acercara, seguramente podÃa escuchar los gritos de los detenidos que eran torturados ahà nomás, en una oficina del pleno centro de la ciudad.
El documental abre con una entrevista al brigadier Omar Graffigna, quien dice: "Un edificio no se puede hacer en tres dÃas", hablando justamente de la "pacificación" del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. Tampoco el edificio que albergó al SI se hizo en dos dÃas.
En su origen, la esquina que luego ocupó el SI era la casa del Jefe de Bomberos. En 1976 se acondicionó para albergar a detenidos. La oficina de José Lofiego -hoy condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad pero con una prisión domiciliaria concedida por la Cámara Federal- estaba pegada a la sala de torturas. Los detenidos llegaban ahÃ, a la espera de la picana en lo que llamaron el bulevar Perdiste. Los que estaban ahÃ, sabÃan que iban a la parrilla. Después, las posibilidades de sobrevivir también estaban signadas por el lugar al que eran llevados: si los depositaban en el entrepiso llamado "favela" era difÃcil que pudieran contarla. En cambio, los que iban al sótano tenÃan alguna esperanza de salir como presos polÃticos "legalizados".
La historia del SI es compleja, y la pelÃcula dirigida por Actis se detiene en algunos momentos: "Quisimos contar la arquitectura del edificio pero muy imbricada, en relación, con el entramado de la represión ilegal. Por eso el nombre La Arquitectura del crimen", dice Actis sobre el trabajo al que se abocaron obsesivamente en busca de archivos. "Esa es una de las ventajas de hacerlo desde el Estado. Hubo muchos documentos que obtuvimos porque los pedÃa el Ministerio de Cultura de Santa Fe, no sé si hubiera sido igual de hacerlo por las nuestras", recuerda.
Para Actis, ese edificio tenÃa un espesor propio, el que le daba saber que su papá Gustavo habÃa estado detenido ahà en 1978. "Siempre hubo algo que me interesó. Mi viejo nos contaba cosas de esa historia, sobre todo a partir de estos últimos años. Pero si bien yo querÃa hacer algo sobre el lugar, no era un 'proyecto' -subraya la palabra-. Y un dÃa me convoca Cecilia Vallina (directora de Industrias Culturales de la provincia y productora general del documental) y me propone hacer este documental. Era algo a lo que no podÃa escapar".
El SI tuvo al menos tres remodelaciones. En 1976, cuando acondicionaron esa esquina para que fuera centro clandestino de detención, hicieron un entrepiso que dejó la parte superior de las puertas y ventanas en el nivel superior. Pocos meses después, extendieron el entrepiso usando a los propios detenidos como mano de obra. Más tarde, cuando los responsables de la represión ilegal preparaban su impunidad, hicieron cambios para que no fuera tan fácil de identificar la construcción. La puerta que comunicaba el bulevar Perdiste con la sala de torturas habÃa desaparecido. El proyecto de remodelación encarado por Alejandra Buzaglo tuvo un hito -y punto inaugural- el 24 de febrero de 2015, cuando un grupo de ex detenidos hizo un agujero en la pared para recuperar aquella puerta que todos recordaban, aunque hubiera sido tapada. Las lágrimas de cada uno de los que tomaba la maza se hacen visibles en ese momento del documental. Y un ratito después, puede verse -apenas en contraluz- a los albañiles que trabajaban en la obra hablando sorprendidos sobre las condiciones de detención. "Ahà se bañaban todos, hombres y mujeres, acá los tenÃan", dicen entre susurros y se escucha "Qué hijos de puta". El documental se detiene en esos trabajos, en la tarea de recuperar la fisonomÃa que tuvo el centro clandestino para dejarlo como legado histórico.
Un centro de memoria -en el ex SI funciona hoy también un centro de documentación- tiene un efecto en el presente que va mucho más allá de las vivencias de quienes sufrieron en carne propia el terrorismo de estado. Porque el terror se diseñó para disciplinar a toda la sociedad. Y porque recordar significa también comprender, darle sentido a lo ocurrido. El edificio de la que fue la Jefatura de PolicÃa hasta que Jorge Obeid decidió convertirla en Centro CÃvico, en 1999, condensa una buena parte de la historia de la ciudad, de los conflictos que la atravesaron. Y como la historia es un territorio de disputa en el presente, mientras tres jueces decidieron que Lofiego -el principal interrogador del SI- puede volver a su casa, es bueno que sean miles los que se enteren de cómo se construyó la arquitectura del crimen.
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