¿En qué momento, bajo qué circunstancias, el hombre se convierte en monstruo? ¿Qué despierta la irracionalidad? Quizás las respuestas no estén dadas de forma explÃcita en La clase mierdra, obra de Pablo Tendela que hoy culminará su primer temporada. Sin embargo, es posible encontrar allà nuevos interrogantes que inviten a reflexionar sobre la violencia que atraviesa a la sociedad. O, cuanto menos, a la sociedad rosarina, ésa que escupe su furia en la sección de comentarios del diario La Capital, desde donde el director y dramaturgo tomó los elementos necesarios para darle forma a un trabajo que se estructura a partir de Ubú Rey, de Alfred Jarry, y que hoy a las 22 se despedirá del CET (San Juan 842).
El punto de partida de La clase mierdra tiene un momento concreto, trágico: el linchamiento de David Moreira en marzo de 2014, en barrio Azcuénaga. "En ese momento, los comentarios tenÃan una exaltación por la justicia por mano propia", recuerda Tendela, que comenzó a reunir los comentarios de los lectores sin tener en claro, por entonces, qué destino le darÃa a ese material. Al año siguiente, frente a la construcción de su tesis para egresar de la Escuela Provincial de Teatro, decidió cruzar esas exaltadas opiniones con Ubú Rey. "La obra habla de una persona bien posicionada que llega al poder, por lo que encontré un paralelo con la clase media fascista que, cuando tiene un poco más de poder, se vuelve déspota --explica el director--. Tomé entonces a Ubú Rey como estructura para organizar el collage de los comentarios".
Aún cuando por esos dÃas (o, mejor, diariamente) los peores rasgos de la sociedad se escupen a modo de comentarios por diversos medios periodÃsticos, la decisión de Tendela de tomar exclusivamente los arrojados en La Capital tenÃa una intención clara: se trataba de las voces de los mismos vecinos, conciudadanos, del joven asesinado. AsÃ, esas aberraciones terminaron convirtiéndose en el texto mismo de La clase mierdra.
"Lo que la gente comenta es catártico --analiza el autor--. Lo que tratamos de hacer con los actores fue abordar eso a través del bufón, del monstruo, del cÃnico. Trabajamos con cuerpos deformes, con gente monstruosa, para que los actores pudieran abordar esos comentarios. HabÃa mucha ideologÃa en los cuerpos de los actores, era un material bastante desagradable para ponerle el cuerpo, por éso lo arrancamos desde ese lugar, aún cuando en la obra arranca una persona común que va hacia el monstruo".
Protagonizada por Miranda Postiglione, Germán Lucatti, Gissela GastÃn y David Delena --en un equipo que suma asistencia de dirección de Mariela Sánchez, escenografÃa de Carlos Masinger, música de Blas Urruti y diseño a cargo de Javier GarcÃa Alfaro--, la obra se nutre de una violencia que, sin embargo, no se traduce en acciones fÃsicas. El resultado es auspicioso, no sólo por las funciones colmadas, sino además por las reflexiones que despierta un proyecto que buscará trasladar la experiencia a ámbitos educativos.
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