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Martes, 16 de agosto de 2016
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PLASTICA. Exposición de Luis Rodríguez en Gabelich Contemporáneo

El arte de jugar con espejos

La forma fantasma se llama la muestra del artista, discípulo de Luis Felipe Noé, donde se propone un "juego ilusionista" que pictoraliza la escultura. Hay espejos, artefactos ópticos y cristales que parecen atravesar la pared.

Por Beatriz Vignoli
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Luis Rodríguez trabaja espejos para cuestionar al objeto.

"Siempre vuelvo a la pintura", afirmó Luis Rodríguez el sábado 30 de julio en la inauguración de su muestra individual La forma fantasma, que puede visitarse en la galería Gabelich Contemporáneo (Pueyrredón 611) los sábados de 11 a 14 y de martes a viernes de 14 a 19. Pero en La forma fantasma no se exponen pinturas sino esculturas; éstas proponen "un juego ilusionista" que pictorializa la escultura.

Como buen discípulo de Luis Felipe Noé, Rodríguez sigue su tesis de la pintura sin pintura: "El arte llamado pintura es el arte de la imagen, más allá del procedimiento que se utilice para lograrla" (Noé, 2005). Se trata, técnicamente, de instalaciones. La más importante e impactante de ellas es una instalación site-specific, es decir, diseñada especialmente para el lugar. Gabelich Contemporáneo es una galería que promueve y hospeda desafíos artísticos. Rodríguez (que entre 2004 y 2008 codirigió con María Luque y Franco Vico el espacio Cordón Plateado en una casona parecida) intervino la puerta de entrada a la primera sala con un monumental artefacto óptico de su creación, que materialmente la obstruye pero que crea la ilusión de un espacio otro, donde se copia a sí misma en versiones cada vez más espectrales "la forma fantasma" del título, tanto de la muestra como de la obra.

Más allá de lo puramente óptico, la puerta alterada funciona en lo visual e imaginario como un portal intransitable pero por donde se vislumbra otra dimensión. Allí, un misterioso rayo vertical rosado (en lo material, un tubo de neón puesto entre dos espejos en ángulo, bajo un vidrio) se yergue y parece reproducirse. La escala es decisiva: las medidas son las de la puerta, adecuada a las del cuerpo humano. Lo que el espectador enfrenta, sea lo que sea, es alguien o algo que aparece allí donde se espera el propio reflejo. El recurso de la escala humana ya fue empleado por los minimalistas; el tubo de neón es otro clásico del Minimalismo. Pero lo que hace medio siglo encarnaba los ideales racionalistas de la modernidad, ahora se asocia a la imaginación futurista de la ciencia ficción, que para la generación del artista quedó atrás, en la infancia. El futuro de ayer es el pasado de hoy.

Y semejante anacronismo está "pintado sin pintura", armando una realidad aumentada a través del ambiguo diorama que simula o bien un plano pictórico (con su ilusión de espacio dada por el color que se diluye y por las diagonales de la perspectiva), o bien una "zona" inaccesible, siendo en lo concreto una negociación entre ambas posibilidades (un espacio real, más estrecho de lo que parece). Ya dijimos en otro lugar que la pintura es la ficción de la plástica. Aquí, la ominosa divinidad invasora (la cronista no puede dejar de pensar en el rayo rosa que obsesionaba al escritor Philip Dick) arroja destellos champagne y lila pálido sobre otra de las obras: el Globo.

Realizado en cristal soplado violeta oscurísimo (faux noir, otro color místico: el ultra-negro de los alquimistas), el Globo fue producido en la edición 2012/13 de la Residencia Artistas e Industria, un programa del Museo Castagnino+Macro, el Ministerio de Innovación y Cultura, el departamento de Agenciamientos Artísticos del CEC de Rosario y la Cristalería San Carlos, en la provincia de Santa Fe. El globo, que se afina hacia el centro, nos hace creer que atraviesa la pared y sale por el otro lado, tan redondo como antes. Un material rígido y frágil, como el vidrio, es presentado bajo una forma que lo hace parecer otra cosa: una cosa blanda, ingrávida e indestructible.

Párrafo aparte merecen las otras piezas con espejos, tanto las más bellas y decorativas en trastienda (off the record, parecen estar haciendo furor en las mansiones contemporáneas de la zona) como las esculturas de la sala que repiten el truco de atravesar la pared. "En La forma fantasma el objeto es cuestionado, debatido entre sus límites precisos y el contexto general", escribe el autor. Nacido en Rosario en 1983, Licenciado en Artes por la UNR, Luis Rodríguez vive desde 2010 en Buenos Aires, donde forma parte del Estudio Splash in Vitro.

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