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Jueves, 13 de octubre de 2016
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MUSICA/LITERATURA. Ramón Ayala presenta su libro en Rosario

Relato poético del genocidio

Luego de más de 25 años de trabajo, el compositor y pintor misionero terminó de darle forma a Las trincheras ardientes del Paraguay (Canto popular sobre la Guerra Grande), poema épico que esta noche presentará en Distrito Siete.

Por Edgardo Pérez Castillo
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Ramón Ayala durante su charla con Rosario/12, en un bar céntrico de la ciudad.

Entre sus ya conocidas virtudes artísticas, Ramón Ayala tiene además un innegable talento como contador de historias. Lo saben quienes asisten a sus conciertos, donde sus célebres composiciones están acompañadas por diálogos, remembranzas, anécdotas que se van construyendo con ramificaciones varias, enriquecidas por la poética y memoria del misionero que, una y otra vez, cierra sus relatos con humor y precisión. Ese don narrativo, ese afán por reunir historias, llevaron a Ayala a lanzarse a la escritura de Las trincheras ardientes del Paraguay (Canto popular sobre la Guerra Grande), poema épico que lo sumergió en la Guerra de la Triple Alianza, y que esta noche, a las 20, él mismo presentará junto a Mario Castells en Distrito Siete (Ovidio Lagos 790), donde además interpretará algunas de sus canciones acompañado por el guitarrista Iván Elizaincin y músicos invitados.

Sentado en un bar céntrico, rodeado por algunos de los músicos y gestores que viabilizaron su regreso a la ciudad, Ramón Ayala relató a Rosario/12 los detalles de la creación de esta obra épica que comenzó a vislumbrar hace más de un cuarto de siglo cuando, postrado por un accidente automovilístico que derivó en la lesión de tres vértebras, Ayala se anotició de la caída del dictador Stroessner en Paraguay, en 1989: "Cuando me enteré me levanté para festejar. Y decidí hacer una historia del Paraguay, empezando por la Guerra de la Triple Alianza, así que empecé a munirme de elementos, a leer".

El reposo le permitió avanzar en el texto, aunque luego "los trabajos del canto" fueron demorando el proyecto, a partir de la convicción del autor de no poder destinar el tiempo apropiado "para hacer semejante obra, de estudio, de consulta, de raciocinio en cuanto a la historia oficial, a la historia verdadera, en ese laberinto de cosas tan extraordinarias".

Sin embargo el poema épico siguió construyéndose lentamente, incluso en momentos y espacios algo insólitos. "Un día iba para la Sociedad de Autores en el colectivo 64 --recuerda--. Venía con un cuaderno, escribiendo, había una dinámica de metáforas, de cosas que tenían que ver con el horror y el hedor de la guerra. Venía sumergido en esa batalla, porque no podés escribir si no estás viviéndolo. Cuando uno se pone a trabajar en ese ámbito, es tan importante, tan vigoroso el clima que vivís, que tenés que estar ahí, muriendo con la gente en el fragor del combate, sino no podés transmitir nada".

Lo cierto es que el proyecto estuvo marcado por numerosos impasses que, al fin y al cabo, permitieron que Ayala se descubriera en el buen camino: "La de esta guerra es una historia tabú. Ahora veo el libro y me parece mentira que yo lo haya escrito, porque es tanta la magnitud que ahora que lo veo con ojos calmos, con la mente calma (ya no metida en el combate), la veo como una obra magna. No me doy cuenta de la obra que he hecho. Pasar semejante acontecimiento, la guerra más larga e injusta de Latinoamérica, a un poema gigantesco es cosa de locos. O de inconsciente".

Editado por el Ministerio de Cultura de la Nación en 2015 (año en que Editorial Serapis publicó en Rosario otro libro de Ayala, Confesiones a partir de una casa asombrada), el poema épico se nutre también de historias que marcaron la infancia del autor. Como, por caso, la de la casa embrujada que habitó junto a su madre y hermanos tras la muerte de su padre. Y hay, también, relatos que sorprendieron al propio investigador y poeta: "El libro se fue transformando, incorporando personajes, tipos increíbles de la guerra. Entre ellos apareció uno que se llamaba Jean Morel, un joven que vino de Francia atraído por el famoso Dorado, la riqueza que los aguardaba en Latinoamérica. Y atraído por las bellezas femeninas del Paraguay. Jean Morel se enamora de una paraguaya y tienen un hijo, Juan de Dios, que creció y cuando tenía unos 10 años estalla la guerra contra Paraguay. Jean Morel se alista en las filas del mariscal Solano López y llega a ser mayor. El chico, Juan de Dios, andaba jugando entre los cañones, pero en cuanto entraron a caerle las esquirlas, con un amiguito que se llamaba Cambacho, dedicieron escaparse antes que los maten. Corrieron junto al Paraná, encontraron una canoa entre las malezas y cruzaron el río. Enfrente había unas lavanderas, que los curaron y atendieron. Pero los chicos siguieron escapando, por temor. Así llegaron a Loreto, un pueblo de Misiones cerca de Posadas. Juan de Dios Morel crece y se casa con una paraguaya, una linda mujer con la que tienen cuatro varones y una hija... que resultó ser mi madre. El libro me trajo esta verdad cruda. Parece una cosa señalada".

- ¿Su oficio como poeta, compositor y pintor significó un respaldo durante la escritura de este libro?

- Claro, claro... Sí, porque sin creerse que uno es grande, no es fácil encontrar un tipo que ostente el título de pintor, que se crea pintor por derecho y conocimiento. Tengo una frase, optimista, futurista y creo que verdadera (que creo hasta es mía): el talento, sin el conocimiento, es un pálido instrumento. Podés tener grandes dotes de pintor, cantante, guitarrista, pero si no te desarrollás, crecés a la altura del oficio que creés tener, vas a estar siempre en el comienzo. No vas a tener la grandiosidad de aquellos que han observado este detalle. Nunca fui un turista ni del arte ni de la vida. Vivo intensamente todos los días, porque es el único capital que tenemos para darle a este planeta. El amor, la amistad, el arte, el libro, la pintura. La vida es el capital más importante que tiene el ser humano, no hay otro.

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