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Miércoles, 8 de noviembre de 2006
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Un verdadero puente literario para unir Argentina y Colombia

La editorial Alfaguara y la Embajada de Colombia en este país organizaron el ciclo Colombia narrada. Hoy se inaugura.

Construido a cuatro manos, entre la editorial Alfaguara y la Embajada de Colombia en este país, esta semana será testigo de la inauguración de un puente de insuales características. Se trata de una pasarela literaria que unirá Argentina y Colombia, Colombia y Argentina. Con este motivo, hoy a arribarán a la ciudad tres destacados representantes de las letras colombianas: Antonio Caballero, William Ospina y Juan Gabriel Vásquez. Esta tarde, a partir de las 19.30 en los altos de Homo Sapiens (Sarmiento 829), los tres escritores darán el puntapié inicial en el ciclo Colombia narrada, un encuentro que de alguna manera comenzó Rosario, en agosto pasado, con la presencia de Laura Restrepo en la Feria del Libro, y que continuará mañana en Buenos Aires en el Auditorio del MALBA.

Exponentes de distintas generaciones y corrientes, Caballero (Bogotá, 1945), Ospina (Tolima, 1954) y Vásquez (Bogotá, 1973), llegan a estas costas --no tan lejanas, por otra parte-- para acercar su visión de un fenómeno cultural que, bajo distintos rótulos, más o menos comerciales, políticamente correctos o no, hablan de una realidad prismática, caleidoscópica, como Latinoamérica toda.

Cada vez menos mágica y más cruda, Colombia se pertrecha de identidad para enfrentar, como se pueda, como el resto de los países que cuelgan de este extremo del mundo, los desafíos sociales y culturales que anuncia el nuevo milenio, globalización incluida. Entre tanto, sus intelectuales se abocan a la complicada tarea de ejercitar la memoria histórica de un país arrasado.

Considerado prácticamente un héroe nacional en su país, (aunque hace apenas unos meses volvió a residir en su Bogotá natal. Hasta entonces vivió en España, donde entre otros géneros, despuntó el de cronista taurino, en Diario 16) Antonio Caballero es uno de los más lúcidos e hipercríticos analistas de la realidad de su país, agudas observaciones que terminan tiñendo toda su producción, aún la prosa.

"No se escoge la muerte: a ella se llega acorralado por la propia vida", dice Escobar, el protagonista de Sin remedio, su novela de 1984, reeditada recientemente por el sello anfitrión. Para Caballero --Premio Nacional de Periodismo Planeta en 1999 con No es por aguar la fiesta--, su país, a diferencia de otros de América Latina, no parece estar condenada a una catástrofe. "Colombia es un país rebozante de energía y la mayor parte de las cosas atroces que ocurren allí son manifestaciones de esa energía", aseguró el responsable de títulos como Toros, toreros y público (1992) y Patadas de ahorcado (2002).

Poeta, periodista, ensayista y narrador, William Ospina pertenece a lo que algunos críticos de su país han denominado "la generación del sándwich", y en dónde se ubica a Fernando Vallejo, Roberto Burgos, Oscar Collazos y a la propia Restrepo --que en 2004 obtuvo el Premio Alfaguara de Novela, por Delirio--. Como en todos ellos, para Ospina "el tema" de su producción, es también, directa o indirectamente, Colombia.

Premiado en 2003 por Casa de las Américas por su ensayo Los nuevos centros de la esfera, Ospina llega a la Argentina con su primer novela bajo el brazo: Ursúa, en la que se sumerge en otra de las heridas que sangra: la Conquista.

Las alternativas que atraviesa la expedición del adelantado Pedro de Ursúa al llegar al territorio que luego sería conocido como Panamá y Colombia, son noveladas por el autor de La decadencia de los dragones (2002) y América mestiza (2004), en un desgarrador retrato del desembarco español en América.

Junto a nombres como el de Santiago Gamboa, Enrique Serrano y Efraim Medina (quien visitó recientemente la Argentina), Juan Gabriel Vásquez pertenece a esa generación de entre 20 y 40 años que cierta prensa a aglutinado bajo la etiqueta de "nueva narrativa colombiana".

Con apenas 33 años, Vásquez abandonó su país hace casi una década, de los cuales ha vivido tres en París, donde estudió Literatura Hispanoamericana en la Sorbona, para luego recalar en Barcelona, donde lleva instalado más de un lustro, trabajando como traductor y periodista. Allí dio a luz su última novela, Los informantes, una historia que surge de las cenizas de un episodio histórico posible para hacer carnadura en un drama actual.

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