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Lunes, 13 de noviembre de 2006
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DOCUMENTAL Y FICCION PARA DEVELAR LA TORTURA

El camino de mister Bush

Por Leandro Arteaga
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Los defensores de la libertad la violan sin pudor. Estadounidenses belicistas, intolerantes y racistas.

CAMINO A GUNTANAMO 8 puntos

(The Road to Guantánamo)

Reino Unido, 2006

Dirección: Michael Winterbottom, Mat Whitecross.

Música: Harry Escott, Molly Nyman.

Fotografía: Marcel Zyskin.

Montaje: Michael Winterbottom, Mat Whitecross.

Intérpretes: Riz Ahmed, Farhad Harun, Waqar Siddiqui, Afran Usman, Shahid Iqbal, Sher Khan, Jason Salkey.

Premios: Oso de Plata Berlin a la mejor Dirección.

Duración: 95 minutos.

Encasillar cinematográficamente Camino a Guantánamo es un problema bienvenido, por conjugar aspectos ligados al documental y a la ficción. Pero, en todo caso, poco importan tales categorías. El relieve mayor del film descansa, podemos pensar, en la voz que la dupla realizadora Winterbottom/Whitecross brinda al testimonio de, literalmente, sobrevivientes pakistaníes de las torturas del ejército norteamericano.

De este modo, el film recrea la historia terrible que las palabras de los entrevistados evocan. Conjugados ambos aspectos, lo que queda al espectador es un fresco de injusticia atroz, que inicia su periplo con los rostros de George Bush y de Tony Blair. Resultado que nos lleva, precisamente, a la admiración hacia los realizadores, capaces de enfrentar desde su cine una temática candente, genocida. Particularmente, el cine del incansable Michael Winterbottom (Código 46, 24 Hour Party People) es ecléctico y alocado, situado de modo preferente en los márgenes, e identificado con los personajes que allí conviven. Así ocurre con los protagonistas veraces de Camino a Guantánamo, ciudadanos ingleses que viajan a Pakistán para asistir a la boda de uno de ellos. La travesía culminará en la mencionada prisión, tras sucesivas torturas, golpes y hambruna, mientras que la presión del ejército se vale de todo recurso para el logro de una confesión.

Por momentos, pareciera que la vivencia de estos amigos -uno de ellos desaparecido en la actualidad- es de un cariz surreal, imposible. El espectador mismo se verá involucrado en este dolor, en este cambio vital brusco, lindante con la degradación humana. Pareciera que todo límite, junto con sus normas, se diluye progresivamente a lo largo del film. Cualquier cosa puede, cada vez más, suceder a estos amigos, ahora convertidos en bestias para el maltrato.

La propuesta de Camino a Guantánamo es descarnada, brutal. Conmueven las reflexiones dispares que, sobre el final, cada uno de los protagonistas enuncia. Baste como síntesis la presencia reiterada de la bandera norteamericana como contrapunto -¿o como complemento?- a la situación de ilegalidad que el film denuncia.

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