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Lunes, 11 de diciembre de 2006
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EL ETERNO REGRESO AL CINE DE BOND, JAMES BOND

Duro, alcohólico y perverso

Por Leandro Arteaga
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Daniel Craig compone un Bond pétreo, drástico y desalmado. El espía trata de sobrevivir añorando los tiempos de la Guerra Fría.

CASINO ROYALE 7 puntos

EEUU/Inglaterra/Rep. Checa/Alemania, 2006

Dirección: Martin Campbell.

Guión: Neal Purvis, Robert Wade, Paul Haggis, a partir de la novela de Ian Fleming.

Fotografía: Phil Meheux.

Música: David Arnold.

Montaje: Stuart Baird.

Intérpretes: Daniel Craig, Eva Green, Mads Mikkelsen, Judi Dench, Jeffrey Wright, Giancarlo Giannini.

Duración: 144 minutos.

En uno de sus muchos escritos de los años '60, el semiólogo italiano Umberto Eco analizaba la estructura narrativa de las novelas protagonizadas por James Bond. Eco sostenía que la presencia repetida de elementos y situaciones de carácter maniqueo y acrítico, evidenciaba el cariz reaccionario de las novelas de Ian Fleming. También señalaba un proceder sádico, que encontraba sus reminiscencias en el hacer de Mike Hammer, el detective macarthysta creado por la pluma de Mickey Spillane.

Cabe un mismo planteo respecto del desarrollo fílmico. La única excepción puede constituirla la primera versión de Casino Royale (1967), mirada irónica y desenfadada que posee un lugar seguro en el panteón de films malditos. De todos modos, el último film de James Bond -y primera de las novelas escritas por Fleming-, se propone como una suerte de prólogo que, aún cuando no termina de escapar a la norma de las películas "bondianas", impacta por su dureza, con contradicciones temporales tan inevitables como divertidas: M (Judi Dench) lamenta, de acuerdo con el espionaje borroso y confuso con el que debe lidiar, los viejos tiempos de la Guerra Fría (aquellos donde Bond/Connery sí sabía a quién perseguir, a quién matar).

Daniel Craig compone un Bond drástico y desalmado. Nunca se agita. Es pétreo como una estatua. Corre mecánicamente. Gusta de los golpes, tanto dados como recibidos. Oculta una historia tan oscura que, se entiende, es razón para el entusiasmo frío que encuentra en su tarea incipiente como agente con licencia para matar. Sólo Vesper (Eva Green), chica Bond por fuera del estereotipo, podrá resquebrajar el rostro imperturbable.

El juego, entonces, no sólo ocurre de cara a los naipes con los que Bond enfrenta a Le Chiffre (Mads Mikkelsen), sino también desde lo que ello significa hacia el resto del film. El resultado -el cierre del prólogo- será otro asesinato, tan brutal como el que abre la película.

El contraste entre ambos traza los caracteres del personaje. El tema clásico de Monty Norman, por fin, se escucha completo. Casino Royale reparte así su baraja y da luz, otra vez, a las mismas historias de siempre.

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