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Martes, 20 de febrero de 2007
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OTRO INTENTO DE REVIVIR EL MERCADO LOCAL

Un nuevo lugar para el arte

Desde mayo de 2006, en una bella casa de 9 de Julio 2037, Olmos convoca a artesanos, artistas y poetas de Rosario para que muestren su producción al público de la ciudad.

Por Beatriz Vignoli
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Madre e hija: Mirta Dainotto y Paula Pereyra junto a una pintura de Gustavo Augsburger. "Queremos romper con el prejuicio local de que lo bello y armónico es inaccesible".

Una casa remodelada de principios del siglo veinte, con piso enlosado al estilo Art Nouveau y vitrales de los talleres Buxadera, alberga desde el 9 de mayo del año pasado un nuevo ámbito para el arte en la ciudad. Olmos espacio de arte (9 de julio 2037) es uno de esos lugares cálidos que parecen tener el don de hallarse fuera del tiempo de la rutina y el trajín diarios. Mirta Dainotto y Paula Pereyra, madre e hija, lo llevan adelante en horario corrido con una consigna: integrar lo decorativo y lo artístico para que la gente de la ciudad pueda integrarlos a su vez en un espacio habitable. Pero lo más digno de destacarse es que todas las piezas únicas y obras originales que se exhiben en Olmos han sido realizadas por artistas y artesanos de Rosario y su región.

Es así como obras pictóricas y gráficas de Aldo Ciccione "Chacal", Liliana Ponzanesi, Diana de Vasconcellos, Marta Olguín Fourcade, Gustavo Augsburger, Lucrecia Sodo, Carolina Castaño, Liliana Forno y Analí Changuía, conviven con joyas en plata y piedras semipreciosas, tapices en batik o telar, cuencos esmaltados, recipientes de cerámica y vitrofusión, vasijas indígenas y toda clase de objetos originales de alta calidad en materiales como cuero, madera, bambú y sus más insólitas combinaciones. "Queremos romper con el prejuicio de que lo bello, lo armónico, lo artístico es caro e inaccesible", afirma Mirta. "Una lámina impresa bien enmarcada de las que se venden en cualquier otro lugar, cuesta lo mismo que ese dibujo de Chacal que ves ahí. La idea es que en vez de una lámina, cualquier rosarino pueda tener en su casa una obra única y de paso hacer una inversión".

Por supuesto que las tarjetas de crédito y los planes de financiación están a la orden del día, como en cualquier otro comercio; pero lo destacable, en todo caso, es la voluntad de insuflar nueva vida no sólo al alicaído mercado artístico local, sino al entorno de la producción artística. "Hubo en Rosario un mercado de arte muy importante -dice Mirta-y hay que recuperarlo".

Lo comercial es sólo una faceta del proyecto. El espacio Olmos acaba de lanzar una convocatoria abierta a los artistas de Rosario a que acerquen carpetas, para diagramar la agenda de exposiciones de este año. Lo que se puede ver ahora en las paredes, tanto de las dos salas del frente que dan a la calle como de la sala específicamente de exposiciones, es una trastienda que incluye obras exhibidas el año pasado junto con nueva obra de artistas invitados.

Esta apertura a la producción de la ciudad se amplía con una mesa de libros, principalmente de poesía, de autores de Rosario y alrededores. La mesa, que ocupa un lugar destacado en una de las salas de adelante, justifica su propia convocatoria a poetas de la región.

"También -destaca Paula- queremos que en este espacio se genere un ámbito de talleres para todas las todas las edades y niveles". Enumera Mirta: "Pintura decorativa, cartapesta, papel maché, dibujo", más un taller literario que se abrirá en marzo a cargo del profesor egresado de la UNR Cristian Molina. Este cruce interdisciplinario se debe en parte a que Mirta estudió al mismo tiempo Letras y Bellas Artes en la UNR, "antes de la dictadura y cuando la Facultad era toda efervescencia". Evoca a sus maestros: Rubén de la Colina, Hugo Ottmann, Elda Nalda Querol.

Lo extraño del proyecto es su soledad respecto a iniciativas similares en la ciudad. Cuando surge el tema de intentar una red de galeristas (idea que prendió en Mirta gracias a la prédica de la galerista porteña Florencia Braga Menéndez en el foro Create el año pasado), Mirta traslada inútilmente sus sueños trescientos kilómetros al sur. "Visitamos el pasaje Pam", se ataja. Pero no cuenta nada más. Y sigue sin quedar claro qué es lo que en esta ciudad aísla, convierte a los operadores culturales en imitadores de Robinson Crusoe, cada cual en su isla. Ojalá este nuevo espacio sea el comienzo de un tiempo nuevo en que las cosas, para el arte de Rosario, empecen a cambiar.

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