Desde Mar del Plata
En mayo cumplirá 92 años y en este, su primer viaje a la Argentina, recibió de manos de funcionarios un premio a su trayectoria. Tras haber presentado su último film Las rosas del desierto en la sala del cine Ambassador, agradeciendo la cálida respuesta del público que lo recibió de pie, compartió tributos junto a la eximia productora y realizadora Lita Stantic y al compositor, ganador de dos Oscars, Gustavo Santaolalla. Este segundo momento transcurrÃa en otro ámbito engalanado para tal evento y presidido por hombres y mujeres de la polÃtica nacional y provincial.
En mi caso preferÃ, luego de escuchar las palabras de nuestro tan esperado maestro (término con el que se lo convocaba desde distintos lugares de la platea) ver esta última obra y y me volvà a encontrar con su familiar galerÃa de aquellos hombres de todos los dÃas, ahora expuestos en un territorio del norte de Africa, en el desierto de Libia, en 1940. Su enfoque fuertemente satÃrico sobre el absurdo de las empresas fascistas, sus campañas, su retórica, y su mirada particularmente tierna hacia estos "desconocidos de siempre", me llevó a recordar a los personajes que componÃan Sordi Y Gassman en La Gran Guerra, que en Rosario se estrenó a fines de los `50 en el cine Gran Rex.
Ahà en la pantalla estaban nuevamente sus criaturas. Y bajo un cielo no de estudio, sino al aperto, escuchábamos recitar a Homero en horas del dÃa y a Leopadi ya entrada la noche. La luna estaba allÃ, cercana e infinita y las flores de piedra talladas por el viento llevaban en sà siglos de leyendas.
Antes de la proyección Monicelli, que siempre observó una destacable actitud, habÃa expresado de manera sonriente que en esta oportunidad venÃa a retirar aquel premio que le habÃa sido concedido hacÃa más de cuarenta años, cuando el Jurado Oficial de este mismo Festival habÃa seleccionado a Los compañeros como el mejor film. Obra sublime para muchos de nosotros, exponente clave de varias generaciones, historia que trancurrÃa en torno a los conflictos obreros de una fábrica textil de la Turin de 1900. Film en el que Marcello Mastroianni era aquel aquel profesor militante que al bajar de un tren, con su vestimenta raida, preguntaba: "Ma, che paese é questo?", tras haber sido golpeado involuntariamente por una piedra.
Al dÃa siguiente las expectativas estaban puestas en la entrevista que iba a ofrecer en el Hotel Provincial. Y asà fue. Desde pasado el mediodÃa largas colas poblaban los pasillos. Las entradas estaban limitadas a la prensa e invitados. Esto causó muchas frustraciones. El salón Verde del hotel mostraba algunos de sus afiches y el público impaciente colmaba la sala.
Luego de una brevÃsima proyección de imágenes de algunos de sus films tres de sesenta y cinco allà estaba nuevamente Mario Monicelli. Con su andar erguido, manteniendo su elegancia formal, fue presentado por autoridades de Buenos Aires quienes destacaron su rol como uno de los grandes hacedores de la commedia alla'italiana, junto a Dino Risi y Luigi Comencini. La primera pregunta de quien lo entrevistaba lo llevó a sus primeros años, al tiempo del cine silente, cuando ambos en su ciudad se sentÃan capturados por ese mundo quel se abrÃa en la pantalla.
Las preguntas, en principio, seguÃan cierta previsible cronologÃa y la traducción simultánea sólo daba cuenta de conocimientos de gramática. Quien realizaba esta tarea evidentemente desconocÃa la filmografÃa de Monicelli por lo cual algunos aspectos no se llegaban a transmitir. Y en más de una oportunidad el maestro observó graciosamente a sus dos acompañantes.
Al referirse a aquellos sus primeros años, Monicelli enfatizó en sus vÃnculos con los productores, tales como Carlo Ponti y Dino de Laurentis y su debut en el cine junto al gran comediante del varieté Totó. Al referirse a la comedia italiana evocó a personajes de la Commedia dell` Arte y fundamentalmente su mirada ancló en La Comedia de Dante. En lo que respecta al Alighieri y a Boccaccio, destacó el carácter del humor toscano y describió algunas secuencias de su film Amigos mÃos.
Para el director de La Armada Brancaleone trabajar con otros directores y guionistas, en aquellos años `50 y `60, era además un sÃmbolo de amistad. Entre ellos comentaban sus libretos y se hacÃan observaciones. Y en muchos de ellos habÃa toda una voluntad de recuperar aspectos del Neorrealismo al elegir personas de la clle para hacerlos participar junto a actores profesionales.
Monicelli recordaba a Gassman que venÃa de la Academia, a Mastroianni que habÃa sido valorizado por Visconti, a Sordi que era todo un fenómeno en los teatros de variedades de Roma. Y al hablar de las actrices, puso de su trabajo junto a la SofÃa Loren, a Claudia Cardinale en su primera actuación en Los desconocidos de siempre, particular énfasis en el desafÃo que fue invitar a Mónica Vitti a participar en su film La muchacha de la pistola, ya que ella representaba al personaje Ãcono de los films de Antonioni.
Admirador del siempre censurado director Marco Ferreri, Mario Monicelli se dispuso de manera atenta a responder algunas preguntas sobre los jóvenes talentos de hoy del cine italiano. Y entonces nombró a Giuseppe Tornatore, Marco Tullio Giordana (Los cien pasos), Paolo Sorrentino, Vicenzo Marra. A Benigni sólo lo considera un gran comediante, como actor. En un momento dado alguien le solicitó que contara anécdotas, a lo que respondió que no era algo propio de él. SÃ, en cambio, recordó la manera divertida con que De Sica encaraba sus rodajes y las rápidas lecturas que hacÃa Mastrianni de los guiones, tratando de no alejarse de las improvisaciones. Rercodó con emoción a la Magnani y elogió sensiblemente el cine de su colega Lina Wertmüller.
Sólo quedaban dos preguntas por hacer. Pero lamentablemente por el caracter de la primera, el encuentro llegó a su fin. Alguien de la sala le preguntó con aire de picardÃa con cuál actriz de las que habÃa dirigido "se habÃa erotizado más". El maestro, manteniendo su calma, pero adoptando un tono severo, le replicó que en en sus años de trabajó jamás comprometió un vÃnculo profesional con actitudes de otra naturaleza. A un costado, algunos afiches: El Marqués del Grillo, Queremos los coroneles, Un burgués pequeño pequeño, Casanova 70. Los aplausos. La calidez de todo un encuentro. El recuerdo de aquellos cines de Rosario.
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