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Martes, 24 de abril de 2007
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Max Cachimba, sus amigos y un humor enemigo de la solemnidad

Una heterogénea muestra colectiva, que incluye fotos, videos, instalaciones, esculturas, dibujos, pinturas, collages expresa los aires renovadores que soplan en el Parque de España.

Por Beatriz Vignoli
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"Felices juntos", colección de juguetes de diversos artistas. Los juguetes sirvieron de inspiración a muchas de las obras de la muestra.

"Tengo la máquina del tiempo, pero atrasa". La frase, firmada por David Nahón, es el único chiste en una muestra dedicada al humor, Muchas gracias, que puede verse hasta el 20 de mayo en el Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río). "El humor no es el chiste", asegura Max Cachimba, otro de los expositores. "Un chiste es bastante puntual, y el humor es otra cosa. Es una mirada poco solemne". Comparten también esa mirada poco solemne las artistas grßficas y plásticas Michele Siquot y Silvia Lenardón. Al cuarteto se suma el "artista invitado" Carlos Herrera, algo así como un quinto Beatle. La propuesta de Herrera, una video instalación titulada "Amambay", se lleva bien con el espíritu de la muestra, a la que añade una nota de bizarra y agridulce alegría.

El clima general que reina en los dos túneles del Parque España es el de un mundo infantil y crepuscular; un mundo de cine mudo, entre siniestro, nostálgico, cómico y enigmático. Es como entrar al cuarto de una Alicia en el País de las Maravillas que nunca hubiera despertado de aquella tierra de nadie entre el cuento de antes de dormirse y el sueño.

De hecho la novelista Gloria Lenardón, madre de Silvia, es la autora de los textos de "La capa", un cuento breve para niños ilustrado por su hija con dibujos a tinta. "La capa" es sólo uno de los numerosos trabajos gráficos que aquí se incluyen de, por llamarlos de algín modo, los Fabulosos Cuatro. Nacidos en Rosario entre 1964 y 1975, Cachimba, Lenardón, Siquot y Nahón llevan años de amistad, de proyectos conjuntos y de trayectorias diversas más o menos precoces en el campo de la gráfica profesional. Se mueven todos con gran versatilidad a través de una diversidad de medios que van desde el dibujo hasta la pintura al óleo o al acrílico y la escultura en madera (además de dibujar y de pintar, todos menos Cachimba construyen objetos de madera, tela y otros materiales) pasando por la foto intervenida ("una tentación", según Cachimba) y el video y la música. Siquot incluso incursionó de modo muy heterodoxo en la curaduría, como lo demuestra su "galería de Bolsillo" (Barcelona, 2002). Allí pueden verse mini collages y dibujos de un selecto elenco de artistas porteños y catalanes provenientes del campo de la gráfica profesional: Elenio Pico, Gustavo Roldán, Arnal Ballester, Antonio Santos, Lorenzo Bosio S., Silvia Lenardón, Max Cachimba y ella misma.

Lenardón tuvo éxito tanto en Rosario como en Barcelona con su obra de títeres "El pingüinazo". Por su parte Nahón es un crítico de arte emergente, además de fotógrafo aficionado y (al igual que los demás) coleccionista de juguetes y objetos inclasificables. Él y Max Cachimba, junto con Rodolfo "Fito" Marusich, fueron los impulsores del grupo musical y de variedades Ernesto y su conjunto. La ficha completa del legendario grupo incluye a Marusich en voz, Cachimba en guitarra, ambos en números de variedades, Nahón y Fernando González en bajo y guitarra, Roxana Feldman en batería, Carlos Lucchesse en percusión y una sección de vientos integrada por Rosana Sánchez o por Cecilia Lenardón en clarinete y por Eduardo Vignoli en trompeta.

El grupo acarreaba de aquí para allá un pesado arcón lleno de juguetes con ruiditos que eran accionados por diversos integrantes del grupo. En un chiste interno serio y característico, el grupo convino en llamar "Ernesto" a una cabecita de calabaza posada sobre un envase de plßstico. El efecto general de sus presentaciones en vivo mezclaba ternura y absurdo, como una versión en clave de infancia tardía de los shows de The Residents o las geniales aventuras orquestales de Frank Zappa.

Los juguetes, como también el viejo tocadiscos Wincofón que les servía de diminuta calesita en algunos de los números en vivo, son personajes importantísimos dentro de la presente muestra. No sólo se los exhibe en vitrinas en esta oportunidad, no sólo algunos de ellos son reconocibles en los videoclips de Ernesto y su conjunto realizados por Cecilia Lenardón, Nahón y Cachimba, sino que además han servido de modelos. "No son 'nuestros' juguetes, sino inspiraciones directas de algunas de mis pinturas", aclara este último a Rosario/12. Y cuenta que el dragoncito chino tornasolado de la vitrina le inspiró su serie "Criaturas extraordinarias", mientras que el cabezudo de la vitrina grande fue un hallazgo emparentado a posteriori con su "Miraculos" de 2006. Y que el enano de jardín de "Todo bien en el jardín" retrata a una figura de la colección.

Si los muchachos despliegan con irreverencia un fetichismo nerd, las chicas dialogan con las tradiciones del modernismo. Unos crean a partir de los restos diurnos de la niñez, las otras desde los desechos del arte argentino cosmopolita del siglo veinte. Así, las pinturas de Siquot rescriben desde el intimismo las utopías geométricas de Xul Solar, mientras que los dibujos de Silvia Lenardón deconstruyen prolijamente a Schiavoni, convirtiéndolo en un contemporáneo. Pero luego de ver una serie de video clips de un minuto donde, por ejemplo, unos juguetes protagonizan un drama de alcoba o una rana de madera tiene sexo con una rana de goma sobre un fondo de risas grabadas (y todo ello realizado con una estética low fi), la audacia conceptualista de "Charlie" Herrera lo convierte en un primo más de esta especie de familia artística levemente desquiciada. Y ya resulta sencillamente natural entrar en una sala llena de guirnaldas de papel donde un cartel anuncia "Muña Muña Rave" y sentarse junto a una zarigüeya embalsamada que toma su gaseosa y mira unos videos musicales que parecen haber sido realizados especialmente para ella: una mano con botas zapatea al son de unas polcas en compañía de una salchicha y un coqueto calamar. El disparate parece no tener límites. El efecto es en parte angustioso y en parte regocijante. Este universo fascina. Al igual que el del nonsense, la patafísica y los dadaístas, pertenece al terreno del enigma, es decir, a aquel campo particular de la significación ante el cual resulta imposible decidir si uno se encuentra frente a un lenguaje extranjero del cual no maneja el código, o ante el más absoluto sinsentido.

Detrás del alma mater del grupo, que no es otro que el precoz historietista y pintor Max Cachimba, alienta la inspiración poética de ese maestro de la carcajada delirante que es Francisco Gandolfo, casi, casi un Macedonio Fernández rosarino. En suma, una muestra sui generis de cinco artistas muy sanos que se toman muy en serio su obra y nada en serio a sí mismos. Una muestra única, acaso el puntapié inicial de una revaloración del arte joven local en el marco del CCPE, donde parecen estar soplando brisas nuevas.

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