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Sábado, 18 de agosto de 2007
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ENTREVISTA A FERNANDO CABRERA, NOTABLE MUSICO Y COMPOSITOR URUGUAYO

"Ser críptico no conduce a nada"

Jorge Drexler, Liliana Herrero, Baglietto y Bersuit Vergarabat, entre otros, cantan sus canciones. Mañana se presenta en sala Lavardén. "Busco la simpleza", señaló.

Por Edgaro Pérez Castillo
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"Nunca me casé con un género, he escuchado de todo", dijo Cabrera a este diario.

Despojándolo del factor que alude al conocimiento cultural, el término culto ha sido utilizado infinidad de veces para tildar a aquellas propuestas artísticas que, lejos de la masividad, satisfacen a sectores reducidos de público y, esencialmente, crítica especializada. Habitual, el ocultamiento de esas propuestas como si de piedras preciosas se tratase no hace más que conspirar contra su acercamiento a estratos más populares. Y aunque muchas veces haya sido tildado como tal, a Fernando Cabrera muy poco le importa lo que ello conlleve.

Porque desde que con apenas seis años descubrió las bondades del canto aunado a una guitarra, el uruguayo adoptó a la música como un pasatiempo que le permitía sociabilizar (primero) y expresarse (después) a través de aquellas primeras creaciones compuestas en el portal de la adolescencia. Desde entonces, la canción jamás abandonaría a Cabrera, que rondando los veinte encontró en el grupo MonTresvideo la ratificación de que la música habría de acompañarlo por el resto de sus días. "A partir de ese grupo empezó la cosa más semiprofesional, me empecé a dar cuenta que podía ser músico, porque hasta ese entonces era una gran vocación. Me di cuenta que podía intentarlo, para ver qué pasaba", recuerda a la distancia Cabrera, que mañana a las 21.30 se presentará en la sala Lavardén en el marco de una gira compartida con la también cantautora Ana Prada (ver recuadro).

Mientras tanto, aquella predisposición para aceptar el destino artístico derivó en la edición de un único disco con MonTresvideo y más tarde en la conformación de un nuevo proyecto, Baldío, el grupo que luego de dos años (y una nueva placa) le dio paso al camino solista de Cabrera, iniciado en 1984 con la edición de El viento en la cara. Desde entonces, y hasta el flamante Bardo que acompaña a su primer visita a Rosario, más de una decena fueron las obras publicadas por el compositor, aunque sólo dos de ellas llegaron a editarse en Argentina.

Quizás de allí surja el siempre confuso rótulo con el que se ha catalogado al cantautor. "Yo no tomo en cuenta esa denominación, no la entiendo mucho --admite Cabrera a Rosario/12--. Si alguien quiere escribir en un diario que soy de culto, que lo ponga. Yo no entiendo bien lo que es, no hago nada para ello, y no me doy cuenta si es un elogio o no. Pero no es grave. Mi vida no cambió en nada desde hace muchísimos años, y me siento muy afortunado, mi carrera ha sido muy afortunada".

-Recorriendo esa carrera, y viendo las colaboraciones que ha realizado con distintos artistas, el abanico es muy amplio. Ahí aparecen desde Liliana Herrero hasta Bersuit Vergarabat, incluyendo a Drexler o Eduardo Mateo. ¿Eso explica su concepción de lo musical, esa intención de no cercenarse estilísticamente?

-Yo sentí eso desde siempre, aun antes de ser músico, cuando era un simple oyente. Nunca me casé con un género, he escuchado de todo, y cuando me puse a hacer música me pasó lo mismo. Además desde mis comienzos me vinculé con muchas otras áreas de la música. Cuando tenía 20 años y estaba en Montevideo no me perdía un recital de un tanguero o de un blusero, o estaba atento con lo que pasaba con la música culta, con lo que pasaba con la música tropical, sabía lo que era el candombe, escuchaba murga, rock, todo. Iba y me hacía amigo de otros músicos, a los que consideraba colegas. No entendía cómo algunos otros músicos sentían rivalidades o diferencias. En todos lados siempre encontré muchísimas herramientas y cosas que después son útiles para mí. En cualquier género, en cualquier lugar.

-O sea que al momento de la composición eso se fue dando naturalmente.

-Sí. Ese eclecticismo me viene desde niño, es la educación que recibí. Aparte tiene que ver con la época. En la década del 60, cuando yo me formo como niño, como adolescente, la música era terriblemente variada. De niño escuchaba programas de radio a la tarde y los tipos ponían un movimiento de una obra de Vivaldi, acto seguido un tema de Duke Ellington, después ponían Spinetta, Sinatra, los Beatles, Dorival Caymmi. Así era la radio cuando era niño, y eso en sí mismo es una escuela. Hoy no es así, hoy son todas tribus, donde uno no escucha lo que hace el otro. No entiendo eso. Creo que en los 60 hubo un pico de apertura, de inquietud. Que fue general, no fue sólo la música, la humanidad tuvo una especie de renacimiento, incluso había muchas cosas que eran consumidas masivamente y que eran vanguardia. Frank Zappa, por ponerte un ejemplo en tres mil. O los Beatles. No estaba la mentalidad industrial que hay ahora, la gente estaba experimentando, y yo me crié en esa época, entonces te queda esa visión.

-En los últimos años en Argentina aparecieron grupos jóvenes que toman a la canción como un formato sobre el cual construir con una mirada abarcativa. ¿Puede llegar a pensarse como un movimiento de resistencia ante esa estandarización?

-No, no es resistencia, son jóvenes expresándose. Que por suerte tienen esa visión, bienvenido sea. Vamos a ver si logran filtrarse en el mercado, ése es el problema, que el mercado no acepta esto. Ojalá que toda esta generación de jóvenes autores argentinos logre torcer un poco el destino actual de la industria.

-Dentro de todo ese movimiento la poesía no siempre se contempla dentro de la canción, pareciera prevalecer una búsqueda más musical que poética. Usted, en cambio, ha dicho que para componer parte más de la poesía que de la música.

-Bueno, es un tema polémico. Porque también te diría que yo no creo que una canción deba tener necesariamente un poema, que la letra de una canción deba ser poesía. Me parece que son dos campos diferenciados. Sucede que a veces, en ciertas épocas o ciertos autores, se acercan un poco más a la poesía en su letra de canción. La pregunta que yo me hago, y en esto soy lo más franco que puedo, es si ése camino está bueno. Si acercarte a la poesía también de algún modo no te aleja de los códigos de consumo normales de la población. Es un riesgo severo hacer poesía en la canción, porque te podés alejar de la gente. Entonces hay que tener cuidado con eso, ser letrista de canción es una cosa muy difícil, donde tenés que expresar, decir cosas, ser hondo, emotivo, pero con llaneza, con simpleza. Si te ponés erudito, a experimentar, ahí te metés en el campo de la poesía. Ser experimental y romper las reglas del idioma no es el mundo de la canción, que tiene que ser un fenómeno popular que pueda disfrutar todo el mundo. Un letrista de canción puede rozar la poesía, pero ser críptico no te conduce a nada, porque vos te alejás de la gente. A mi modo de ver hay que ser simple y hondo, ahí está la clave de la canción. Yo por ejemplo no lo logro, y estoy haciendo una autocrítica, pero no sé si mi camino es el adecuado. Escribo como escribo porque me sale así, no me lo formulé, y no sé si estoy haciendo una verdadera canción popular.

-¿Se plantea torcer el rumbo para acercarse a la canción popular?

-Sí, trabajo mucho en eso. En tratar de desprenderme de cosas que no me ayudan, el peso poético, una sobrecarga. Busco la simpleza, y quizá he comenzado tarde, pero pienso que todavía tengo por delante un buen tiempo. Estoy trabajando en éso, en simplificar, en hacer las cosas más sencillas. Y no entrar en ese juego a veces hasta vanidoso de hacerte el poeta, hacerte el raro.

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