Duro de matar 4 (Die Hard 4.0) EE.UU./Inglaterra, 2007
Dirección: Len Wiseman.
Guión: Mark Bomback, David Marconi.
FotografÃa: Simon Duggan.
Montaje: Nicolas De Toth.
Música: Marco Beltrami.
Intérpretes: Bruce Willis, Timothy Olyphant, Justin Long, Maggie Q, Cliff Curtis, Jonathan Sadowski, Kevin Smith.
Duración: 130 minutos.
Salas: Monumental, Del Siglo, Village, Showcase.
Puntaje: 6 (seis)
Volver sobre Duro de matar -trilogÃa que comenzara allá por 1988, de manos del poco valorado John McTiernan- es una obvia posibilidad comercial pero, también, significa la oportunidad de jugar ridÃcula y exageradamente con situaciones ya conocidas. El detective John McClane vuelve y, como de costumbre, no porque quiera sino porque las circunstancias lo obligan.
Ahora es el turno del terrorismo informático. Asà es que McClane (Bruce Willis) deberá tratar de desenmascarar y atrapar al responsable.
Desde ya, las cartas ganadoras están en su mano, porque ¿cómo matar al que, no por sabio, pero sà por intrépido, puede esquivar toda bala y automóvil y camión y derrumbes y helicópteros y golpes? Digamos que McClane es el estereotipo del héroe norteamericano: solitario (aquà sin pareja, con una hija adolescente y problemática), mal afeitado, afecto a las golpizas, machista, malherido, de seguros vahos alcohólicos; en suma, McClane es la reelaboración de los viejos y taciturnos cowboys de la pantalla. En su primer film, de hecho, gustaba de compararse con Roy Rogers, el vaquero cantante de camisas llamativas. Alusión tan irónica como la que suponen sus sonrisas, ya vueltas costumbre, luego de escapar una y otra vez a la muerte.
Por ello es que Duro de matar 4 no puede tomarse demasiado en serio. Desde allà puede disfrutarse, entonces, su despilfarro de situaciones deliradas, mucho más verosÃmiles, dentro de su género, que las que intentara la fallida Misión Imposible 3. Con la curiosa complicidad de toda una población citadina ausente. Porque pareciera que en la Norteamérica del film los demás habitantes se han ausentado. No hay nadie. Persecuciones, autos que vuelan, camiones fuera de control, aviones asesinos, apagón general, caos y anarquÃa, pero nadie más que los protagonistas para aparecer, pelear, dispararse. Como si fuese una puesta de acuerdo entre el film y sus espectadores. Y funciona.
Volvamos al héroe. Para todo héroe un villano. La figura del terrorista se ha instaurado como la excusa polÃtica que hoy el cine utiliza como móvil del relato. ¿Quién es el terrorista? Pues bien, que Duro de matar se ha puesto del lado de la corrección polÃtica. No sólo para derribar el estereotipo que, uno supone, será identidad del malo del film, sino para también responsabilizar al mismo Bush -aquà sÃmil Nixon- desde su discurso paranoico. La intervención de las señales televisivas con el discurso "multipresidencial" es un hallazgo. Ya lo sabemos, ahora sà está bien ser crÃticos con la administración Bush (mientras todo un auditorio supo silbar el Oscar a Michael Moore por Bowling for Columbine).
Y se suma, para la diversión cómplice, la aparición de Kevin Smith desde un papel secundario. El célebre realizador de films como La otra cara del amor y Dogma, compone a un "hacker" fanático de los cómics, misma pasión que el propio Smith cultiva desde su hacer como guionista de historietas. Sólo un chiste más, en el marco de un film que no es más que lo mismo de siempre, aunque sà capaz de empujarnos y dejarnos caer desde la cima de la montaña rusa. Y el vértigo que nos engaña desde la butaca inmóvil.
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