"-¿Por qué toda la gente se puso contenta de golpe?
-Porque vino la democracia...
-¿Y si les gustaba tanto entonces por qué no la trajeron antes?
-Porque parece que tuvieron que negociarla muuuuucho tiempo con los señores de gorra.
-¡Ah, sÃ, ya sé, los malos!".
El diálogo, protagonizado por dos chicos de no más de siete años, en un restaurant de Palermo, el 10 de diciembre de 1983, fue la inspiración que Hugo Paredero habÃa salido a buscar esa noche. Fiel a su oficio de periodista -por ese entonces trabajaba como crÃtico de espectáculos en Humor- el hombre siempre andaba con un lápiz y una libretita a cuestas, dispuesto a interceptar el paso de la musa, que en este caso sin previo aviso se le apareció en la mesa de al lado. "Ahà me di cuenta que eso era lo que querÃa hacer: querÃa escribir lo que los chicos pensaban de la dictadura", cuenta Paredero del otro lado del teléfono.
Veinticuatro años después, éste, más otros 149 testimonios recogidos a lo largo de todo un año en distintos puntos del paÃs, se convirtieron en ¿Cómo es un recuerdo? La dictadura por los chicos que la vivieron un libro cuya dilatada edición también tiene su anécdota.
"El año pasado estaba haciendo mi programa de radio en Nacional y me llaman por teléfono: eran Octavio y Leopoldo Kulesz, filósofo y matemático respectivamente, editores ambos. Me habÃan escuchado por radio y creÃan haber reconocido la voz de aquél periodista que en 1984 habÃa ido a su casa a preguntarles cosas sobre la dictadura, preguntas que sólo contestó el menor; el mayor tenÃa 13 en ese entonces. Asà que nos reencontramos y nos asociamos para cumplir con aquél sueño postergado".
-¿Cuáles fueron los objetivos al empezar a recolectar el material testimonial?
-TenÃa claro que querÃa empezar el libro como un cuento, un cuento terrible que empezaba el 24 de marzo de 1976. Después de investigar mucho encontré que eran 17 puntos los que querÃa abordar con los chicos. Esos puntos se convirtieron en preguntas y éstas en los 17 capÃtulos temáticos del libro. Lo me parece que es destacable es que volqué todo tal cual, cada testimonio como en el original, en bruto. Por eso cuando me ocupé de editarlo y cada vez que lo releÃa, tenÃa la ilusión de que el libro tuviera en el lector el mismo efecto que en mÃ; la de asistir a un diálogo secreto, la de espiarlos mientras hablan. Por eso me cuidé de respetar sus modismos, sus construcciones gramaticales. Y claro, de que estuvieran representados lo mejor posible..."
AsÃ, el libro de Paredero reúne las opiniones de hijos de militantes e hijos de militares; hijos de obreros y de empresarios; hijos de médicos, de psicólogos, de arquitectos, de artistas, de maestros, de mecánicos, de bomberos, de policÃas, de limpiavidrios. Niños de Palermo, de Villa Crespo, de Ciudad Oculta, de San Miguel de Tucumán, de San Salvador de Jujuy...
-¿Cómo realizó la selección de los testimonios?
-No, no hubo lo que se dice una "selección". Al principio simplemente entrevisté a los chicos que conocÃa: los hijos de amigos, de conocidos. Después se ve que fue corriendo de boca en boca y habÃa gente que me llamaba a casa para decirme que sus chicos querÃan participar del proyecto. Cuando paré y me puse a transcribir lo que tenÃa, me di cuenta de la densidad del asunto. Asà que me dispuse a viajar y a recoger testimonios más 'cientÃficamente'. Elegà chicos entre cuatro y doce años, digamos en edad escolar. Me pareció --a lo mejor hoy la elección serÃa diferente--, que era una franja etárea ideal, por lo incontaminado, por lo espontáneos, porque en general son un grupo poco consultado.
--Siempre que un periodista se acerca a un chico en busca de una declaración, parece que subyace cierto prejuicio, cierta tendencia a querer que diga lo que se quiere oÃr, ¿cómo evitó caer en ese lugar común? --Jamás he tenido prejuicios en ese sentido. Me encanta escuchar lo que los chicos tienen para decir.
Fue por eso que las preguntas fueron lo más abiertas posible, y la transcripción, como ya dije, absolutamente fiel al original. Creo que saber entrevistar a un chico es, o deberÃa ser, un género aparte, y eso conlleva el saber respetar lo que dicen.
-Le cambio la pregunta entonces, ¿qué lo sorprendió de las respuestas?
-Creo que la cantidad de información que manejaban sobre el tema...
-Ve, ahà está el prejuicio, usted fue suponiendo que los chicos manejarÃan poca información sobre el tema...
-... (risas)... es cierto, quizás no pensé que tendrÃan tanto para decir. Bueno, eso es parte del oficio ¿no?, el no perder la capacidad de asombro...
-¿Por qué tardó tanto en editarlo?
-En el momento en que empecé a escribirlo, yo trabajaba en Humor, y su editor, Andrés Cascioli, me habÃa ofrecido editarlo en La Urraca. Cuando lo terminé, ya Cascioli no trabajaba más ahÃ. Asà que empecé a recorrer editoriales. En casi todas recibÃa la misma respuesta: que el libro era muy interesante, pero que no era el momento de publicarlo. Primero, porque las heridas no se habÃan cerrado; después, porque era mejor no abrirlas.
el momento del destino.
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