No sabÃa si fue el despertador o un sonido de sirenas que interrumpió su sueño, de todas formas el cafédespertador indicaba que su desayuno estaba listo. Se desperezó, desayunó y se dirigió a la computadora. Su trabajo diario habÃa comenzado, apenas tenÃa un lejano recuerdo de aquellos dÃas en que su padre concurrÃa a realizar sus actividades fuera de su casa, afortunadamente no necesitaba trasladarse, podÃa resolver cómodamente desde la misma todas las tareas que le asignaba su oficina, una vez terminadas, enviaba ese material al centro de datos y le remitÃan la labor para el dÃa siguiente.
Cuando al mediodÃa sintió apetito, abrió el programa de comidas del restaurante donde solÃa hacer sus pedidos y eligió lo que mas le apetecÃa, pagó con su tarjeta de crédito y mientras leÃa los titulares del periódico en su pantalla esperó los veinte minutos aproximados en que llegó su almuerzo.
Después de un breve descanso prosiguió el trabajo organizado para la tarde. A las cinco tomó un pequeño refrigerio y a las siete, terminada su tarea, buscó entre la programación una pelÃcula cuyas crÃticas le prometÃan un buen entretenimiento; antes de sentarse frente a la pantalla se hizo unos sandwiches y con una cerveza se preparó para disfrutar del film.
Eran las nueve cuando apareció en la pantalla "The end" y fue entonces que se decidió a chatear; primero incursionó con nuevos vÃnculos, tanto como para ampliar sus relaciones y después se dedicó a su gente, a los Ãntimos, aquellos con los cuales chateaba desde hacÃa años. Si bien sus cuerpos eran anónimos, conocÃa mucho de sus gustos, aficiones, carácter y muchas veces hasta podÃa registrar sus estados de ánimo. A alguno de ellos los habÃa visto en la pantalla, hasta le habÃan mostrado su casa y Gabriela le habÃa mostrado mucho más; ella era más desprejuiciada; a pesar que vivÃa en la otra punta del mundo se divertÃa mucho con ella, era muy ocurrente.
A las once ya se habÃa cansado de chatear y antes de decidirse a dormir, un deseo de algo más surgió en él. Como algunas personas antojadizas desean un caramelo, un chocolate, u otra cosa, necesitaba un contacto más Ãntimo con una mujer: querÃa sexo. Dispuesto a complacer este gusto, se puso el traje con los sensores y lo conectó a la computadora. Buscó en el menú sus preferidas, Marilyn, la diosa, Michelle Pfeiffer, Penélope Cruz o Nicole Kidman. Ya el pensar en una y otra era excitante; tenÃa que reconocerlo, siempre la elección despertaba ansiedad, un cierto interrogante de cómo serÃa la calidad del encuentro con esa mujer a la que no habÃa poseÃdo o también con aquéllas que eran sus amantes habituales. Siguió buscando, Julia Roberts, Sharon Stone, Gwyneth Paltrow y al final se decidió por Jessica Lange de la época de "El cartero llama dos veces", incluso eligió hacerlo en la cocina, como lo habÃa visto en la pelÃcula. Pulsó Enter y se sumergió en un clima de extrema sensualidad, además de la calidez del cuerpo desnudo de Jessica y de sus pechos generosos, lo embriagaba el perfume que ella usaba en esa ocasión, sus labios le besaban con deseo incontenible y fue un momento tan satisfactorio que se prometió repetirlo en otra ocasión.
Ya finalizado el dÃa de esa manera tan oportuna y gratificante se fue a dormir. Tuvo un sueño extraño, ¿una pesadilla? no, no podÃa ser calificada como tal, sino como algo extraño, inquietante, no tenÃa claro lo bueno o lo malo, lo peligroso o lo que no lo era, pero lo sumergÃa en un clima de preocupación, de desasosiego. Soñaba que estaba en un fila detrás de otras personas esperando un vehÃculo muy grande donde iban subiendo de a uno, por turno, la gente charlaba, discutÃa, bromeaba. Iba parado rodeado de personas y escuchaba sus conversaciones, sentÃa que los otros cuerpos estaban junto al suyo y percibÃa distintos olores, un señor olÃa a café recién bebido, otro tenÃa un insoportable olor a traspiración, la señora que se encontraba frente a él olÃa a colonia de flores y una joven que estaba a su lado usaba el perfume de Jessica y lo inquietaba cuando el bamboleo del vehÃculo la acercaba tanto que apoyaba sus senos sobre él.
Después de un trecho todos bajaron. Él se dirigió a un edificio lleno de oficinas donde trabajaba y entró a una de ellas, que era la suya. Las personas que habÃa adentro lo saludaron, le hablaron de un partido de fútbol, de polÃtica y contaron algunos chistes groseros mientras lo palmeaban o pasaban el brazo por sus hombros. En el descanso del trabajo, mientras unos volvÃan a sus hogares a almorzar y otros lo hacÃan en bares cercanos, una chica que parecÃa conocerlo Ãntimamente lo llevó de la mano a una oficina pequeña y allà se colgó de sus hombros, lo abrazaba y lo besaba con pasión; sentÃa que la muchacha respiraba agitadamente, él se excitaba y también se agitaba cada vez más, con una sensación rara, mezcla de deseo y de miedo, hasta que despertó sudoroso y sobresaltado, prendió la luz y comprobó aliviado que estaba solo y que todo eso sólo habÃa sido un mal sueño.
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