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Lunes, 24 de septiembre de 2007
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Cuenta regresiva

Por Por Sonia Catela
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Disponen de menos de media hora para acabar con el operativo, exactamente lo que le demanda al custodio de seguridad dar la vuelta a la manzana batiendo su porra contra cada puerta para hacer notar que se gana lo que cobra, porra deseosa de presas sangrantes, porra fácil como no lo es abrir estos postigos caprichosos de jodienda, aun recurriendo a la barra que no se tiene, a buscar entonces, en la mochila, el cuchillo tramontina, meterlo en las junturas, hacer saltar las bisagras y romper uno de los vidrios que chilla, al astillarse, herido, aunque Germán se haya envuelto el puño en la toalla como siempre funciona en la tele pero no cuando le toca a uno burlar la cachiporra (de allá, desde la vereda de enfrente, Amelia le hace una seña con la mano abierta, diez minutos fagocitados, y de inmediato su mujer se agacha tras los bultos atados con sábanas para controlar que los chicos no se zafen), mete la mano, hace correr el pestillo, entra, (el papel decía: "hasta las 15 horas" improrrogable plazo y fue hasta las 15 improrrogable) le parece que en la casa solitaria titila algo, una luz, pero eso contradiría la conducta de la vivienda que vino cronometrando desde la terraza contigua durante una quincena, más las consultas al boca a boca de los vecinos, "...aguantar esa covacha desde hace años, ya agotamos cuanta oficina de burócrata hay sin que aparezca alguien y fumige los ratones", salta y se mete, ahora hay que abrir como se pueda la puerta del frente que, con cadena y candado trabados por fuera, le hace pito catalán; se asoma, Amelia le manda la seña de quince, hay que buscar otro punto vulnerable en la casona para que los de afuera puedan colarse antes de que la cachiporra los encuentre y encuentre cómo extorsionar un pedido de aumento a los vecinos que la contratan: "los intrusos se disponían a a violar el domicilio de Alem 345 con siniestros fines", justificaciones de eficacia serán sus pellejos escaldados y aporreados; Angel corre por el enorme salón que supo ser sastrería, indaga la cocina, el baño, desdeña una diminuta luz que no alumbra nada al pasar por un zaguán, halla la puerta que da a un patio tapiado, por ahí tampoco se les franqueará el paso; ya serán veinte, veinticinco minutos, vuelve al frente, le hace gestos a Amalia de que retroceda a lo más oscuro del callejón, cierra de adentro los postigos, de noche la porra no puede advertir el daño, repican los pasos del vigilante privado, la porra pasará de largo, ¿y si los vidrios chillan, heridos, y la porra los escucha, pisa, tritura, oye? ¿cómo no los apartó hacia el cordón? El garrote capturará los ayes de los vidrios, sus quejidos, y a ellos, intrusos, "hasta las 15 improrrogable", y fueron puntuales, a las 15, colchones, ropa, ollas y el retrato de la virgen desalojados de las orejas bajo el comando del oficial de Justicia del juzgado tal; los pasos del custodio se arriman y habrá un chasquido, no le caben dudas, la porra tanteando, la porra detectora de ocupas, de ilegales y usurpadores tomándolo del cogote, "un peoncito cualquiera, unos desharrapados" y cómo imaginar siquiera que la porra empine un trago para aguantar el frío que le cala la goma, y siga de largo y entonces ellos tengan, quizá, un lugar donde pasar la noche y mañana ver, empezar tomando un par de mates, darles algo caliente a los chicos, comprar pan por ahí, ver. Abre la ventana, le manda señas a Amelia, que se acerque para pasar a los pibes, ella no entiende, ¿cómo se improvisa un morse casero? no tiene con qué escribir, o va a traer una cartulina y un fibrón, acaso, "cruzá a los pibes", gesticula, por fin Amelia comprende el gesto de acercarse y comienza a atravesar la calle. Pero en la espalda de Angel la tos, la voz que lo zamarrea " decime gil, ¿qué te pensás? ¿que la mansión estaba esperándote de brazos abiertos para que asentaras tu culo en ella? ¿que vos solito tenés ojos para catar lo bueno?", el ocupa que lo empuja a los puñetes y cierra y lo arroja a la calle para que Angel sepa, se entere de que esta vez también llega tarde, que el lugar ya lo han tomado otros de desalojo no postergable, grita: Amelia, dejá las cosas, agarrá los chicos, rápido; a correr de la porra, de su plazo improrrogable plac plac notificado contra las paredes, dar la vuelta a la esquina, ver, y cuando a uno le han dado el mapa de ninguna parte del mundo y busca en él el sitio que le toca y no lo encuentra, demora en descubrir la verdad del mapa y entonces ¿dónde, cómo hacer el reclamo?

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