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Domingo, 30 de septiembre de 2007
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Convertibles

Por Luis Novaresio
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Uno: Abro el mail y, ya sé, es una cadena. No me creo eso de las cadenas de correos electrónicos para robarte la dirección y vendérsela a los que hacen negocios con bases de datos. No lo entiendo. Vos no entendés la regla de tres compuesta, mirá si vas a entender esto, me decís. Puede. Abro el mail y sé que es una cadena. Lo que no sabía es que justo lo iba a estar escuchando a él. Charlo mientras escucho la radio. Charlo, escribo, como, pienso y también hago eso escuchando la radio. Es la sensación de que hay alguien más que quiere decir. En estos tiempos de zapping breve de los pensamientos más banales, la radio es el refugio de los que creen que hay que decir. Y entonces lo escucho. El mail dice que nuestros billetes son bonos, patacones, porque no llevan más la leyenda pesos convertibles. Mirá vos. El mío, de veinte no lo dice. Tiene razón el ladrón de direcciones. Y uno de cinco que me dejó de vuelta Rosa cuando vino a limpiar, tampoco. Y él que sigue diciendo.

Dos: Yo me imagino a Xuxa gobernadora de la Rioja. Vos me lo contaste. Que él lo dijo. Que la soberana de las paquitas fuera gobernadora de La Rioja. El ministro bebió un sorbo del Rutini, cosecha especialmente elegida por su jefe, y pensó que iba a tener que decirle que eso era un disparate. Y eso, sí que era difícil. Pocos se le animaban al hombre que había hecho lo que había querido y gozaba ahora de la más impresionante popularidad. Y de votos. Porque la última elección lo demostraba. El cincuenta por ciento de los argentinos lo había reelegido como presidente. ¿Cómo explicarle al Jefe que la animadora de la TV brasileña no podía, de ninguna manera, ser gobernadora de nada? ¿Cómo hacerle entender al superpoderoso que ni todos sus votos podían garantizarle el capricho político para homejanear a esa rubia portentosa que lo había visitado en la casa de gobierno?.

La reina de los bajitos había recibido el llamado telefónico cuando vos la entrevistabas. Después de la sorpresa, vos me contaste, vino el alimento de su ego. ¿Por qué no ir a visitar al Presidente?. Ninguna de las explicaciones sobre las posibles influencias negativas que un encuentro semejante podrían traer sobre su carrera la convencieron de lo contrario. Ni bien terminó con tu entrevista, preguntó si debía ir vestida de manera formal o podía dejarse las botas blancas de caña alta. Xuxa lo saludó vestida como para montar un caballo del color de su calzado o la nave espacial que la depositaba cada día en el set de televsión. El presidente no pudo sacarle la vista de sus piernas. A la noche, cenando, sugirió la gobernación riojana para la rubia. Las botellas del buen vino tinto habían corrido. Además, cuando la reelijan a ella, yo podría estar viviendo en mi casa cerca de la capital de mi provincia. Para que me pueda visitar con facilidad, explicó el hombre. Y todos rieron.

El ministro bebió. Una vez más. Y otra. Y por fin le habló. ¿Xuxa gobernadora de La Rioja?. ¿Por qué no?. Y el tono cambió casi a afirmación: Por qué no. Y brindaron.

Tres: Esta semana Domingo Cavallo volvió a hablar. El padre de la ley de convertibilidad, bautizada y bendecida finalmente por Carlos Saúl Menem. La norma parió la ficción legal que suponía que una medida de valor económico de la primera potencia del planeta equivalía a idéntica forma de cotización en las pampas argentinas. El uno a uno es mucho más que un peso, un dólar, me dijo tu viejo cuando se conocía la noticia. Nosotros sabíamos que el hombre era escéptico por tradición, anarquista de Severino Di Giovanni por convicción, y harto por historia. Tu viejo, te dije, está existencialmente cansado. La Argentina del siglo XX, lo agotó. Pero me lo acuerdo. Igual me lo acuerdo. El decía que unificar valores económicos es unificar todo el resto. Me van a acusar de marxista por lo de las superestructuras económicas o el fetichismo del dinero. No me importa. Pero para que vean que esto es mucho más viejo que lo dicho por el gran Carlos de 1848, me alcanza con citar a los sofistas. Lo verdadero y justo es lo que el poderoso dice que es. Y ya sabemos, la riqueza es poder. Ahora que tenemos un supuesto poder económico vamos a creer que somos el fiel de la balanza. ¿Por qué no?

Cuatro: Deme dos. Miami cada seis meses. Microondas, dicroicas, auto importado, levantavidrios, apertura del capot, faros regulables y rubia al lado. Rubias, claro. Rubias. Tetas, siliconas, tetas, me estiro la cara, tetas, abdomen chato, tetas, ministro con asentaderas mullidas, tetas. Ropas con brillos, autos con brillos, casas con dorados brillosos. Brillo. mármol o algo que se le parezca. Oro o algo que se le parezca. Cultura, un poco, o algo que se le parezca. Y vinos. Y carnes, caviares, centollas, lo que fuera. Caro. No puedo recordarte todo, basta con que lo pienses.

¿Y la salud?. ¿Qué tiene que ver la salud con esto?. No me jodas. Estamos en el primer mundo, la producción se revoluciona y vos venís a escorchar con la salud. No me entendés, te digo. Trato de preguntarte si hoy, tres lustros después, puede pensarse en la salud de entonces convertida por la misma convertibilidad festejada. Estás muy loco, te alcancé a oir cuando lo decías. Muy loco. Y te fuiste.

¿Y tiene que ver?. No sé. ¿Por qué no?

Cinco: "Estamos a oscuras pero no soy yo el que ahora pueda encender la luz". Descanso. "Lo que pasa es que en la Argentina la hipocresía y la mentira han vuelto a ser importantes, como ocurría 30 años atrás, cuando predominaba la alta inflación y el estancamiento de la economía". Hipocresía y mentira. Dice él. Hipocresía y mentira. "Hay que erradicar la mentira, el engaño, hay que volver a las reglas de juego que tuvo la Argentina en la década del 90, perfeccionadas pero no oscurecidas como viene ocurriendo desde el 2002. "Y otra vez. Mentira, hipocresía y engaño. Sigo esperando la autocrítica: "Volvería a aplicar exactamente las mismas medidas" Sigo sin entender. No sé cómo es eso que te roban una dirección de mail y, menos, para qué sirve.

Seis: La mujer llama a la radio, a la misma que te ayuda a seguir hablando, y dice que su abuela murió hace dieciocho horas. Desde entonces, nadie, dice ella, puede hacerse cargo de su sepelio. Porque es pensionada no le corresponde PAMI. Por no es indigente, no le corresponde el servicio público municipal. Dieciocho horas con la muerte obligada. Sin ni siquiera derecho a poder llorarla. Y ahora resumen las noticias, como cada media hora, y él habla de mentira y engaño.

Son tres pibes y medio, me decís. Dos de quince y uno de dieciocho que se murieron. Una nena de doce, se debate entre la vida y la muerte. Ella es el "y medio". Aspiran tolueno como tantos. Se mueren como muchos. Tres en quince días. Y medio. La nena tenía en su sangre rastros de cocaína y un sicotrópico no identificado. Será que juegan a la jarra loca. Poner en el recipiente lo que se encuentre con alcohol, poner una pastilla, de las que sea, cada uno, y tomar.

Cinco de cada diez argentinos carece de planes de atención médica. La salud pública se ha hecho cargo de esa inmensa masa de conciudadanos que para nacer, curarse o, simplemente, morir dignamente busca un hospital del estado o el cobijo oficial. En los lugares en donde hay hospitales públicos, claro. O donde los hay, existen condiciones mínimas para atender al paciente. Nuestra región es muestra cabal de lo que se dice. Pero para morir pobre o para echarle una mano al que toma pegamento, nada. Como dice Mirta Guelman, pibes enfermos de desapego. Desapego a la vida.

La convertibilidad hizo explotar varios fenómenos. O para ser más fieles al decir de tu viejo, engendró la pólvora que diez o quince años más tarde iban a detonar. El ego personal de unos cuantos, de unos muchos, fue el fenómeno más ostensible. Los nuevos ricos, los nuevos rubios y petulantes, los nuevos habitantes de la supuesta modernidad del primer mundo concibieron un autoconcepto vanidoso, insolidario y prepotente. Quizá ese sea el gran huevo de la serpiente de la convertibilidad. Pero la cría fue inmensa. Las universidades y escuelas privadas, apenas un sello de goma para recaudar, las asociaciones sin fines de lucro que se enriquecían, el negocio aparentemente con bandera de libertad capitalista pero protegido por el chanchullo del monopolio del arreglo con el estado. Y cientos de etécteras.

Ni el más cerrado liberal que se quedó en 1850 recitando a Adam Smith podría negar la necesidad de salud, seguridad y educación en manos del estado. Por eso te preguntaba por la convertibilidad de la salud y de la asistencia social. ¿Puedo pensar en la salud del pago chico para entender cuánto fue aquel hombre que ahora descubre mentiras e hipocresía?

Siete: La lista podría ser mucho más extensa. Podrá incluir la inexistencia de un instituto público serio que se ocupe de contener a un alcohólico pobre. O a un drogadependiente. O el resultado de los Institutos de menores que deberían evitar que un chico delincuente mantenga de por vida la ley de violar la ley. O más. O la más sincera declaración del ministro de salud de Santa Fe que reconoció que la estructura municipal de salud de la ciudad capital no existe. No está.

Sin embargo, el muestrario desordenado que te conté alcanza para honrar la memoria de tu viejo. No se equivocaba el hombre cuando creyó que no sólo se convertirían hace más de quince años los mangos verdes con los de la pampa. Se convertía el derecho de tener o tener salud o amparo social en base a esos mismos mangos y a la convicción de que el dinero, uno a uno, era lo único que importaba. ¿Uno a uno?. ¿Por qué no? Y que ahora tus billetes no digan nada de su convertibilidad, me decís, debería ser una tranquilidad. Y no te entiendo. Ni los mails. Ni nada.

Al menos lo escucho decir al tipo que no se presenta a las elecciones porque sabe que, hoy, nadie lo votaría. Hoy. ¿Nadie? ¿Seguro? ¿Por qué no?

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