Ayer estuve en Rosario. Fue una visita relámpago. Llegué en compañÃa de mi padre con el objeto de tomar fotografÃas del solar familiar y del portón del Palacio Fuentes donde asoma tallada, la imagen de mi bisabuelo, su constructor. El solar de la calle Callao fue alguna vez corralón de Ferrarese Hnos. y Cia. y allà pasé interminables veranos descubriendo primas en lo que parecÃa un cementerio de torno, fragua, yunque, molino, pesas y contrapesas, gubias, clavos y masas. El lugar olÃa a aceite y madera, salvo, claro, cuando el viento soplaba del sur y el aroma de los jazmines nos hacÃa olvidar todo. Lo que allà estaba a mi alcance, habrÃa servido en su tiempo, para erigir ese tan singular pedido del señor Juan Fuentes, hombre gentil el señor Fuentes, hecho desde abajo, como suele decirse, filántropo. De mi bisabuelo, don Enrique Ferrarese, tengo el mejor de los recuerdos: pescador, sobrio, hacedor de corbata roja e ideas al tono. El palacio que construyó en la esquina de Santa Fe y Sarmiento, mucho antes de que yo viniera al mundo (¿dónde habré estado?), fue un lugar encantador, en el estricto sentido. Si algo tengo que reclamar al respecto, por lo menos desde la perspectiva infantil. Fue la imprevisión. Después de todo, cómo puede concebirse palacio sin princesa.
Como venÃa diciendo, estuve en Rosario. Fue una visita relámpago. Fui con mi padre a sacar fotos del solar familiar que en pocos dÃas será entregado a su comprador después de un siglo de gloria y decadencia. Allà nacieron y vivieron cuatro generaciones de Ferrarese, Montes-Bradley y RodrÃguez. Hubieron momentos memorables y de los otros. Entre los primeros, la siesta, el vino, las primas; de los otros puedo evocar la ira de la bestia desatada y su paso por los rincones arrasando con el delicado equilibrio familiar en nombre del soberano milico. Pensaba justo en aquellos turbulentos dÃas cuando disparé la última fotografÃa antes de marchar. Sé, que de ahora en más, sólo volveré la casa de mis veranos, en la rigidez espeluznante de pÃxeles encontrados. Eso es el tiempo, lo demás son especulaciones.
Tras cartón, vino un guiso de lentejas a media cuadra de palacio, un vaso de vino y la determinación de llevarme la imagen del bustillo del "nono", el que asoma orgulloso en el portal de su digna creación. No pude. Al intentarlo fui advertido por badulaque, al servicio de dudosa autoridad, que no podÃan registrarse imágenes del lugar que hoy ocupa una entidad financiera. El simio, intentó justificar su insignificancia. "Mire", dijo el idiota apuntándome con el dedo Ãndice de su mano izquierda mientras con la derecha acariciaba desafiante la obscena culata de su 9mm. "Acá nosotros somos la policÃa y del edificio no se sacan fotos". Como dirÃa mi amigo mÃo Juan Madrid en la ciudad que lleva su nombre: "Ante la duda, la más cojonuda". Replegué mis reales a "El Cairo" en busca de refuerzos y regresé con don Nelson, mi padre. Al cruzar el umbral, ambos fuimos escoltados por gorilasmacho hasta la recepción. En el recorrido que va desde la noble taberna al digno palacio no pude dejar de pensar: ¿Qué hace la PolicÃa de la Provincia desempeñándose sin uniforme al servicio de una entidad financiera? A medida que nos desplazábamos, noté que los animalitos ponÃan particular celo en la presencia del nÃveo nieto del constructor que -al parecer- a sus 73 años constituye una velada amenaza para los centuriones. Creo que tanta la atención dispensada debió haber mitigado la perspectiva del tiempo en mi padre.
Finalmente, frente a la recepcionista, preguntamos por la persona responsable ante quien pudiéramos reclamar las mariconadas del glandular obsceno de la entrada y su novio: Robocop. La recepcionista, un amor. Me atrevo a conjeturar que su presencia estaba justificada en la delicadeza de sus rasgos. Después apareció la sietemesina-superior dispuesta a dar batalla. En la "Unión Provincial" de Sarmiento y Santa Fe, no hay responsables, dijo la tontafea, la bruja-mala, blandiendo modales secundarios y disculpando a sus superiores por encontrarse "todos en reunión".
Como el lector habrá de suponer, con mi padre marchamos de Rosario sin haber logrado el objetivo de pÃxeles en pÃxeles. La cabecilla del véneto-constructor, aquel que se asoma en bronce junto al ingeniero Durán y la osadÃa del Palacio Fuentes, deberán esperar a mi regreso. Y está bien que asà sea: siempre es bueno volver. La próxima, tal vez no aterrice en Fisherton o cruce Oroño tajante. Quizá me aventure por Circunvalación o llegue en barco a contracorriente como mis antepasados. Con un poco de suerte, los cerberos de cuatro cabezas, las bestias, ya no estarán allà para cuidar el rÃo, para celar la unión provincial, para proteger palacio de sus herederos: el pueblo y los turistas con todos sus mega pÃxeles a cuestas.
* Es cineasta y periodista. Ha realizado diversos documentales sobre escritores, entre los que destacan "Harto the Borges" (1999) y "Cortázar: apuntes para un documental" (2002). Es autor también del libro de cuentos "Soriano. Un retrato". Nació en Córdoba el 9 de julio de 1960 y vivió durante más de 25 años en Estados Unidos. Este texto fue publicado en el blog www.lalectoraprovisoria.wordpress.com
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