He ahà nuestros muertos, aquellos que nos dejaron sin brazadas, los que en su reposo evocan lo más hondo, la nada que robó para siempre la palabra.
Están en la naturaleza abstracta de la vida, en su ausencia caminamos a la violeta por Rosario recordando que allà estuvimos con un Fulano lindo que no está, que al irse clausuró la alegrÃa haciéndola loca y lavable.
He ahà la recalcitrante situación de no tenerlos, la angustia de primer calibre que suele dar lo que fueron, mirarnos la mano alimenticia que alguna vez los tocó de arriba abajo, saber que los golpes de la vida ya no cotizan en sus frentes.
No están, no obstante. Cerca. En el Paraná; el aire rioplatense nos muele con los palos brutos de cada dÃa, se imponen entre el texto y este viernes hasta hacernos llorar por no existir acá, ni en Lima. Ni en Hong Kong.
Es el viento solitario y grave entre los árboles o una música, un perfume, un sustantivo, lo que suele traerlos a fugarse otra vez en la memoria; el ocio infinito que dejaron, la última despedida del amor, el desmoronamiento incontenible del amanecer cuando los soñamos.
Es un lento trabajo rondar todo, absolutamente todo en torno al acontecimiento de sus muertes, a la polvareda, el resplandor que dejaron yéndose, un trozo de sangre en penumbra que entra y sale del corazón muchas veces nos deja mientras ellos piden durar más allá de las cosas.
He ahà la hoguera, el consuelo, el tiempo vacÃo y a distancias horribles del cielo, sus pelos, sus lunares, sus rodillas, la irrecobrable gloria de haberlos tenido.
Mi abuela iba (cada dos de noviembre) a Leones a pasarle Blem a la tumba de su padre, lavaba canteros, sembraba pálidos helechos y en su gesto solitario y perdido no podÃa entender qué le dolÃa.
Hoy que no los tengo en una pradera (a ella, entre otros), un soplo negro tiñe el segundo dÃa de este mes y lo vuelve estéril y alocado, entiendo un poco más su monotonÃa de limpiadora y digo he ahà nuestros muertos pisoteando felices el recuerdo.
Y tal vez esperando la visita, o una alianza, con quienes hoy podemos, por ejemplo, terminar este diario.
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