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Viernes, 2 de noviembre de 2007
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Dos del once

Por Beatriz G. Suarez *
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He ahí nuestros muertos, aquellos que nos dejaron sin brazadas, los que en su reposo evocan lo más hondo, la nada que robó para siempre la palabra.

Están en la naturaleza abstracta de la vida, en su ausencia caminamos a la violeta por Rosario recordando que allí estuvimos con un Fulano lindo que no está, que al irse clausuró la alegría haciéndola loca y lavable.

He ahí la recalcitrante situación de no tenerlos, la angustia de primer calibre que suele dar lo que fueron, mirarnos la mano alimenticia que alguna vez los tocó de arriba abajo, saber que los golpes de la vida ya no cotizan en sus frentes.

No están, no obstante. Cerca. En el Paraná; el aire rioplatense nos muele con los palos brutos de cada día, se imponen entre el texto y este viernes hasta hacernos llorar por no existir acá, ni en Lima. Ni en Hong Kong.

Es el viento solitario y grave entre los árboles o una música, un perfume, un sustantivo, lo que suele traerlos a fugarse otra vez en la memoria; el ocio infinito que dejaron, la última despedida del amor, el desmoronamiento incontenible del amanecer cuando los soñamos.

Es un lento trabajo rondar todo, absolutamente todo en torno al acontecimiento de sus muertes, a la polvareda, el resplandor que dejaron yéndose, un trozo de sangre en penumbra que entra y sale del corazón muchas veces nos deja mientras ellos piden durar más allá de las cosas.

He ahí la hoguera, el consuelo, el tiempo vacío y a distancias horribles del cielo, sus pelos, sus lunares, sus rodillas, la irrecobrable gloria de haberlos tenido.

Mi abuela iba (cada dos de noviembre) a Leones a pasarle Blem a la tumba de su padre, lavaba canteros, sembraba pálidos helechos y en su gesto solitario y perdido no podía entender qué le dolía.

Hoy que no los tengo en una pradera (a ella, entre otros), un soplo negro tiñe el segundo día de este mes y lo vuelve estéril y alocado, entiendo un poco más su monotonía de limpiadora y digo he ahí nuestros muertos pisoteando felices el recuerdo.

Y tal vez esperando la visita, o una alianza, con quienes hoy podemos, por ejemplo, terminar este diario.

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