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Viernes, 25 de noviembre de 2005
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El poli

Por Beatriz G. Suárez *
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A Vicente

El lunes se rinde el examen de ingreso al Instituto Politécnico.

Quería decirte que tu mamá deseaba verte ahí. No por imponértelo ni ejercer un mandato, simplemente lo imaginaba para vos; cualquier madre que en su luna callada ordena el alma de los hijos como apilando libros en bibliotecas.

Me lo había contado varias veces "él tiene que ir al Politécnico porque es muy inteligente y además dan teatro". Qué se yo, anda a saber en qué rincón de su castillo la matemática (con sus emperadores triangulares) tocaba escenas descartadas de sí misma para creer que lo mejor era esa junta de arte e información que este colegio ofrece a Rosario desde hace tantos años.

Vos sabes que era infinita. Química. Sódica, poeta, compositora, hacía gimnasia con el tiempo, enero abdominal, marzo clave de sol; la convocaba lo heterogéneo, tal vez por eso el Poli, porque ella misma era poli.

Te pensó ahí desde que eras chico, cuando te filmaba horas enteras en un carrito entre nubes o mientras medías un metro solo, solo un metro, y acunaba un celeste para emanciparte hombre algún día.

Tengo muy presente esa vez en que me habló del laboratorio de inglés, en que te serviría para traducir programas de computación, que en esa escuela había, te pensaría con auriculares, parlanchín, yes, sí quiero, una idea.

A veces la maternidad da miedo.

Poseía limón y firuletes, palabra arrolladora y encantada, tenía

aplicaciones de terciopelo para vos. Nunca jamás se las había visto. Ni desde que ambas hacíamos el secundario en el Instituto y su voz coronada de dulces drenaba existencia en colectivos destartalados.

Cuando entró a primer año (así se nombraba esa instancia escolar en nuestra época), tenía patas largas como las tuyas, era de charlar mucho, de darle abrazos fuertes a sus amigas, Sandra Siemens, la Vaqui Gárate, Marcela Tavani, Mariela Sconochini, la Cocaza Carlini, la Kiri Kirchmayer, Marisa Sartini, Claudia Rivolta, la Gordita Valentini y otras, era flaca y parecida a tu cara, con esos ojos grandes casi en unión perfecta la luna, iba de frente salteándose estaciones en el amor mientras el pueblo le tomaba el pulso y la volvía eléctrica y ágil. No se como dibujarte aquél momento y si lo hago me sale calle Pellegrini que es la del Poli donde este lunes rendís.

Mi colegio, nuestro colegio y el tuyo elaborando argentinos con videncias arqueológicas de una educación para la vida.

Pensar que ya no está para decirte lo que viene después. Este lunes es para guardar en una caja plegable como su cuerpo insustancial, como sus células de buena persona, sus hormonas, las partículas leves que nos dejó junto a las cosas que verdaderamente importan.

Es el último lunes decidido por esa mujer para siempre. Es incluso la noche del domingo que traerá las suyas para organizarte cuando hagas el solo de raíz cuadrada y trapecio.

Es necesario que sepas este amor anticipado por el Poli que sintió tu mamá antes de irse solo diez años después de que nacieras.

Me salen sentencias raras y un acompañamiento que no sirve de escuadra y lo se, en una sábana infinita tengo sus iniciales grabadas, las tuyas y las de tu hermana van unidas porque una parca corre y yo con ella, porque hay razones suficientes para que todos vivamos un poco mas.

Entonces cuando estés sentadito como un niño en esas bancas casi

universitarias, y del pelo fino se desprenda el pensamiento no te olvides que ella inyectará saber en la hoja blanca para que hagas tus vigas, tus cimientos.

Así son las cosas, un algo que ya no es, un todalavida necesario, un ingreso exitoso, un paseo, un sobrino, una novia, una naturaleza circundante. Así será este día. Como todo, una prueba.

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