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Domingo, 23 de diciembre de 2007
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El milagro es

Por Luis Novaresio
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Uno: Noche de paz, noche de amor, todo duerme en derredor. Y te reís. Todo duerme. O se juega a estar dormido. O, en todo caso, eso preferirías. ¿No? No sé. Alguna vez sería bueno que nos preguntáramos, cual huevo o gallina primeros, si nuestro masoquismo no es funcional al sadismo de los que criticamos. No te entiendo. Protestás y te sorprendés porque tu mandatario público te traiciona. ¿Creés que alcanza? Burgués, desde la mesa de café o, el más osado, desde una carta de los lectores o por teléfono a una radio, creés que cambiás el curso de la historia, sin darte cuenta que estás trazando con mano cómoda el curso de lo que esperan los que mandan. Sigo sin entender. Noche de paz, noche de amor. Pero sobre todo, a ver si me explico, todo duerme en derredor. Todo duerme. Y chau.

Dos: ahora resulta que nos dimos cuenta que las valijas entran y salen por calle Balcarce y van a dar cerca del sillón de don Bernardino. Da risa la desmemoria generalizada que encuentra antecedentes, al voleo, en los financiamientos de los amigos coordinadores en los tiempos en los que se recitaba el preámbulo o de la Samsonite de la hermana del poder conyugal, esposa del hombre que controlaba el ingreso de lo que fuera a la patria sin poder hablar una palabra de castellano. ¿No me digas?, susurra uno con cara de pánfilo que esconde del DNI para no recordar que los votó. Porque ahora, empieza a caer la llovizna del yo nunca la voté, ni bien comienzan a quemar las papas, a uno veinte en tu verdulería amiga. Y la llovizna suele preanunciar tormenta.

Nunca pude imaginar que ellos también, como Bruto, fuesen capaces de lo mismo. Uno los mira, les da un rato de silencio para ver si reculan y se va, silbando bajito, caminando por el lado del cordón, por izquierda, harto de los que usan ese sendero para abrir, pero cierran por derecha. En fin.

La valija entra, queda en manos de una chica que sabe que en estas pampas se es exitoso si se patina con Tinelli, si se enseña lola prominente y no, con uniforme honesto de policía que no se cree que en una maleta pueda estar llena de libros con forma de dólares por ochocientos mil verdes. Y entonces empieza el debate. Por llamarlo de alguna manera. Porque lo único que queda por discutir es cómo de un avión rentado por el gobierno argentino, con sobreprecio, of course, descienden dos servidores de la patria que le dieron asiento a un señor que hacía dedo en el aeropuerto venezolano para transportar un millón de los grandes. Detenido el hombre de grasa abdominal y cadenas de oro prominentes, los dueños del vuelo, argentinos que han de haber jurado ser demandados por la patria y por Dios, se van a dormir sin otra preocupación que combatir el jet lag. Pero todo eso, todo, no se discute.

Acá, en forma y modo que deciden manu militari los inquilinos del poder, se habla de basura, operaciones secretas que lucen como del KAOS del superagente 86 y diatribas imperialistas que se quieren quedar con todo, incluida las reserva de agua dulce, Paraná querido, río color marrón. ¿Y del centro del debate? Nada, claro. Si tampoco nadie pregunta. Porque seamos sinceros, escribas de diarios, voces de radio y televisión, casi nadie pregunta. Menos, repregunta. Será que los del poder a la cuarta potencia representan esa chinche berreta de la mayoría de los mortales que ponen pies en suelo patrio cada mañana y necesitan, apenas, tranquilizar la conciencia más superficial de creer que nos ocupamos así del ser nacional. No lo sé.

Lo que sí conozco, me dijiste, es que los locatarios del servicio público, los públicos servidores, creen que no deben ni tienen por qué contar de qué se trata. Y eso es lo más grave. Aún más que la valija caribeña con tanta plata que, a vos y a mí, nos solucionarían la vida de por vida. El virus incurable es creer, con convicción de certeza, que no hay que dar explicaciones.

Tres: Salvemos las distancias, me decís. Y asiento. Salvemos las distancias entre la valija y lo que viene porque no hay relación de forma y fondo. Es cierto. Apenas si quiero contarte que la convicción de no dar explicaciones nace desde un municipio o de un pueblito pequeño en su esfera de actuación y sube, sube hasta llegar a ser Antonini. Pero no son lo mismo. No comparo ni hago analogías, ¿te queda claro? Me queda.

Todavía calentito el sí juro para la segunda vuelta frente a la ciudad, una niña muy sólida en su profesión y en su belleza se transformó en la cara de la explicación de algo que sonaba inexplicable. Si en campaña prometo ser la Barcelona argentina, asegurarle a todos los barrios la igualdad de oportunidades pero me olvido de avisar que para todo eso voy a meter mano en el bolsillo de los rosarigasinos que no hablan catalán, la cosa suena rara.

La niña, funcionaria nueva y de segundo nivel, salió a explicar que no se puede hablar de impuestazo municipal porque desde los Leones no se perciben impuestos. El tributazo lanzado por el intendente esta semana pretendió ser filtrado entre los jingle bells y el pan dulce, susurrado por algún ignoto inquilino del poder. Ni siquiera discuto el fondo. Y mirá que tengo para discutir, gracias a los aumentos, por ejemplo, de tasas de cementerios en proporciones que ni los muertos podrían entender. Los vivos preguntamos qué otro gasto extra han producido con los que QEPD en campo santo. Nadie responde. O la voracidad de las grúas levanta coches mal estacionados que duplican su costo con el mismo sadismo que no evitan el caos que es el tránsito de Rosario. Pero, te repito, ni siquiera discuto el fondo.

¿Puede anunciarse un aumento de tributos sin que el responsable político de la ciudad salga a poner la cara, los fundamentos y admita la discusión? ¿Puede pensarse que es gestión propia de la necesidad un tributazo a horas de la elección ganada amplia y legítimamente con campaña que ni sugirió que se venía este acto de gobierno? Todo esto se pude cuando uno se convence que el poder temporario de gestión da una pátina de no tener que explicar lo que se hace porque quien lo hace responde a un mandato propio y no de la sociedad que lo ha elegido. Es un gesto, insisto, que no aborda el fondo de la cuestión que, como te dije, merecería todo un largo debate. Otra inoculación del mismo virus de no dar explicaciones. Y punto.

Cuatro: La madre de Buda soñó con Cristo. Mahoma reconocer el carácter de alto profeta a Cristo. Los judíos saben que Jesús difundió a su mismo Abraham. No es Cristo, pero sí es Jesús. Y tantos, pero tantos, creen que mañana nace el que quiso que ames a tu prójimo. Pero no como a cualquiera. No con mucho amor. Sino como a vos mismo. Y esto, sí, no necesita de explicaciones. Esto es, simplemente.

Ojo: el milagro del 25 es. La política debe ser explicada. ¿Capito?

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