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Martes, 18 de marzo de 2008
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Los alzaditos a Buenos Aires

Por Daniel Greco
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Me comisionaron a mí, el multifascético, el políglota, el cosmopolita, el binorma, la luz de la civilización entre las tinieblas de la barbarie, un público incondicional para todas las bailantas terrosas llevadas a cabo en condenables andurriales por tropical Casablanca, en fin, a mí, el coreógrafo más avezado para dictar todos los desplazamientos estratégicos de los malones de los ranqueles, para llevar a los alzaditos de excursión a los Buenos Aires.

Al no poder conseguirme al sargento Toro para que me asistiera, el General me envió a ese viejo amigazo, el cabo Savino. De esa manera me relevó de tener que aguantar al sargento Gómez, que, aparte de cebar buenos cimarrones, me parece un turiferario a la violeta, un gato maula con el mísero ratón, un rimador de cuarta (o de octavas, no sé) que se pierde en floreos bizantinos, que se calla el cantor, que se apaga Valderrama, que no se ubica, que no sabe estar a la altura de una situación como ésta, de alta diplomacia, de alta traición a la Patria, de alce sagaz en la Historia que se va escribiendo, en fin, en el mero desempeño pedagógico, en el manejo de una situación delicada como ésta, una situación.....circense.

Un disperso, un chamuyador, un tergiversador, un farabute, un babieca, un poligrillo, un pastenaca. Se despertaron tempranito sabiendo que iban de excursión, ya formaban una fila india, tomaban distancia y hacían barullo. Cada uno llevaba a la espalda una cantimplora llena de vino que podía ser "Cascasone", "Valderroto", "Columbus", "Todo" (huinca mucho todo), "Santa Gana", "Terminor", "Rojo Trapal" y "Chamaquito". Los que llevaban "Enchant Prendado" blanco eran mirados con extrañeza y soslayados, y los que llevaban marcas inferiores al "Todo" estaban expuestos a ser manteados y el contenido de sus cantimploras vaciados sobre el humus en son de burla.

Iban bien cenados y livianitos, por si querían jugar un picadito siestero en El Tigre, si los vapores etílicos se lo permitían, pero eso era considerado simple jarana porque nuestro viaje era, en principio, cultural. Llegamos los alzaditos, Savino y yo a la gran urbe, de mañana, mal dormidos, excitados, desbordados por una tarea pedagógica que nos excedía por todos lados: contener a los alzaditos, con el orgullo de estar llevando a cabo una labor patriótica y benéfica, deslumbrados por los portentos arquitectónicos que veíamos, aceras relucientes, calzadas por Scarpe, abrumados por el significado de una cultura que se nos derramaba a nuestros pies como un locro mal llevado, orgullosos de nuestra superioridad civilizada sobre la chatura y bestialismo que emanaba de la barbarie indómita e insurreccionada de los alzaditos, además teníamos una ligera dispepsia.

Fuimos primero al Colón a ver "Antigona". Decididamente los alzaditos no querían que a Polinice se lo comieran los caranchos y así lo hicieron saber emitiendo un molesto coro ululante que perturbaba a los espectadores vecinos que contemplaban inquietos la irrupción de la barbarie en su pátina civilizada, como una mancha de dulce de quinoto sobre el parquet recién encerado. Asimismo, Creón fue abucheado reiteradas veces y hasta un alzadito se atrevió a zumbarle con algo. Estuvieron bastante sensatos a pesar de haber sido sustraídas sus cantimploras a la entrada y no provocaron disturbios aunque hubo algunas viejitas desmayadas al verlos penetrar con su jedentina y sus aperos entre candelabros de cristal. En cuanto a Savino, se lo veía bastante abrumado por tanto despliegue, él, acostumbrado a la vida bárbara de frontera, a las salinas y a los secadales. Al Pampero y las Toper, a los bailongos de frontera, a la mazamorra para las venerables sin dientes y a los cimarrones que le cebaba el preso vitalicio Gomide.

De tanto en tanto abortaba un bostezo artero. Se aburría decididamente. El hubiera esperado un número musical.....o que Antígona hiciera un strip﷓tease. Fuimos a una librería, aunque los alzaditos no sabían leer. Esperaríamos que la civilización les entrara por ósmosis. Se les permitió conservar sus cantimploras y ahí sí algunos alzaditos abusaron de la ingesta de alcohol y se durmieron con la cabeza apoyada "sobre más de un raro infolio de olvidados cronicones". Vi un ejemplar de Una excursión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla pero... para qué...a mí no me la van a venir a contar. Y también uno del Facundo Domingo F. Sarmiento pero...ya había leído "Rojo Trapal" de Dani Greco. Se ve que nos vieron venir y bajaron la persiana a tiempo y sorprendentemente dimos de bruces con el café Tortoni cerrado a las 3 P. M. Llegamos a tiempo para impedir de que algunos alzaditos reservaran una suite en el Cavanagh a compartir entre ciento veinte infieles. En Mundo Marino decididamente se desbandaron. Evitamos a tiempo que atraparan un cachalote y una morena. Los bichos salieron ilesos. Pero ellos estaban alterados. Comenzaron a hacer un sabotaje sónico, luego un intento de malón y, por último, un inicio de avalancha sobre los aterrados bañeros con el fin de que los dejaran darse un chapuzón. Al final, se chapuzonaron todos, dejando el agua marrón y a los bichos marinos tosiendo lastimosamente al verse contaminado su hábitat artificialmente logrado. Las instalaciones quedaron hechas una lástima, un barrizal infecto, pero ellos estaban contentos. Sobre el final, despertamos a los achumados y nos fuimos, Savino y yo con la cara que se nos caía de vergüenza. Llegamos a la tardecita con un gran porcentaje de nuestros excursionistas alcoholizados y felizmente conseguimos varios trenes que nos devolvieran a nuestro agreste paisaje. Además de una resaca superior, los alzaditos traían con ellos varios souvenirs que habían conseguido ilegalmente en los Buenos Aires. Savino lamentó haberse perdido "Son de Fierro" dado lo excedidos que estábamos en el horario y se conformó con volver a su ruda realidad del "Tres de Fierro". Y en cuanto a los alzaditos, no sé si habrán entendido mucho, pero esa noche durmieron bien.

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