-!Tengo una frase bárbara para la transmisión, oigan! El que hablaba era el Carpincho acuclillado junto a nosotros. Puso las manos en embudo sobre la trompa y nos obligó a oÃrlo, arrastrando las ú, como lo hacÃan los narradores de la radio.
-!Fútbol, pasión de multituuudes...!,voceó con una sonrisa como melón rajado.
-No va a andar, dijo el Marito.
-Es muy melosa, agregó El Jefe por decir algo.
-¿Pasión de que?, defenestró el tercero, Quiroguita. A mi no me disgustaba pero me callé la boca, caso contrario no me lo sacaba más de encima. El juego implÃcito era verduguearlo porque sÃ, por crueldad, por aburrimiento, porque nunca supo parar una pelota.Iba a ser locutor, le habÃa pronosticado un hada maleva del barrio RefinerÃa. El Jefe policÃa, Marito contador y Quiroguita un salvaje que habrÃa de morir producto de sus correrÃas. No se subÃa a los techos de chapa, no se colgaba de los camiones y cruzaba las vÃas en puntas de pie por miedo a los trenes, pero nosotros, desde atrás le augurábamos que no se iba a poder escapar de su suerte.
-Vas a morir aplastado, le anunciaba el Jefe .De mi vaticinio habÃa surgido una nada inmensa que dejó estupefacta a Doña Ana, la correntina comadrona que una tarde supo ponernos en la piel los destinos propios con solo mirarnos.Mi predicción estaba llena de un blanco arenal, un mar de sal que deslumbró a la bruja al punto de echarse para atrás y empezar a maldecirme. Estaba en el patio de naranjales tomando mates,profetizando y asustándonos mientras su hija se iba despachando las virginidades de todos en la piecita contigua cual una manguera terrible que se absorbiera el alma errante de purrete, al decir del tango, para dejarnos en la vereda, más hombres y con 5 pesos menos. Augurio y polvo por cinco guitas.
-!Vos, vos!, me señaló la agorera desde el fondo del pasillo,mientras nos Ãbamos.
-!Vos sos el que lleva al diablo adentro!
-!Te va a comer si no te limpiás, boludo! Los pibes se rieron.Solo Quiroguita que ya andaba con el semblante blanqueado por el terror me miró como a un ser sobrenatural.Luego sobrevino la noche, el olor a kerosene, el triste ramalazo que me fue inundando, la pieza de mis soledades con los posters pegados y la cocina con la radio encendida. "Diablo, diablo ¿porque no me llevás?", me decÃa para mis adentros. "Diablo quiero jugar en la primera de Central, te doy el alma, dale", lo desafiaba. Me miraba en el espejo a ver si mi cara denotaba la posesión. Debuté en primera el mismo dÃa que al Quiroguita lo pisó un carguero tucumano allá por el apeadero sur. Fue un dÃa triste pero hice dos goles. El Carpincho los narró desde el Suipacha donde sus papis lo habÃan llevado para una rehabilitación que se habrÃa de prolongar toda una vida: se habÃa empezado a comer las uñas, luego las sobras de la basura, los excrementos y habÃa terminando ahorcando al perro mientras transmitÃa su agonÃa como si fuese un penal definitorio. El Jefe, pronosticado para cana terminó de tumbero por falopa y el Marito, alentado por un militar retirado,puso una joyerÃa, engordó, fue sucesivamente cornudo y amante de esposa del milico y vació el negocio,huyó a Brasil escapando de los tiros, con las joyas en la valija. Esa noche, después del partido busqué la puerta de la bruja. Estaba chorreada con cal avisando una mudanza, o algo peor, una estampida. Golpeé. Nadie salió. "Diablo, al fin el Diablo me llevó y a vos también, vieja de mierda. Pero te agradezco", le recité. En un mes estarÃa concentrando en el Sub 20 y ya no me movà más del puesto: me vendieron a River y luego a Europa. Después de siete años clavados, andando por una callecita en Mónaco, unos amigos de la noche encurdelados tras el campeonato me llevaron de putas hasta un sucucho rojizo, elegante. La cama de la que yo elegà era de raso negro y ni bien pude me desplomé vestido. En sueños entrevà una persiana azul rebatiéndose, una lámpara igual a la de mi infancia con caireles retorcidos como ramas,unas frases al oÃdo de las que se podÃan separar, muy claramente, las palabras traidor, espuma, energÃa,tren, satán y promesa.
Desperté ya con el sol alto. La chica me habÃa reconocido y condescendientemente me habÃa dejado dormir: ya tendrÃa tiempo luego de acostarse conmigo y pavonearse por ahà que habÃa estado en brazos del delantero más prestigioso y rico de la ciudad.
No sé porqué pero me vinieron una ganas terribles de lavarme esa lacra nocturna. Extrañaba de pronto, como si hubiese vivido drogado, mi barrio. "Diablo, ¿esto es una mala pelÃcula, no?", me oà decir en francés.Y ella, peinándose la negra cabellera,de espaldas, me sonrió en el espejo asegurándome que no, que era tarde para penas, que ya todo lo habÃa logrado y que nada más habrÃa de tener ;solo un océano de sal ajado y vacÃo como mi alma dada en cautiverio era mi definitivo presente.Hablaba en castellano, con acento del litoral.
-¿Eso, eso era lo blanco que se veÃa en mi futuro , no?, ¿El alma desagotada, sin vida, no?,exclamé.
Ella, que ahora se habÃa tornado muy, muy vieja, dijo que sà con la cabeza.
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