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Jueves, 24 de julio de 2008
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El deportivo Perón

Por Adrian Abonizio
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El solterón Nereida era chueco, tremebundo, panzón y peronista. La justicia social le había dado la casa y un llavero que llevaba colgado el cuello -;la partecita del Juan Domingo de perfil-; imantado por propia mano del Jefe. Trabajaba en la Junta de Granos con horarios rotativos. Gracias al General tenía ese empleo. Nos llevaba en su Siam Di Tella gracias a Perón y hasta su salud se la estaba debiendo merced a un equipo médico irreprochable. Adivinanza: ¿Como le puso a nuestro equipo en calidad de DT y manager? "Deportivo Pocho", por eso de la proscripción. El nombre nos sonaba indecible, parecido al de una calesita o el de un puesto de pochoclo, pero Don Nereida, donador de ánimo nos garantizaba que esa denominación acarrarrearía un milagro. Y vaya si lo fue: ganamos los cuatro partidos que disputamos. Creímos ver en un árbitro amigo suyo cierta donosidad en la frecuencia con que algunos penales dudosos eran pitados a favor pero no desconfiamos mucho. Alguno chuceó por lo bajo, más íbamos punteros por buen juego y si llegábamos a campeonar un equipo deportivo completo con sus botines incluidos nos estaba esperando junto con la copa.

-;!Vamos adelante, vamos punteros!, repicaba nuestro D.T.

- !Patria si colonia no!, cantaban en la murga los pibes de la ochava, disfrazados de negros tiznados, de indios, cualquier cosa sin clase, hechas con retazos.

Don Nereida se emocionó: volvíamos del entrenamiento y los señaló -;Son los peronistas del mañana. Y les largó un elocuente.-;!Vamos muchachos! !Que el general los necesita! Nos pareció tan desproporcionado que nos avergonzó y divirtió a la vez. -;Si hubiese sido una columna libertaria al menos. Pero no, eran los pibes zonzos, los que no jugaban y festejaban de ese modo el Carnaval. En una esquina un tipo se detuvo con su Isard a hablarle. Luego, sin mirarnos reprodujo: -;Dice que Perón dijo que hay que resistir, en eso está el secreto. !Resistir!, aclaró didácticamente y graficando el gesto de sus dedos, como Perón; cerrándose en un circulito donde habrían de caber la patria, el movimiento y luego los hombres. -;Así, como en el fútbol: defensa, medio y delantera. -;Vos, Artime, me señaló con la mano donde llevaba como el General el anillo de piedra negra, tenés que ser más generoso con los pases como el general quiere. Y vos José, más expeditivo en los rechazos, dejás indefenso al arquero si salís mareando... ante todo... !La solidaridadddd!, recalcó con muchas "d". El mismo ya era un Coronel detenido en una esquina, con su guayabera fumadora, haciéndonos ver al deporte como un todo donde encajaban indelebles, uno dentro del otro, la amistad, la gloria y la estrategia. -;Los dirigentes deciden, y vos, por ser el capitán tenés que imponerte más por sobre el pelotón. Selmo, distraído en una nube decía que sí y se acomodaba el bulto. -;Y ojo, no se obliga: a la orden se la sugiere culminaba a modo de arenga afectuosa en la tardecita de noviembre. Lo principal estaba asegurado: sanguches envueltos en mantel húmedo y naranjada dentro de un termo, al fondo de un bolso plástico tejido con sachets de leche. Alguien se lo señaló comparándolo con el de una señora. -;Macho es el que defiende a su patria, no el que lleva un bolso de cuero, alargó con énfasis. Llegamos a querer a Perón a través suyo: si esto era ser peronista entonces es fabuloso serlo, deduje en escala. El Pingüino, vecino exploratorio de enfrente, rictus amargo con pata de palo, criticaba a Neredia y a su demagogia. -;Los usa, créame, doña, pobrecitos, y extendía las manos sobre nosotros, bien alimentados y entretenidos. -;Se cree que estamos en la dictadura de los campeonatos. Pero el Pingüino ni sabía como era una pelota, odiaba a los pibes y vivía en un chalet de prestamista. -;Son carne de cañón para la guerrilla, lo oímos. Y aquello nos gustó. "Guerrilla, guerrilla", sonaba diminuto pero sabíamos que era algo tan especial como peligroso. Dos tacuaras pintadas, la sigla UES, ¿Eso era?. Se lo preguntamos a Seri, el hijo del comisario. -;Eso es una mierda de los putos del la facultad, terminó de confundirnos. Como sea lo seguíamos a Nereida a todas partes hasta que sucedió aquello. Un pibe abusado en su pasillo, por la nochecita. "Manoseado", fue la palabra exacta. Todas las miradas recayeron sobre nuestro DT. El pibe lo acusó. Pero esa noche había estado dirigiendo el entrenamiento de arqueros hasta tarde en Horizonte, entonces, ¿de dónde? Mi hermano sabía del oprobio; era testigo preferencial, más no habló a favor porque Nereida lo tenía en el banco. Y sugirió otras cosas, mentiras de tronco bellaco resentido. Se lo conté a mi viejo, anhelante porque lo salve, pero se iba a Córdoba, a una cantera, y ni se movió de entre las sábanas. Nuestras madres, terribles dinamitas del miedo nos prohibieron verlo. Pero igual logró arriarlas una tarde, y les habló y las reunió para recitarles su inocencia. Les recordó a Eva, a la patria de los de abajo; nombró los pecados capitales y otros que inventó, para culminar en el argumento redondo que a Perón no le gustaría que entre sus filas haya uno de esos degenerados y que él era muy peronista como para ser aquello que pudiese atentar contra el pueblo, la disciplina y la moral justicialista, avergonzando a Perón.

Cuando al final el pibe confesó que había sido un invento de su tío, dirigente de club adverso y antijusticialista confeso, ya Nereida se había ido de su casa de portland, mudado en un Domingo de Ramos bajo la llovizna. Habían dejado de saludarlo y hasta quitado el crédito en el baratillo. Las viejas le daban vuelta la cara y los varones se encrespaban en relatos progresivos de trompadas. -;Fueron los antipatrias de la Libertadora, gimió, pero se recompuso y empezó a cantar por lo bajo, luego voz en cuello la marchita completa, asegura la leyenda que lo ubica apoyado en el paredón frente a la Buratovich, valija en ristre, aguardando por el Isard del amigo que se lo llevaría para siempre.

Y cuando ya fue un cuadro sesentón dicen que los montos se lo cargaron junto con a lo de Vandor, pero ni en los diarios salió. Unos días antes alguien lo había identificado en La Plata, dirigiendo unas inferiores barriales. Había sido alcanzado por el rayo maloliente de la historia: andaba canoso, rengo, entumecido, silencioso. Dicen de la patria que se perdió. Un barrio. Nereida. Justicialismo. Violación. Manoseo. Madres. Pelea. Destierro. Crucifixión. Regreso. Resurreción. Golpe.

El cuadro de una Argentina en carne viva. Nos hicieron morir la alegría y dejar de creer en los Nereida que habían sido echados para después habituarse a verlos caer lejos, sin consuelo y sin Perón. Una película malísima de argentinidad en blanco y negro porque a todos, absolutamente a todos, quién sabe quiénes y cuando, les habían ido soltando la mano y a nosotros, desarmado por completo, descalificado el equipo faltando nada más que una fecha para salir campeones.

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