Como tantos otros gametos uncidos, estos, habÃan formado el zigoto sin ninguna anomalÃa. Los espermatozoides provenÃan de la tesitura austera de un hombre de negocios, Oscar siempre habÃa sido dueño de una empresa de globitos de agua, bien llamados bombuchas. Los óvulos, de una mujer confiable y sensata, desde chica, Elena se pasaba las horas haciendo grumos en las tortas, con crema y una manga, después de haberse casado se dedicó de lleno a la reposterÃa, a menudo, 24 horas de horneo. Una sola vez se le escucho la extraña queja, dislexica quizá de "yo amaso, amaso y a mi nadie me amasa". Eleeeena, susurro Oscar desde la penumbra.
Los primeros meses de embarazo transcurrieron con normalidad, Elena, quien serÃa madre primeriza mantuvo con cautela y en secreto la noticia de la gestación. Tomó todos los recaudos necesarios, los indicados por su obstetra. SabÃa que la única forma de perpetuarse estaba en el horno.
Iban pasando una a una las ecografÃas y si bien podÃa observarse que una masa corpórea aumentaba su tamaño proporcionalmente al paso del tiempo no habÃa forma de determinar el sexo. A los progenitores poco les importó ya que se aferraban a ciertos esoterismos que incluso les provocarÃan en un futuro cercano cierta sorpresa.
A los siete meses y veintiún dÃas Elena comenzó con las contracciones y esa misma tarde rompió bolsa, el momento tan ansiado habÃa llegado. A pesar de lo prematuro su dilatación era buena. Elena abrió sus piernas ante la mirada abstinente de Oscar, su matriz era de lo más parecida a una torta de bizcochuelo, exquisita, esponjosa como la goma espuma del colchón de la cama que tenÃan en la pieza de atrás. Cuando ni el obstetra lo esperaba algo comenzó a asomarse, algo que querÃa formar parte de este mundo, algo que empezaba a pertenecer. Pero un estupor generalizado invadió a los médicos y sus enfermeras, lo que asomaba no era la cabeza estereotipada de un neonato sino un pico de goma para ser inflado. La exclamación de los padres fue inoportuna. La cosa habÃa salido del todo, y aunque algún instrumentista mal pensado dudara al principio que se tratarÃa de un preservativo olvidado, y que atrás vendrÃa el niño, no... no... el chico era un globo. Oscar y Elena acababan de gestar al hombre globo.
A pesar de sus rasgos y del tiempo que pasó suspendido en la incubadora, los profesionales pudieron determinar que su ciclo vital continuarÃa y su desarrollo serÃa regular. Ya habÃa nacido, y más allá de eso, iba a crecer, inflarse, reproducirse y a morir.
Los padres fueron aceptando paulatinamente las dificultades que se les iban planteando en su crianza, superando con tino cada obstáculo, dÃas de presión baja, masas de aire frÃo, vientos huracanados y en especial, una arraigada ciclotimia que caracterizaba al niño como una verdadera veleta. Asà fue como ubicaron al niño con forma de globo, lo fueron insertando en la sociedad. Su primer trabajo lo llevó a cabo en la empresa de su padre, haciendo las veces de molde, esto le permitió mejorar la calidad del producto y aumentar considerablemente su producción. Después de los primeros tres carnavales de su vida pudieron vacacionar en la costa.
El epÃlogo de su niñez lo encontró trabajando en una clÃnica que realizaba cirugÃas plásticas, asà formó parte de algún pecho ajeno, erguido y manoseado. Nunca dejó de hacer las cosas que hace cualquier niño. Jugó, estudió, se perdió en las fauces de cualquier tormenta de viento, se peleo con sus hermanitos, se emborracho con Legui, dio su primer beso y se enfermó de angina, aunque nunca pudieron realizarle un análisis de sangre. Envuelto en el manto impoluto de la adolescencia el niño globular aumentó considerablemente su tamaño, su trabajo también creció. Todos los fines de semana lo contrataban para formar parte de casamientos, cumpleaños y despedidas. Fue en una de ellas donde conoció al primer y único amor de su vida, una hermosa piñata desinflada, esta caracterÃstica pudo engañarlo ya que la creyó más chica.
Los gajes de la maduración, pertenencia y progreso quisieron que nuestro hombreglobo forme matrimonio y se independice plenamente de sus padres. La reproducción de globitos creció cuantiosamente y para no ser menos que su antecesor, abrió una fábrica de preservativos. El hombreglobo mantuvo su status durante años, perteneciendo a una de las clases sociales más elevadas. Supo sobrellevar el rol de padre como pocos, soportó los avatares del corralito y la indiferencia atomizada de la globalización. Fue ferviente seguidor del fútbol que practicaba Huracán y de la programación continuada de la cadena televisiva Brasilera O globo. Balloonman ya era más que un hombre.
En las postrimerÃas de la vida y desde la posibilidad de ser aerostático pudo recorrer el mundo desde el aire casi como devolviéndole al mismo la propia existencia. Balloonman nunca se resignó al sueño de ser terráqueo.
Ya, cuando arreciaba la sudestada y la familia anclaba en los techos de un pororero, para asà manchar de color la tarde, el hombre globo dejábase hundido en sus pensamientos, podrÃa escapar, golpear las ventanas del viento e insultarlo, sin embargo, veÃa a sus niños brillar como copas de plata en un mediodÃa de San Telmo, y se decÃa, qué bien, lo he logrado, la felicidad tiene forma de globo, la felicidad es aire encapsulado, jadeo, y feliz sacudÃase como liendre... la respuesta mis amigos, está flotando en el viento.
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