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Jueves, 25 de septiembre de 2008
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Un libro rosarino olvidado

Por Gary Vila Ortiz
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Como resulta muy común que los escritores rosarinos se ignoran los unos con los otros y que el lector en general prefiere libros en cualquier otro idioma al rosarino, no debería extrañarme haber encontrado un libro que ignoraba por completo, si bien muchos años después llegué a conocer a algunos de los autores que integraban el primer volumen de Poetas y prosistas rosarinos, que apareció en 1952 impreso en la imprenta de la "Revista Moderna". No hay datos de quienes tuvieron a cargo la selección de los escritores y poetas incluidos, pero se consigna la dirección de la imprenta, Buenos Aires 1140, y hay, al final de un índice, que el orden en que aparecen los autores fue hecho de acuerdo a un sorteo, pensando acaso que un juego de dados jamás abolirá el azar.

Hay una docena de autores incluidos y los ponemos en el orden que los ofrece este primer volumen: Carlota Garrido de la Peña, Alberto J. Mazz, Domingo Fontanarrosa, Domingo Santero VIllarruel, J. Bernardo Iturraspe, Felipe Zeinstejer, Julio César Arribillaga, Irma Mereces Días, Manuel Doprest, Manuel Montalbán Romero, Luis Ernesto Aguirre y Juan José Casabella. De este libro conocimos, años después, digamos después de 1958, a J. Bernardo Iturraspe, Felipe Zeinstejer y a Luis Aguirre Sotomayor. Pero fue con los dos primeros con quienes más me veía.

Con ellos, al menos, creo que nunca hablamos de esta antología. Por el tiempo que lo conocí, Aguirre firmaba como Aguirre Sotomayor. No recuerdo, incluso, que de alguno de los escritores que trabajaban conmigo sentí alguna mención de este libro.

Este libro de 1952 apareció unos quince años después de la antología que hizo Eccio Rossi, un italiano que quería más a Rosario que a su propia patria, y con quien tuve largas charlas en el pequeño cuarto en donde se encontraba el suplemento literario. No haré una valoración crítica de los trabajos reunidos, en primer lugar porque no soy crítico y, sobre todo, para poner nuevamente en evidencia la ignorancia que tienen los rosarinos de aquello que pertenece a la ciudad.

No tenemos noticia de que fue de la vida literaria de muchos de ellos. Por el imprescindible libro de Eduardo D'Anna acerca de lo escrito en Rosario, llegamos a conocer mucho, pero no todo. Pero nos referimos a las dos primeras ediciones y no a la tercera que aún no conocemos.

Hemos consultado las historias de Rosario que tenemos a mano, pero en ninguna de ellas se menciona esta antología, aún cuando hay referencias sobre ciertos autores. Ignoro cuales son las razones, pero me parece que puedan ser varias. Puede ser que la valoración de los críticos la haya considerado sin valorar algunos, acaso existan razones políticas, pero el libro en sí no tiene referencias a cuestiones que hagan a otros temas que no sean los que están en los poemas o los textos en prosa.

En Rosario se han publicado unas cuantas antologías de nuestros poetas, pero ninguna es completa. No es raro que se encuentren estas ausencias y no solamente la que aquí comentamos. No es suficiente que haya quienes sostienen que en Rosario no hay poetas y si los hay no pasan de cinco, lo que me parece una exageración.

Yo creo en la poesía de Rosario, es probable (casi tengo la seguridad) que no habrá ningún César Vallejo, un Pablo Neruda, o un Borges. Pero hay poetas excelentes en el cumplimiento del oficio que no consiste en el escribir sobre una hoja en blanco sino en otras conductas que, en líneas generales, no se cumplen como debería ser.

No existe, entre otras cosas, un respeto hacia el otro que trabaja en el mismo oficio. Los poetas trabajan por su cuenta y tienen su propio grupo, lo que determina que son, poco menos o poco más, quien sabe, que miembros de una secta. Y de esa manera, como secta, es que actúan en el convencimiento que son los mejores y de esa manera actúan. Miran por sobre el hombro a todos aquellos requisitos que ellos creen que se deben cumplir.

Durante cincuenta años publicar los poemas de los otros ha sido tan placentero como publicar los míos. El azar (otra vez) me puso en sitios desde el cual podía hacerlo y, entonces, hice lo que pude.

Ignoro si el libro que me dicta líneas tiene un gran valor literario. Pienso que no es así, pero en realidad eso no importa; lo esencial es crear espacios para la publicación y, sobre todo, hacer caso de las mismas. En mi caso, si cuento los libros que he recibido en los últimos años es bastante pequeño, comparado con cuando estuve a cargo de un suplemento literario o fui director de la imprenta municipal. Pero siempre traté de poner las cosas en su lugar. Sobre todo, porque siempre observé con curiosidad como se sienten los mejores poetas del mundo y no superan el pequeño universo de otros.

Alguna vez debería decidirse publicar una antología con la mayor cantidad de poetas, incluso con malos poetas. Pero bastaría un juicio crítico para decir o comenzar diciendo "acaso este poeta es superior a este otro", pero que los tengamos al alcance de nuestra mano. Sé que hay quienes publican, es cierto, pero supongo que con eso no alcanza.

Pienso, un ejemplo nada más, que de esta antología pueden publicarse unos cuantos poetas y no tomar esa actitud de tremenda soberbia (que es cada vez más común) y que proviene, justamente, de aquellos que no tienen fundamento alguno para llamarse poetas.

¿Nombres? Me son innecesarios pues creo que la mayoría los conoce, y de esa mayoría hay quienes se sienten con el derecho de apostrofar contra este o contra aquel. Hay, me parece, como antipatías personales y juicios de valor dictados no por la poesía en sí, sino porque de aquel tipo lo que no me gusta son los bigotes.

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