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Sábado, 11 de octubre de 2008
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Jaspe y Maromas subterráneas

Por Miriam Cairo
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"Bajé por la escalera corriendo en busca de alguien que me reconfortara. No encontré a nadie". Uhuú halalá.

En la jungla de lianas y ascensores, de cerámicos y potus, de porteros y periódicos, misteriosas ligaduras unen aquello que deseo separado. Un chorreo de iluminaciones trae este hombre cada noche. Es hábil para no traspapelar las antorchas que yo no he encendido. Ya no paso detrás de la cascada de su sonrisa. No corro desnuda por el cielo de su monte. Este hombre disfuma la mancha de su verberación sobre el manto redentor de mi desdicha.

*

"Hoy decidí revisar todo el barco. ¿Cómo fue el naufragio? La estatua no recuerda; sin embargo era la protagonista. 'Ahora comprendo tus movimientos, estatua, hacías el amor, nadie te comprendía'. ¿Hay algún motivo para no creer lo que digo? Algún motivo hay".

No es un mérito la manera en que dejo caer las altas jarras de suspiros, pero prefiero escucharlo llegar antes que verlo llegar. Este hombre ya no me recuerda. Yo pienso en él pero no lo recuerdo. Antes él construía las crestas del horizonte y yo espolvoreaba escamas y tornasoles. Ahora se me ha perdido la fuente de luz. El amarillento amar entorna sus pesados ojos de sepia. Diaspro en jade. Repliegue del satén laminado. Sé que este hombre no viene fatigado porque haya recorrido distancias siderales. El periplo de su andar se resuelve en pocos pasos: desde el 8º A hasta nuestro dormitorio. La ropa de este hombre tiene hilos de color anaranjado. Escucho ecos de rimas endurecidas. Este hombre trae en la memoria el mismo olor que siento en sus manos.

Yo también leo, pero nadie me escribe.

*

"﷓¿A qué piso va?

﷓Al octavo."

Deseo ir al paraíso pero no quiero imaginarme su belleza. Conozco el perfume de la vecina del 8º A pero no el detalle de sus movimientos. Ni su más iridiscente claridad. Para salvarme de mí misma, no pienso en su armonía fabulosa. Ni en su magnolia. Ni en su mirada. No me doy cuenta de cómo va extendiendo milimétricamente el espléndido imperio que la une y me separa. Podría increparla. Descender más abajo de mis mundos subterráneos y pedir que me devuelva lo que ya no es mío. Pero el amor es una moneda que no se mendiga y el asesinato una metáfora todavía más obvia. Quedarse ¿es morir? No quedarse ¿es irse sin morir?

*

"﷓¿Ves que somos felices? ¿Qué otra felicidad querrías?"

No creo que sea poca cosa el esfuerzo de repasar las pinceladas falsas de los días. Los viejos tótems tienen frío en el living. Un agapanto marchito se desmenuza en el florero. Los vasos con agua forman remolinos violentos. No tengo ganas de gritar ni siento mis falanges electrizadas cuando rozo el brazo de este hombre al alcanzarle el plato con comida. La heladera me transporta a otro espacio con su increíble marfil deslumbrador. ¿Cuál era la felicidad que yo quería?

*

"﷓Es un traidor.

﷓¡Qué emocionante! ¿A quién traiciona?

﷓A sí mismo"

Este hombre cruza el comedor, va al baño, se descalza en el cuarto y ya no deja huellas con el calor del pie. No puedo comprender cómo está tan lejos estando tan cerca. ¿O seré yo la que ha emigrado? Me asusta que algún día no vuelva y me deje lejos de su ascensión y de su ausencia. He intentado pensar que esa luz que trae es mía, pero cuando empiezo a contar las esquirlas de iluminación en lo alto de la sien y en lo bajo del vientre, no me reconozco. Este hombre que a mí no me enciende a alguien enciende. ¿Qué tendrá este hombre que yo no veo? Él no vuelve como el barco ebrio sino como el hombre ebrio. Y destila una cosa que va más allá del alcohol. Yo "voy a entrar en mi castillito acompañada de un perro de niebla". Mejor entro sola. Me da tirria que ensucie el parquet. Sigo sin encontrar quién me escriba.

*

"Tan acostumbrados a no vernos estábamos que no nos vimos".

Cavo tumbas en la cama y no me quejo. Llamo paz a lo que otros llaman letargo y no me quejo. Llamo relación a lo que otros llaman permanencia y no me quejo. ¿Acaso es necesario abrir una vereda de fulgor en la tiniebla? ¿Quién me obliga a no ser un pájaro inmóvil? Es cierto que la habilidad de resistir en el pequeño hueco, detrás de los gigantescos pétalos de una flor, no tiene ahora el mismo mérito para mis años fatigosos.

Ya no me deleita el gozo de mi dolor. Ha disminuido mi felicidad por ser la mujer que flota semihundida en el círculo de agua. Es cierto que busco un mordisco que reavive el dolor de mis pezones. Mucho más cierto, que la dentadura de este hombre ha perdido el filo que tan mortalmente me reavivaba, pero "nunca lo sabré, pues sentada me quedé en un sillón forrado de pana verde".

*

"Usted dice que no ha tenido tiempo de conocer la vida. ¿Qué responderle? Estamos algo ocupados."

A mí nadie me escribe. Soy menos que una palabra. Soy un miedo y una quietud. Yo no abro mi corazón a las maromas. Tengo que pagarle a la mucama. Yo quiero que la vida se detenga. Tengo que quejarme de la mucama. Quiero que estas paredes no se derrumben. Voy a despedir a la mucama. Que nuestra historia no se caiga por el desagüe. Estoy cansada. No doy abasto con todo ¿no ves que nos quedamos sin mucama?

Mi hermana tiene razón: si este hombre no se va es porque algo lo retiene. ¿El álbum familiar?¿Las paredes? ¿Los libros? ¿El mobiliario? Ahora estoy segura de que no es por la mucama.

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