Cada vez nos acordamos de alguna frase, de una imagen que se empecina en no borrarse, o, muchas veces es un olor que convoca al recuerdo.
Este puede ser el de una comida, el de un galpón que guardaba bolsas de cereal, o un tractor con su fuerte olor a gasoil, a aceite, a la múltiples impurezas que no terminaban de ser aceptadas por nuestro olfato nuevo, flamante, bajo esa sucesión de dÃas que terminaban siendo iguales en el esplendor que como un paisaje paradisÃaco enseñoreaba aquellas precarias tareas rurales, hechas de heladas y de sacrificios, de penurias que no tendrÃan fácilmente recompensa.
Los dÃas de campo eran absolutamente iguales, "donde florece el lino" dice el verso de Pedroni, aunque su bellÃsima flor celeste que parecÃa un cielo al revés ya no se vea sino en fotografÃa, pues por lo que entiendo, no se siembra más por esta zona de la pampa húmeda, muy húmeda haciendo crecer el verde aburrido de la soja.
Los dÃas en el pueblo también eran parejos en aburrimiento y repetición, para los mayores, ya que nosotros siempre encontrábamos un motivo de entretenimiento y alegrÃa. O de pesar, como por ejemplo los comentarios de un clásico donde los albiazules nos habÃan producido una herida narcisista, con ese golazo del "Buzón" Méliga, al minuto de empezar el partido. Golazo casual y afortunado. Y si luego nos anulan dos goles, dicen que por "posición adelantada" del "Balazo" Renzi, sabiendo que "Balazo" no corrÃa ni su propio desayuno más de 15 centÃmetros, estamos listos.
Pero hay que aguantar las chanzas, esperar el próximo, para desquitarnos y sufrir otra vez, cuando todos avanzan, con Ramón Giacobbe al frente, que avanza con pelota dominada. El Ramón ese centrojás antiguo, con la camisa blanca que le embolsa el viento, con esos vistos azules, con su número cinco del mismo color en la espalda, con la rabia que nos producen esos colores. ¿A quién se la dará Ramoncito Giacobbe? ¿Al "loco" Romano, tan peligroso, al "zurdo" DÃaz, a Gastaldi de endiablada gambeta? Mejor que alguien pare al rubio centrojás "ranero", el jugador más emblemático que tuvo Federación en toda su historia.
Y para colmo, Ramón es tan buen tipo que uno no puede desearle el mal, aunque nos haga sufrir con su habilidad futbolÃstica, con su aplomo, con su rara inteligencia, con su intuición de muchacho pobre, que como un orgullo oculto lo sostiene.
De volante, con el seis en la espalda lo acompaña su hermano menor, a quien todos llaman "Chiquito".
En rigor de verdad fueron dos cracks los hermanos Giacobbe, el terror de las defensas incluidos los arqueros y los niños, tan desvalidos como nosotros aquellos tiempos plenos de indefensión para nuestros corazoncitos que no paraban de sufrir domingo tras domingo.
¿El resto del equipo del Federación de aquellos años? Basualdo al arco, Virginio, que habÃa jugado en Central, "Lechón" Rucci, Livio Matiello, "Masquique" Sequeira, Chávez (otro rosarino) y Ramón, con el cinco o el ocho o el diez, pero de todos modos, siempre parejo, siempre óptimo en su rendimiento.
Y de los goleadores, no sé. HabÃa varios que nos producÃan mucha adrenalina extra: "El loco" Romano, "Buzón" Méliga, "Pupi" Gardella, "El Gringo" Luqui y casi todo el que avanzara en nuestro campo con pelota dominada, ojo carnicero y un claro que nuestra defensa regalaba.
Otra caracterÃstica "ranera" es que siempre tuvieron buenos arqueros, desde aquél lejano que vi la primera vez cuando era yo muy chico, de apellido Ramos, pasando por Barreiro que murió jugando un amistoso, en mi pueblo, y el mencionado Basualdo, que militó durante años. Esto sin nombrar a "Toti" Sciarini y "El Negro" Herrera que pasaron a jugar para nosotros y en Huracán hicieron prácticamente toda su carrera deportiva.
Para contrarrestar esos posibles cucos, esos temores que a veces nos producÃan ciertas pesadillas, estaba nuestro propio equipo, que por otro lado era el origen también que provocaba esas angustiosas pesadillas.
Porque, entonces, qué sentido tendrÃan esos colores albiazules que nos quitaban el sueño por adelantado si del otro lado no habilitáramos una pasión puesta con todo a una casaca roja, con orgullosos y discretos vistos blancos en puños, cuellos y bolsillito, donde orondo se mecÃa el dibujo de un globito: querendón, dulzón, a veces amenazado, hierático, o lejano como un sueño que aún nos visitaba.
De todos modos, aquellos tiempos eran un aprendizaje precario donde poner la angustia, antes que la verdadera se nos aposentara en el alma como una inmensa araña que habÃa que aprender a derrotar, a manotazos y con un buen pisotón, si la ocasión cuadrara antes de que la pintaran calva.
Y para contrarrestar toda aquella tristeza, qué mejor que recordar aquel golazo de cabeza que les infrigiera el "Negro" Durán, con pase magistral de Lallana o, para no ir más lejos, aquellas tres "pepas" que les propinara el "Nene" VerolÃn, en aquel clásico del siete a dos (el de las siete velas) imbatible en la memoria de cuando los hombres fueron más felices.
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