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Jueves, 26 de marzo de 2009
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Tiburones y sirenas

Por Chiqui Di Paolo
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Yo le pongo voluntad, no podés decir que no.

Si te dije que te ayudo, yo te ayudo. No me importa lo que cueste.

Los dos estamos en esta metidos hasta el cuello, los dos vamos a salir sin dejar rastros.

Que no nos quieran convencer con el cuentito ese de que "donde hubo fuego, cenizas quedan"; bonita frase para una novela de Migré con Luisa Kuliok y Arnaldo André, en donde él, el chico pobre que se fue del pueblo vuelve después de años convertido en millonario a buscarla a ella que todavía no se casó con nadie, pero que está a punto de hacerlo nada más ni nada menos que con Juan Martín Segundo Paz Arteaga, quien con ese nombre no puede ser menos que el hijo predilecto del más rico y poderoso del pueblo.

Entonces 1332 capítulos y varios sopapos después Luisa y Arnaldo se escapan juntos y son felices y comen perdices, porque como dice el dicho "donde hubo fuego..."

Pero no, no te dejes convencer, que donde hubo fuego después hubo un viento de locos que barrio las cenizas de tal manera que te dejó el alma impecable, lustradita y libre de todo pecado.

Entonces pongámonos de acuerdo y busquemos lo peor de cada uno, que bastaría con empezar con una buena discusión en donde digamos lo que siempre nos callamos para no herir al otro y empecemos a soltarlo de a poco, a razón de una agresión cada 2 o 3 días, un golpe bajo por semana y un desprecio cada quincena. Eso sería un buen comienzo.

Tal vez la religión pueda ayudar, te rapas la cabeza, te pones túnica naranja y te haces harekrishna; y que te saquen bailando de los aeropuertos.

Yo por mi parte me opero la nariz, me compro tetas y culo modelo 2010, me estiro hasta que ya no pueda pestañear y me voy con la farándula tras los pasos de algún pastor que predique la vida natural y la belleza interior, a vivir al Uritorco y que me chupen los marcianos.

Se me ocurre también que podría contratar un par de matones que se ocupen de asesinarme cuando más me lo espere. Yo me encargo de los gastos.

Ayer intenté descalza, desnuda y despeinada (para que sepan que soy yo) pararme en el medio del campo en lo peor de una tormenta a ver si me caía un rayo.

Ni cerca, ni rayos ni centellas que me partan, ni granizos para salir al menos herida, nada, pura tierra en los ojos y apenas un resfrío. Si al menos fuese pulmonía, tendríamos una esperanza. Pero no, por ahí no es.

Después tome coraje, fui a verlo al tío Carmine y le hablé de vos, le dije:

﷓Vos sabés, tío, de que se trata... Que parezca un accidente

﷓Non é possibile, bambina ﷓respondió él﷓ el Squalo é uno dei nostri.

El día estaba terminando y no tenía ya grandes ideas. Llené la bañera, enchufé el secador de pelo, me metí al agua con el secador en la mano, me resbalé, el secador se desenchufó y yo tengo un moretón en la rodilla. Eso es todo.

Hoy el nuevo día trajo nuevas luces, se me ocurre darte un buen golpe en la cabeza para que sufras de amnesia y te olvides de mí para siempre.

¿Y si sólo quedas estropeado y me toca cuidarte de por vida?

Podría hacer un conjuro con algún par de brujitas amigas para que te pongas feo, viejo, manco y que además no se te pare.

No creo que funcione, siempre hay otras razones (recursos) para seguir queriéndote.

Ya sé, con las manos esposadas y los pies encadenados me hago tirar en una jaula al fondo del mar a lo Faldón, con tanta mala suerte que seguro me libera un tiburón enamorado creyendo que soy sirena.

A este punto empiezo a creer que es como dice Rubén (el filósofo de San Bernardo): "Si yo pongo un circo a mí me crecen los enanos".

Lo cierto es que no puedo librarme de vos, lo cierto es que para no llamar durante un día (uno solo) me comí las uñas, me mordí los codos y me jugué 30 partidos de tenis hasta que me sacaron desmayada de la cancha.

Lo cierto es que no podes librarte de mi, lo cierto es que para no llamar un día (uno solo) te comiste las uñas, te mordiste los codos y te jugaste 40 partidos de paleta hasta que te sacaron inconsciente de la cancha.

Y entonces digo, ¿Cómo hacemos para seguir cada uno con su vida cuando la vida del otro se nos metió tan adentro y armó semejante quilombo?

No sirven ni tormenta, ni matones, ni mares profundos, ni tíos generosos.

No hay viento que te vuele las cenizas pegadas a los pulmones.

¿Será hora de que se ocupe nuestra voluntad de terminar con esta historia?

¿Y qué hacer cuando la voluntad anda flojita, digamos en sí misma?

¿Que hacer con una dignidad que no entiende razones para seguir siendo lo que era?

Ya sé, nos encadenamos juntos, nos hacemos meter en una jaula por un par de matones, le pedimos al tío Carmine que nos tire al fondo del mar; les pedimos a mis amigas que hagan un conjuro para exorcisar la pena, nos besamos hasta el desmayo, nos seguimos queriendo hasta la inconciencia y nos dejamos de nadar contra la corriente que no somos salmones, somos tiburones y sirenas en un mar de indecisiones.

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