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Viernes, 29 de mayo de 2009
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Sentires quinquenales

Por Bea Suárez
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"Y pensar que todo -Albaniña estará alguna vez habitado por la muerte. Que esta cálida madurez de tu piel, que hace bajar el tacto hasta el abismo del desasosiego, está siendo empujada cada día, cada hora, hacia la niebla de ignoradas comarcas. Que este orden de cosas naturales que hace de ti y del aire y el agua y los pájaros, claros volúmenes para la vendimia de los sentidos, es materia dispuesta para el cautiverio de la ceniza y substancia de sabor grato al paladar de la tierra. Ha de venir una mañana en que los caminantes se sorprendan, cuando todos los pájaros enmudezcan de pronto, cuando detenga la naturaleza su secreto ritmo de creación diaria, y acaso no comprendan que es llegada la hora en que tú has vuelto a encontrarte con tu nombre, más allá de tus huesos? Y un domingo cualquiera doblarán las campanas con bronce estremecido, y preguntarán los niños quién ha muerto en domingo sin saber que eres tú Albaniña que aún te sigues muriendo en todas tus preguntas. Ese día preguntarán los árboles a sus raíces cuándo ha de pasar por su enterrado cauce el vidrio de tus ojos para ser más limpia y más pura la luz de las naranjas. Y los muertos suspenderán por un instante la profunda tarea de convertirse en polvo?" Gabriel García Márquez. Para la muerte de Albaniña. Febrero de 1950

Son cinco años que prefiero tu crónica, que la mirada fue, la parodia ya fue y el pasado se encula conmigo, me vuelve loca, ingrata.

Anteayer, hoy, el mes que viene, ¿qué mas da?, escribo en ceremonia a la Rosario raquítica sin vos, a Dorrego pedregoso, pulverizado por tu ausencia, a la semi idea de desmoronarme e irme lejos para no asistir a este disgregar quinquenal que te deglute, y te vuelve anterior, inexorablemente.

Hecho a perpetuidad tu seudónimo vuelve. Dilata los días, el recuerdo, la sombra, escribo incongruencias desde entonces, pienso. Me das sed. No venís a calmarla. No venís a infringir códigos y por eso mismo a dar vida.

No. No.

Vamos a salir en pos de algo que no sea este mundo liso, quiero que tu voz despliegue estrofas en poema y la ciudad redoble llamas con gestos de manos y cabeza, deseo la dispersión, el vuelo. La forma yacente en que te sé inquieta mis días, acostumbrados e idénticos.

Quiero gritar como una vaca hambrienta que te espero, entre oro, piedra o inmundicia, no importa, siempre te espero con una templanza rara que me han dado extraños dioses del silencio.

No respondes llamadas ni mensajes, no tenés Internet ni vino.

Esa diferencia es un hachís que me embriaga cada aniversario.

Una casualidad piensa en mí, cinco años después, y, aunque no hablo ya tu lengua entiendo que me vas a esperar caminando a través de los siglos o hasta que dure la leche que tomábamos al volver de la escuela.

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