Puen Sung ling (1651 1719) fue un escritor y poeta que vivió a comienzos de la dinastÃa Ching (1368 1911). Era oriundo de la provincia de Shantung, en la China del este, tierra de rica y larga tradición cultural y literaria. Patria, entre otros famosos, de Confucio, Mencio y Sun zu.
En uno de sus relatos cuenta que en la ciudad de Chang An, los hombres evolucionaban o envilecÃan por el poder de los palabras.
AsÃ, las madres creaban niños hermosos y valientes al prodigarles un beso y una máxima amorosa cada noche, antes de dormir. Los niños crecÃan con un alto convencimiento de su hidalguÃa y su hermosura. No le temÃan ni a las luciérnagas ni a los dragones. Y toda vez que una madre le decÃa a un niño "has crecido más de dos chi", el niño inmediatamente crecÃa más de dos chi. Si la madre decÃa, "memorizarás los poemas de TÃen Hung", el niño memorizaba "El rocÃo sobre las primeras hojas de ajo", de TÃen Hung. Besos en las noches y palabras en el dÃa, eran los poderes creadores.
En el caso de aquellos niños, cuyas madres severas los regañaban diciéndoles cabeza de mono, cabeza de chorlito, cabeza de zapallo, cabeza hueca, las cosas eran distintas. El poder de esas invectivas acumuladas los hacÃan crecer con el karma de Kapila y se convertÃan en monstruos de cien cabezas que más tarde habitarÃan los rÃos y devorarÃan a los náufragos.
Si estas madres sentenciaban: "Tus manos son torpes para la labranza", inmediatamente las manos eran torpes para la labranza. Estos hábitos destructivos eran utilizados sólo por una minorÃa tan repudiable como necesaria, ya que la mayorÃa de los habitantes de Chang An, precisaban de las faltas ajenas para reprobarlas y por comparación, sentirse ejemplares, virtuosos.
Cuando los ejemplares niños amados se hacÃan muchachos, las novias besaban sus labios añorándolos prÃncipes y los jóvenes se hacÃan prÃncipes: hablaban como prÃncipes, amaban como prÃncipes, enfrentaban peligros como prÃncipes, empuñaban dagas como prÃncipes. Sus ojos transparentes y sus pasos activos merecÃan la adoración de las muchachas que comenzaban a soñar con la boda, el traje bordado con hilos de oro, las sandalias de seda, las esencias de sándalo, los banquetes con ojos de codorniz, lenguas de lagarto, escamas de culebra.
Las novias, el dÃa de la boda, tenÃan la piel iluminada de poder y hermosura pero los labios, tomaban una apariencia dura y los besos no se alternaban ya con bellas palabras. Una transformación perfectamente natural en la región se iba gestando, y el discurso amoroso de los enamorados iba dando lugar al discurso ominoso de los casados.
DÃa tras dÃa, las palabras que antes nombraban los esplendores principescos, ahora hacÃan un recuento de flaquezas y reproches domésticos. Los hombres que habÃan nacido prÃncipes, palabra por palabra se iban haciendo renacuajos. Pero aún con su corazón y su falo de batracios, los hombres se esmeraban por hacer concebir, en lo posible, un niño macho para que la hembra, durante algunos años, volviera a decir aquellas palabras que a él mismo tan dulcemente lo habÃan engañado. Ya cuando fuera muchacho, alguna jovencita harÃa de él un prÃncipe, hasta que después ella misma lo hiciera sapo.
Según parece, este relato situado en Chang An, fue en cierto modo autobiográfico, ya que por esta tradición presuntamente sórdida, Pu Sung ling conservó un odio imperecedero para con todos los suyos sin distinción de género. Apenas si guardó cierto aprecio por el cordero vegetal de Tartaria, también llamado borametz o polipodio chino, planta cuya forma es la de un cordero, cubierta de pelusa dorada. El poeta, hacedor de irreprochables alegorÃas, para ejercitar el cariño, eligió un helecho carnÃvoro que no hablara.
Puen Sung ling, dedicado a la jardinerÃa exótica y la observación del mundo, gestó una frondosa creatividad literaria que florecerÃa en exorcizantes matricidios y ensalmadoras decapitaciones. A la provincia de Shantung no llegó el arte etéreo de las diecisiete sÃlabas que condensan el esplendor natural del universo, porque el espectáculo de los individuos, que echan mano a cualquier palabra con tal de masacrarse eficazmente, inspiró de manera diferente a Puen Sung ling, quien sólo supo escribir sobre hombres sapos y mujeres serpientes. Sólo de vez en cuando pudo imaginar bellos árboles que se alimentaban de pájaros y a los cuales les crecÃan plumas en vez de hojas.
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